La inflación está bajando

Por Martín Tetaz (*) | Aunque los precios siguen subiendo, la velocidad a la que lo hacen empezó a bajar. La importancia de enfocarse en la llamada "inflación núcleo".

Redacción Fortuna

Sé que el título resulta provocador, porque la inflación es escandalosamente alta y encima como tenemos precios nuevos y salarios viejos, el bolsillo siente los aumentos más que nunca.

Me gusta pensar la inflación como una velocidad, porque en efecto muestra cuán rápido están corriendo los precios, pero porque además facilita la analogía con el auto que venía a 200 y ahora pasa a 150 kmh. Todavía la velocidad es muy alta, pero ya no viene a 200 y lo mismo ocurre con los precios; aún desde niveles muy elevados, la velocidad a la crecen los precios está bajando.

El gráfico que acompaña la nota muestra la evolución del IPC Resto de la Ciudad de Buenos Aires, en las devaluaciones de enero del 2014 y en la de diciembre pasado. Ese índice de precios al consumidor no tiene en cuenta ni los aumentos estacionales, ni los de los precios regulados por el Gobierno, de modo que indica qué es lo que realmente está pasando con el proceso de fondo de formación de precios en el sector privado de la economía, algo que los economistas denominamos “inflación core” o “inflación núcleo”.

Del mismo modo que nadie podría argumentar que está bajando la inflación porque en marzo los alquileres en Mar del Plata están más baratos que en enero, para ver si realmente hay un fenómeno de fondo, una enfermedad en el sistema económico que está haciendo subir sistemáticamente los precios, es preciso mirar lo que ocurre con el resto de los bienes y servicios, sin tener en cuenta los cambios estacionales en los precios y eso es exactamente lo que hace el IPC Resto.

Para entender la conveniencia de separar las tarifas reguladas del resto de los precios pensemos en la causa del fuerte aumento reciente en las facturas de luz. ¿Cuáles son las razones de fondo que hicieron más cara la generación, transporte y distribución de energía? ¿Ocurrió algo desde noviembre pasado que encareciera alguno de los procesos necesarios para que tengamos luz en casa? Es probable que la devaluación haya tenido un impacto, pero ¿del 300%? No, lo que pasó es que las tarifas se mantuvieron congeladas por muchos años en los cuales el proceso inflacionario encarecía a un ritmo del 25% anual los costos de esa energía.

Esta diferencia es muy importante, no porque aporte en la pelea política de si es culpa tuya o mía, que para el efecto en el bolsillo es poco relevante, sino porque permite entender si los aumentos son consecuencia de algo que se está haciendo mal ahora y por lo tanto amerita un cambio de rumbo, o por el contrario responden al reconocimiento de la inflación acumulada en años anteriores y no justifican por lo tanto un giro en el timón ahora. Por eso para comprender lo que está pasando con el proceso de formación de precios y el impacto que tuvo la reciente devaluación, junto con la eliminación de retenciones, es preciso aislar los cambios de precios que obedecen a cuestiones regulatorias, que no son consecuencia del proceso de formación de precios del sector privado y eso es lo que hace el IPC Resto.

Entonces, si el IPC Resto es el indicador que mejor capta lo que está ocurriendo con los formadores de precios y las respuestas del mercado ante los cambios en las principales variables, como el precio del dólar, la emisión monetaria, las paritarias y las políticas comerciales, ese es el termómetro que tenemos que mirar para comprender lo que está pasando con la inflación y actuar en consecuencia.

Como muestra el gráfico, lo cierto es que la inflación se aceleró de manera brutal en diciembre y viene frenando en enero y febrero, de manera casi calcada con lo que ocurrió en la anterior devaluación de enero del 2014. En el mes que asumió el nuevo gobierno los precios núcleo de la economía subieron 4,5%, mientras que en enero treparon 4,1% y en febrero aumentaron 3,0%.

Evidentemente el factor disparador, al igual que en el 2014, fue la corrección cambiaria, con la diferencia de que en esta oportunidad la devaluación fue mayor y además coincidió con la baja de las retenciones al sector agropecuario.

El dólar aumentó prácticamente un 60% desde diciembre, y para el caso de muchos productores agropecuarios incluso más, porque las retenciones operaban en la práctica como un tipo de cambio diferencial, reconociéndole a un productor de soja un dólar real de $6,30. De modo que, por la combinación de la devaluación y la baja impositiva, el dólar soja subió un 77%, mientras que el dólar maíz y el dólar trigo crecieron prácticamente un 100%. Las figuras son incluso conservadoras, porque además se eliminaron trabas a las exportaciones, que también operaban bajando el precio que recibían los productores.

Ello explica por qué en los últimos tres meses el IPC núcleo acumuló un 12% de aumento, casi idéntico porcentaje al experimentado por el mismo indicador en los tres meses siguientes a la devaluación del 2014. Más aún si miramos exclusivamente el rubro Alimentos y Bebidas, en los últimos tres meses el changuito del súper se encareció un 14%, que también coincide con lo que habían aumentado esos productos entre enero y marzo del 2014.

La razón por la cual, a pesar de una devaluación más importante la inflación no fue mayor es que, por obra y gracia de las restricciones de divisas y las barreras al comercio, muchos precios de la economía ya estaban fijados a un dólar más alto y además por culpa del atraso cambiario, según un informe de CAME solo 1 de cada 8 pesos que pagábamos en góndola, correspondían a lo que recibía el productor, de modo que buena parte del impacto se diluyó en la cadena de intermediación.

El freno de la inflación también se está produciendo en el súper, en sintonía con lo que ocurrió en 2014. Alimentos y bebidas que habían subido 4,9% en diciembre, escalaron 4,7% en enero y desaceleraron a 3,8% en febrero. Otra vez; son velocidades obscenas de crecimiento de los precios, pero son cada vez menores.

A este ritmo el impacto del cambio en los precios relativos (la devaluación) habrá terminado de operar en los próximos tres meses y para mediados de año Argentina estará devuelta sobre la tendencia inflacionaria del orden del 2% mensual que prevalecía antes de la suba del dólar.

Lo que ocurra en el segundo semestre dependerá del éxito de la política monetaria contractiva del Banco Central, que siempre opera con rezagos (porque los precios no ajustan de manera instantánea a los cambios en las cantidades de dinero), y de su muñeca para estabilizar el dólar, que es clave en la formación de expectativas de empresarios y consumidores.

* Autor de Casual Mente | Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.

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