El efecto de la intervención estatal: por qué el agro no gira con ruedas cuadradas

Redacción Fortuna

“¡Figurita Repetida!” gritarían unos cuantos al enterarse de lo que está sucediendo actualmente con el sector agropecuario en la Argentina. El excesivo intervencionismo estatal en el mercado no es nada que no se haya intentado en el pasado con el fin de sustentar ideologías politico-partidarias haciendo base en un sistema ineficiente de extraordinario gasto público y falsa promoción de la industria nacional. Pero así mismo tampoco es algo que haya funcionado.

Promover la “Soberanía Alimentaria”, la redistribución de las tierras y el rol del estado como regulador de la producción es parte de un modelo arcaico que hemos visto fracasar durante parte del siglo XX, en su forma más extrema, en todos los países de la órbita soviética. Mediante la reivindicación de este modelo productivo en la actualidad se afirma que la distribución de la riqueza sería más homogénea y que incluso los recursos naturales se utilizarían con mayor responsabilidad. Pero la colectivización forzada, con la formación de granjas estatales y colectivas, lo único que logró fue atar a los productores a sus tierras coercitivamente y destruyó la producción agrícola a tal punto que la cuarta parte de la producción se generaba en el 2% de las tierras cultivables que se permitía disponer de modo privado. Mas cercana cronológicamente hablando, se encuentra la situación cubana con su producción azucarera que en los años que van del castrismo en la isla, con un doble de población, la producción se ha reducido casi siete veces.

Lamentablemente, la Argentina no es ajena a dichas políticas porque desde hace 12 años su gobierno populista está alineado a estas ideologías socialistas. Diariamente los ciudadanos sufrimos la intervención de la economía, la reducción de nuestra libertades individuales y el permanente ataque a la propiedad privada.

Ya es noticia antigua que el estado se queda con la mayor parte de la renta agrícola en forma de retenciones a la exportación, ROEs, el cepo al dólar y otros impuestos. Tanto es así que haciendo los balances de esta campaña 2014/2015, a pesar de las cosechas record logradas en los campos gracias a las condiciones climáticas, a los productores los números no les cierran. Los precios de los commodities cayeron, es cierto, pero los ingresos con los que contarían de no ser por todo lo que les quita el estado les permitiría estar en una situación muchísimo más favorable frente a esta baja internacional. Es decir, con un precio de 340 U$D/tn de soja, el productor aún hoy sería rentable. El asunto es que los altos precios de los cereales que tuvo la suerte de poseer el sector agropecuario en años pasados lograban amortizar la gran carga impositiva del estado, sostener reglas de juego ineficientes y enfrentar las grandes distorsiones cambiarias. En definitiva, a grandes rasgos, un camión de soja hoy ya pasó de valer $62.000 a un poco más de la mitad, $38.000, sin olvidar que la oleaginosa supo ser el salvavidas de unos cuantos en ocasiones anteriores.

Ante ello, los productores no se quedaron sentados, sino que están recostados en sus bolsones de granos esperando que los números le den nuevamente para vender su producto y hacerse de la liquidez necesaria para saldar deudas y destinar dinero a las nuevas siembras y barbechos.

Al hacer los números para el maíz y el trigo, el rojo decora los balances. La rentabilidad del cultivo de soja para esta nueva campaña sigue poniéndose en duda dado que dependerá en gran medida de la capacidad y posibilidad real de los estadounidenses de cumplir con las estimaciones de cosecha proyectadas por el USDA. En caso de suceder, los precios de la oleaginosa no serían suficientes para cubrir los costos del productor este año.

De esta forma, mediante un intervencionismo directo en el mercado, la producción se ve afectada económica y financieramente. Y esto, lógicamente, repercutirá antes que nada en el proyecto de inversión que se deba formular para continuar con el negocio, incluyendo la aplicación de tecnologías más eficientes y amigables con el medioambiente. Ya se siente la escasa compra de insumos, lo cual repercute en la competencia de toda la cadena de comercialización que depende de esta actividad, y la priorización de calidad sobre precio ha decaído en sobremanera, futura causa de complicaciones a la hora de llevar a cabo los procesos productivos sumado a los posibles impactos ambientales que esto podría tener.

Entonces, y para finalizar, siempre se puede seguir intentando pero difícilmente un cubo logre rodar sobre sí mismo.

El libre mercado no deja de demostrar que es la mejor y más eficiente forma de desarrollar y mejorar los métodos productivos porque justamente cuando es intervenido es que estos parámetros caen en picada. Esto ha sucedido y seguirá siendo así indefectiblemente. Y de todo esto algo queda claro: lo que la libertad empresarial tiende a eficientizar y a volver sustentable, el gobierno estatista logra rápidamente destruir y a tornar insostenible.

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Florencia AbramFlorencia Abram colabora con Fundación Libertad y Progreso, es ingeniera agrónoma y en 2014 fue presidenta del Centro de Estudiantes de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.

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