Proteccionismo de alto voltaje: Porqué las zapatillas, los jeans y los celulares son más caros en Buenos Aires que en Nueva York o Lima

Por Marcos Hilding Ohlsson | Un efecto directo de las trabas a las importaciones es que ciertos productos no se pueden adquirir en la Argentina, o son mucho más caros que en el resto del mundo. Galería de fotosGalería de fotos

Redacción Fortuna

Comprar un auto, cargar un litro de nafta, comerse una hamburguesa de marca, o comprarse jeans o zapatillas en Buenos Aires puede salir entre un 10% y un 300% más caro que hacerlo en otras capitales como Lima, Santiago de Chile o Nueva York, dependiendo el caso. A pesar de los cambios positivos implementados por el gobierno de Mauricio Macri en cuanto a la apertura económica, la Argentina aún está comercialmente alejada del mundo. Los precios locales de bienes semidurables y durables llegan a duplicar y triplicar los de países vecinos. Los motivos no son otros que la protección arancelaria y paraarancelaria, las trabas regulatorias y las ineficiencias burocráticas que suelen estar acompañadas de corrupción y privilegios. Además, el retraso cambiario asociado al déficit fiscal financiado con endeudamiento externo, también contribuye a la pérdida de competitividad.

Un efecto directo de las trabas a las importaciones es que ciertos productos no se pueden adquirir en la Argentina, o son mucho más caros que en el resto del mundo. El I-Phone es ejemplo concreto de esto. Hasta el 2017 no se podía comprar en un negocio oficial y cuando finalmente se habilitó su venta fue a un precio que era más que el doble que el precio internacional. Es difícil medir el impacto económico de la falta de ciertos productos en el país, pero ciertamente perjudica a la mayoría de los ciudadanos.

Los precios en Argentina de algunos productos son llamativos. Una plancha cuesta hasta 4 veces lo que cuesta en Perú, una TV el doble de lo que cuesta en Chile, botines o zapatillas el doble de lo que cuestan en estos países. Una moto cuesta un 70% más, los autos usados el 100% más.

Una página web, Numbeo, compara precios de distintos bienes en muchos países o ciudades del mundo. Ahí se puede comparar a Buenos Aires con otras capitales del mundo. Se puede ver que especialmente en bienes de consumo, sea ropa o zapatillas, en Argentina cuestan un 40% más que en ciudades como Lima o Santiago, o incluso un 30% más caros que Nueva York.  En Argentina, en general los bienes transables son más caros, pero los no transables pueden llegar a ser más baratos, en especial el transporte público que sigue siendo subsidiados.

En el cuadro adjunto se puede observar que un auto cero kilómetro es un 50% más caro que en Santiago de Chile, un litro de nafta es 75% más caro que en Nueva York o unos jeans Levis 501 son 100% más caros que en Lima. Esto es sólo un muestro, pero la diferencia puede llegar a ser mayor con productos electrónicos. El problema, no es sólo de precios o económico, sino que esto afecta directamente la calidad de vida de la gente.

La diferencia de precios se puede ver patentemente en las largas filas de autos que cruzan la frontera a Chile o a Paraguay para comprar productos más baratos o en los argentinos que viajan a Miami para comprar desde ropa y electrodomésticos a bienes tecnológicos. Esto sucede porque los precios de los bienes en esos países pueden llegar a ser la mitad o menos. El problema es que como la mayoría de la población no tiene oportunidades para viajar, no puede adquirir mejores productos a menor precio y termina pagando precios ridículos o no beneficiándose de la adquisición de una tecnología que puede mejorar su productividad.

En este sentido, desde Libertad y Progreso proponemos una serie de políticas para mejorar al acceso a bienes a un buen precio para la ciudadanía, en el trabajo Una Argentina Abierta: Las ventajas de tener una economía integrada y propuestas de cómo lograrlo”, realizado junto a Manuel Solanet. Entre estas propuestas enfatizamos, entre otras cosas, la urgencia de desarrollar una estrategia del país para facilitar el comercio, reducir los impuestos aduaneros, reducir la discrecionalidad y las trabas para arancelarias, impulsar comerciales multilaterales y bilaterales y medidas unilaterales para facilitar el comercio, apuntar al arancel externo común y lo más bajo posible, impulsar acuerdos de libre comercio entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, simplificar el sistema para evitar los lobbies o privilegios, reducir al máximo la discrecionalidad en la Aduana, en los puertos abrir la aduana 24hs, crear un tribunal contencioso administrativo abierto 24hs y que responda con velocidad ante diferencias en la aduana,  no retener anticipadamente los impuestos internos.

Estos cambios deben acompañarse con otras reformas estructurales, para no repetir errores del pasado. En ese sentido, es fundamental reducir el déficit fiscal, el endeudamiento estatal y el gasto público, para dejar de tener una moneda sujeta a inflación

Accedé al trabajo de investigación completo haciendo click aquí.

Marcos Hilding Ohlsson es economista e investigador de Libertad y Progreso

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