Gas: se profundiza la costosísima política energética

Redacción Fortuna

Opinión. Por Juan Carlos De Pablo * |

Aprendimos en la escuela que la materia se encuentra en estados sólido, líquido y gaseoso. Para un químico se trata de una descripción, más allá de la valoración que a cada uno de los términos les damos en la conversación no profesional. Así, hablamos con respeto de la “sólida” formación de determinada persona, y todo el mundo sueña que sus hijos se casen con personas con “sólida” posición económica. Al tiempo que decimos que “las palabras se las lleva el viento”.

Pues bien, en la Argentina, en estos días, en materia energética la preocupación más “sólida” se refiere al… gas. A pesar de haber cortado las exportaciones a Chile, a pesar de haber adelantado la llegada de los barcos gasíferos, que lo transportan líquido obligando a una regasificación, disminuyó la temperatura, volvieron a aparecer los cortes a las grandes industrias y hubo faltantes de garrafas (según los diarios, en Mendoza éstas se vendían… en las comisarías). Además de lo cual trascendió el tenor de un insólito (pero no sorprendente) mensaje que el Poder Ejecutivo le envió a las empresas del sector, para que “instalaran” de inmediato en los medios de comunicación la idea de que el abastecimiento de gas será normal a lo largo del año.

Uno puede acusar a las autoridades chilenas de no haber reaccionado mejor frente a los terremotos que sufrieron a comienzos de 2010, pero nadie puede dudar que se trató de un hecho inesperado. Por el contrario, lo que hoy está pasando con el gas no tiene nada de inesperado. ¿O las autoridades pensaron que este año, a diferencia de los anteriores o de los posteriores, no habría de disminuir la temperatura en otoño e invierno, aumentando correspondientemente la demanda de gas por parte de las familias? Pero además, esto viene ocurriendo desde hace por lo menos un lustro, de manera que no sólo no es inesperado sino que es recurrente.

¿Por qué ocurre lo que ocurre? Porque la decisión del presidente Eduardo Duhalde, de no modificar las tarifas luego del abandono de la convertibilidad, fue continuada por las actuales autoridades con gran entusiasmo. Como consecuencia de lo cual la “señal” que reciben en nuestro país quienes exploran y extraen gas es muy clara: “con vos, lo menos posible”. Consecuentemente, no se explora y de los pozos existentes cada vez sale menos gas, de la misma manera que cuando se pincha un globo primero sale mucho aire y después cada vez menos.

La menor oferta local de gas, junto a aumento de la demanda como consecuencia de la reactivación económica, implicó intentar aumentar las importaciones desde Bolivia, y luego contratar el referido sistema de transporte de gas en barcos, que se regasifica en otros barcos. Todo muy bonito desde el punto de vista ingenieril, costosísimo desde el ángulo económico.

El gas importado carísimo se transforma en energía que se vende baratísima, es decir, se está generando valor agregado negativo. “Sea racional” me piden en materia energética, pero como la energía me la cobran baratísima lo racional es dejar la luz prendida, no apagarla. Nuevo ejemplo de una política económica consistente en enviar señales distorsivas, y luego pretender corregir el derroche persuadiendo, o creando legiones de inspectores.

Se puede entender que se produzca localmente algo a mucho mayor costo que el similar importado. No se puede entender que, debido a la política aplicada, la Argentina importe gas pagando varias veces lo que se saldría obtenerlo localmente. Un Poder Ejecutivo tan obsesionado con el ahorro de divisas en el caso de importación de alimentos y otros productos; ¿por qué es tan derrochador en el caso del gas?

Esto lo sabe cualquier alumno de un curso introductorio de economía. Sin embargo la decisión del Ejecutivo consiste en “duplicar la apuesta”. En efecto, ENARSA le acaba de sugerir a YPF que instale otra planta regasificadora, en los alrededores de Escobar. Vamos mejor, en vez de amarrar un barco que porta una planta regasificadora, y mantenerlo fijo durante meses, ahora vamos a tener una planta regasificadora en tierra firme. Pero esto implica cometer un pecado menos, dentro de una estrategia general pecadora.

Hablé de estrategia costosísima, es el momento de precisar. Cuando el gasto público primario del gobierno nacional se desagrega según grado de importancia, el primer ítem que aparece, bien lejos de los demás, es “seguridad social”. En un país con menos de 40 millones de habitantes, donde más de 6 millones está jubilado, no debería sorprender que seguridad social insuma 40% del total del gasto público primario del gobierno central.

El segundo ítem es “otras transferencias” (que absorbe más fondos que las transferencias a las provincias, al menos aquellos que se canalizan a través de mecanismos automáticos), es decir, subsidios a la energía, al transporte, etc.

Estamos en el peor de los mundos. Por la negativa a aumentar el precio que reciben los oferentes locales, importamos gas a varias veces el precio internacional. Para abastecer a los consumidores individuales y familiares que están conectados a las redes (en general, los de mayores recursos), transformamos el gas muy caro en energía eléctrica muy barata, para lo cual es necesario subsidiar la diferencia; quienes no están conectados a las redes pagan “fortunas” para obtener gas en garrafas. Quiero creer que éste no es un buen ejemplo del “nuevo modelo de país”, del cual hablan los funcionarios y algunos entusiastas seguidores que tienen en el sector privado.

¿Por qué no se modifica una política que a todas luces es costosísima? Por la dinámica decisoria, que hace que cuando se toman ciertas opciones después parecería que no hay más remedio que profundizarlas. Como dije, esto no comenzó ahora, pero quienes en años anteriores alertaban contra las implicancias de la “política” energética, eran descalificados (en los últimos tiempos 8 ex secretarios de energía, que actuaron en gobiernos de diferente signo político, están hablando de estas cuestiones de manera profesional y unánime). Hoy, con la desesperación fiscal, las implicancias de esta “política” se están viendo más claramente.

* Economista. Columnista de Revista Fortuna

12/6/2010

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