El delirio de sustituir exportaciones

Por Federico G. Rouco | En el día de la industria, Cristina Kirchner propuso sustituir exportaciones. Los errores del programa.

Redacción Fortuna

En la jerga económica, existían dos grandes programas de crecimiento y desarrollo económico que se focalizaban en el comercio exterior. Estos eran la tan conocida sustitución de importaciones (ISI) y la estrategia de promoción de exportaciones (EPE). Sin embargo, en los últimos días parece que la presidenta ideó uno nuevo, la sustitución de exportaciones. El problema es que no hay forma en la que esta idea llegue a buen puerto.

La ISI fue el programa que se implementó en varios países de Latinoamérica en la primer mitad del siglo XX, primero tras la crisis del 30 y, luego, tras la 2da guerra, en lo que fue una respuesta a la caída generalizada del comercio exterior. A riesgo de simplificar demasiado, el razonamiento detrás de la ISI era que, como el mundo no comerciaba, iba a ser necesario volcar la demanda al mercado interno y a la producción interna, y que estos dos iban a ser los motores del crecimiento, permitiendo a la economía local aislarse de los ciclos externos y de las crisis producidas por los periodos de Stop and Go. Bajo esta idea, las importaciones se reemplazaban con producción interna, lo que, junto al aumento en el empleo por la mayor producción, generaba una mejora en los salarios reales que aumentaba aun más el consumo y la producción, llevando a un círculo virtuoso que nos permitía olvidarnos del ciclo externo.

En el lado opuesto del mundo, los países del milagro asiático experimentaban con otro programa basado en la promoción de exportaciones, con un menor sesgo proteccionista, entendiendo que la forma es integrarse al mundo y no separarse. Vale aclarar que Asia comenzó con la EPE en los 60´s, una vez que los países ya estaban más integrados en cuanto a comercio. Así, el Estado direccionaba inversiones, reorientaba recursos y subsidiaba según se creyera conveniente. La EPE requería un Estado fuerte, que pensara a largo plazo y que priorizara las decisiones de ahorro por sobre las de consumo. La integración con el resto del mundo implicaba competencia y, entonces, un entorno macro más o menos estable, a diferencia de la ISI, que permitía un mayor nivel de autarquía. La idea era que, al aumentar las exportaciones, la entrada de divisas permitiría una mayor producción interna, dando lugar a mejoras en la calidad de vida, siempre a un ritmo de competencia internacional que requeriría un alto nivel de capital humano. Así, también se entraría a un círculo virtuoso en el que la clave es el comercio exterior.

Ahora bien, en los últimos días, la presidente Kirchner nos habló en cadena nacional acerca de la sustitución de exportaciones, algo totalmente nuevo para los hacedores de política económica. La particular idea detrás de esto es que no se refiere a ningún proceso de crecimiento sino a uno donde las exportaciones son reemplazadas por el consumo interno, anulando la posibilidad de aprovechar la amplia oferta de mercados y la fuerte demanda externa. La propuesta oficial se dio al ver que nuestras exportaciones vienen cayendo continuamente, tanto como nuestra competitividad. Nuestro tipo de cambio real, una variable que sirve para medir un componente de la competitividad, se encuentra en niveles de 2001, cuando se compara contra el dólar o el real. Para peor, nuestras exportaciones están al mismo nivel que en 2010.

Se calcula que China estará llegando a un record de importaciones de soja en este año y los demás países están gastando en importaciones lo mismo que hace un año, aun cuando los precios del petróleo y las commodities han bajado mucho, lo que quiere decir que, en cantidades, ahora importan más. Es decir, el mundo no se nos cae encima. El problema de la sustitución de exportaciones es los efectos que un plan así podría tener en el largo plazo:

Reemplaza exportaciones por consumo interno, lo que no genera crecimiento.

Este reemplazo deja sin variaciones a la cantidad de personas empleadas o a la cantidad de capital utilizado, debido a que la producción no variaría.

Al no competir con el resto del mundo, no hay incentivos a que la calidad de los productos sea buena en comparación a los standards internacionales, generando una caída en la calidad del consumo, todo al mismo precio.

El hecho de no exportar implica una menor entrada de divisas, lo que complica las importaciones que, en un país con la estructura productiva de Argentina, son claves como insumos y bienes intermedios.

Esta escasez de divisas se refleja de dos formas: O cae la producción interna debido a la falta de insumos importados o se genera un problema de endeudamiento.

Genera la ilusión de un mayor consumo cuando no hay nada que lo respalde. Entonces, caerá el ahorro, lo que complicará la inversión de las futuras generaciones, además de aumentar el costo de los proyectos de inversión (la tasa de interés).

En conclusión, esta idea no aumenta la producción, ni el empleo, ni la calidad de vida. Por otro lado, sí genera un aumento en el consumo, pero solo en el corto plazo, debido a que en el largo plazo este caerá.

El problema de raíz es que, si no se entienden las causas de los problemas, es muy difícil poder resolverlos. La actual situación económica encuentra su obstáculo original en la inflación y el ascendente déficit fiscal. La necesidad de financiamiento del Estado genera, o una sobreoferta de pesos en la economía, o endeudamiento, lo que implica mayores impuestos en el futuro. El cortoplacismo y el ciclo electoral hacen que el tipo de cambio (no) funcione de ancla inflacionaria, atrasando el tipo de cambio, generando una situación de difícil competencia. Por otro lado, la falta de obras públicas en transporte de carga también hace que los costos sean muy altos, complicando aun más una competencia con los productores de otros países. Además, el atraso cambiario no está cumpliendo sus objetivos, debido a que la inflación sigue en niveles altos (Argentina está entre los 14 países del mundo que tienen una tasa de dos dígitos. Si, solo 14). Como consecuencia de todo esto, en vez de atacar el problema y buscar una solución, el gobierno intenta inventar un programa que, como se vio, solo profundizará los problemas que hoy tenemos. Es decir, la continuación del kirchnerismo nos llevará a lo que se intento explicar en los 7 problemas antes mencionados de la economía Kirchnerista.

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Federico G. Rouco es Licenciado en Economía por la UCA y la University of Leeds y está cursando el Posgrado en Economía Social de la UCA. Además es Analista Económico de la Fundación Libertad y Progreso.

Twitter: @fgrouco

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