Los desafíos económicos de este gobierno y del próximo

¿Qué hacer frente al camino de la recesión? Por Juan Carlos De Pablo (*) Galería de fotosGalería de fotos

Redacción Fortuna

Por Juan Carlos De Pablo (*) Sólo en los papeles un ministro de Economía y su equipo eligen las circunstancias en las cuales decide actuar. Si duda de lo que estoy diciendo pregúntele a Jesús Rodríguez, quien el 25 de mayo de 1989 recibió un llamado del entonces presidente Raúl Ricardo Alfonsín, pidiéndole que se hiciera cargo de la cartera económica, porque Juan Carlos Pugliese no podía permanecer más tiempo en su cargo. Si vivieran, podría preguntarle a Jorge Wehbe o a Emilio Mondelli.

¿Qué desafíos económicos tiene que enfrentar el gobierno que hasta diciembre de 2015 presidirá Cristina Fernández de Kirchner? Yendo de lo general a lo particular, está claro que –desde el punto de vista del pánico o del temor al contagio- la crisis desatada en 2007 por las denominadas hipotecas subprime, está definitivamente superada. El mundo no se nos cayó encima, por la sencilla razón de que no se cayó. Quedan muchos problemas, en muchos países, pero como no generan temor al contagio, ahora deben ser resueltos por los propios países.

En el plano político local, está claro que como consecuencia del resultado de las elecciones de octubre de 2013, la presidenta de la Nación no puede modificar la Constitución y por ende no puede ser candidata. Ergo y por más rimbombante que luzcan las presentaciones del oficialismo, no hay duda que sufre las debilidades propias del fin del período.

Luego de una década de funcionamiento, el denominado estilo K destruyó por completo la credibilidad que la población tiene en el gobierno. En el plano económico el ejemplo más nítido fue el blanqueo lanzado en 2013, según los expertos el más generoso de la historia argentina. Muy poca gente lo aprovechó, porque quienes tienen algo para blanquear desconfían de las autoridades. Se sigue prorrogando, pero sin éxito. Una de Per O. Grullo, pero muy importante: una vez que la credibilidad se pierde, no se recupera.

Pues bien, es muy difícil hacer política económica cuando el gobierno está finalizando, y encima enfrenta grandes problemas de credibilidad. Como bien explica el economista argentino Guillermo Calvo, la misma medida de política económica puede generar efectos bien diferentes, dependiendo de si la población le cree al gobierno o no le cree.

En el plano estrictamente económico, Argentina está hoy en la etapa del ciclo donde terminó la reactivación del nivel de actividad económica y comenzó la recesión, y por consiguiente dejó de aumentar para comenzar a disminuir la demanda de empleo. En un contexto inflacionario, con tasas que merodean 40% anual.

Se habló mucho de la “pelea” entre el ministro de economía y el presidente del Banco Central. De repente las fuertes diferencias que existen en preparación y en personalidad, complican todavía más una situación nada fácil. Pero no exageremos. Explicar los problemas que hoy tiene la política económica porque Juan Carlos Fábrega llega a la presidencia del Banco Central con fuerte experiencia bancaria práctica, mientras que Axel Kicillof llega al ministerio de economía con una interpretación sui generís de los escritos de Marx y Keynes, puede ser muy entretenido pero no ayuda a entender y por consiguiente a diagnosticar.

Más allá de las personalidades, el desafío objetivo que hoy enfrentan las autoridades consiste en tener que ocuparse del ciclo en su peor etapa, con muy pocos instrumentos de política económica. Piense en cualquier variable económica que el gobierno puede modificar, como el tipo de cambio oficial, las tasas de interés reguladas, etc., y apreciará el conflicto de política económica que se le presenta entre distintos objetivos.

El “dólar competitivo” atenta contra el salario real, la tasa de interés que transitoriamente frena la salida de dólares también frena gastos en consumo e inversión. ¿Que debe privilegiar el gobierno, cuando piensa en los valores que tienen que adoptar cada una de dichas variables? Con frecuencia, en períodos como éste, a la política económica se le pide demasiado y termina sin satisfacer ningún de los objetivos de política económica.

Todo entendible, en el plano decisorio. Cuando el gobierno se desespera por la pérdida de reservas del Banco Central, permite que éste aumente fuertemente las tasas de interés. Pero el encarecimiento del crédito golpea en la correspondiente demanda, por consiguiente en los pagos, las compras y el empleo. Entonces, aprovechando la “calma chicha” cambiaria, comienzan las presiones para reducir fuertemente las tasas de interés. Al tiempo, sin causa aparente, nuevamente aparecen dificultades con las reservas del Banco Central.

No falla la técnica, estamos delante de las implicancias de la falta de credibilidad. Sobre lo cual la historia económica argentina es bien abundante. En este contexto, me encantaría que el equipo económico circunscribiera su accionar a evitar males mayores, tarea que muy pocos le agradecerán porque como bien afirma Henry Kissinger en sus Memorias, nadie es felicitado por haber evitado desastres, porque muy pocos estaban al tanto de lo que podría haber ocurrido. ¿Lo va a hacer el actual equipo económico, o será parte del problema? Imposible saberlo, sólo debemos estar con los ojos bien abiertos.

Otra de Per O. Grullo. La vida no terminará en diciembre de 2015. Lo que va a terminar es el gobierno presidido por Cristina Fernández de Kirchner. Repito, entonces, la pregunta: ¿qué desafíos enfrentarán las autoridades que triunfen en la consulta electoral de octubre del año próximo?

Dependerá de la situación económica que encuentren, tanto desde el punto de vista coyuntural como desde el de la infraestructura. Sobre la primera cuestión el oficialismo reza para que la crisis le estalle al próximo gobierno y la oposición reza para que ocurra exactamente lo contrario. Veremos qué deseo se transforma en realidad.

En el plano de la infraestructura la cuestión es más clara, y más dramática. Entre 1946 y 1955 Juan Domingo Perón hizo mucha vivienda social, pero deterioró la infraestructura eléctrica, de transporte, etc. Varios años después de su derrocamiento los problemas derivados de la deficiencia eléctrica seguían siendo significativos, como saben quienes recuerdan que al lado de cada televisor había un estabilizador.

De modo entonces que el desafío para las próximas autoridades dependerá, en parte, de las circunstancias.

Inicialmente gozarán del beneficio de la duda, que en economía quiere decir el restablecimiento de la confianza. Como siempre ocurre, esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La ventaja es el redireccionamiento de las energías, particularmente empresariales, para dejar de llenar formularios para satisfacer los requerimientos de la secretaría de comercio, y volver a pensar en el consumidor, en las nuevas tecnologías, etc.

El inconveniente es que, de la mano de la recuperación de la confianza, retornará al país una porción de los capitales fugados. Los argentinos tenemos tanto pero tanto capital fuera del sistema económico, que con que sólo traigamos –por ejemplo- 15% de lo que tenemos en el colchón o las Islas Caimán, destrozamos el poder adquisitivo del dólar. El próximo gobierno podrá sacar el cepo cambiario, teniéndose que ponerse a estudiar qué hace con el “costo argentino”, que en dólares siempre aumenta cuando se restablece la confianza.

No está escrito en las Tablas de la Ley que el próximo gobierno arrancará acertando en el plano económico. Es más, la experiencia argentina más frecuente es precisamente la contraria. Cuando un equipo de gobierno llega al poder luego de haber estado muchos años sin experiencia práctica, generalmente elige el primer equipo económico por razones que poco tienen que ver con la idoneidad. Y por consiguiente, con el correr del tiempo, tienen que corregir.

El primer presidente del Banco Central de Perón fue Miguel Miranda, con el tiempo tuvo que asumir Alfredo Gómez Morales; el primer ministro de economía de Juan Carlos Onganía fue Néstor Salimei, con el tiempo tuvo que asumir Adalbert Krieger Vasena; el primer ministro de economía de Raúl Ricardo Alfonsín fue Bernardo Grinspun, con el tiempo tuvo que asumir Juan Vital Sourrouille, etc.

¿Y entonces? Una alternativa consiste en suicidarnos, otra en migrar. La enorme mayoría de los argentinos no vamos a hacer ni una cosa ni la otra. Vamos a pelearla, tanto antes como después de diciembre de 2015. Lo importante es no contarse cuentos, ni los derivados de las fantasías propias ni los que se escuchan en los medios masivos de comunicación. “Estamos condenados al éxito” fue una antológica afirmación del entonces presidente Eduardo Duhalde. Pero en Argentina 2014 se escuchan versiones menos extremas, pero tan inverosímiles con esa. Cuando alguien dice que es “muy pero muy optimista”, ¿de qué hablará?

Los países tienen componentes idiosincrásicos. La historia argentina, no la de los últimos años sino la de más de un siglo, sugiere que somos un país personalista, caudillesco, exagerado, olvidadizo, con increíble capacidad de recuperación, etc. ¿Por qué en los últimos tramos del actual gobierno, y los primeros del próximo, habría de ser diferente? Téngalo en cuenta para que sus diagnósticos le sirvan para tomar decisiones.

(*) Publicado en la revista FORTUNA de junio 2014.

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