Los efectos del Cuadernogate

Por Ceferino Reato* / El editor ejecutivo de Revista Fortuna da un panorama del tema corrupción y habla de las empresas que se blidan contra este flagelo.

Redacción Fortuna

Desde fines de abril, la crisis económica comparte cartel con las denuncias por corrupción durante el kirchnerismo, que a partir del 1° de agosto alcanzaron otra dimensión con los primeros resultados de la investigación judicial basada en los famosos cuadernos de Oscar Centeno, el ex chofer de Roberto Baratta, la mano derecha, o izquierda, del ex ministro Julio De Vido.

El Cuadernogate está teniendo varias consecuencias prácticas; una de ellas es la decisión de muchas empresas de mejorar o fortalecer sus prácticas anticorrupción, que es el tema de tapa de Fortuna. Ya se verá si esta reacción tiene un sustento ético profundo o resulta más bien una jugada de marketing, pero sería bueno que accionistas y gerentes tomaran nota del carácter histórico que, a mi juicio, tiene la investigación del juez Claudio Bonadio.

No es una causa más. Por un lado, los cuadernos de Centeno ofrecen indicios comprobables del vasto esquema de corrupción diseñado por Néstor Kirchner ya desde los primeros meses de su presidencia. El hombre traía desde Santa Cruz una vasta experiencia.

No es que antes del kirchnerismo no hubiera habido coimas en la obra pública. Sospechas existieron siempre; incluso la imagen del Club de la Obra Pública viene desde lejos. Pero, es la primera vez que existe un registro tan exhaustivo de citas y pagos como el que debemos a la pluma obsesiva de Centeno.

Por otro lado, los escritos de Centeno fueron confirmados por muchos empresarios, que prefirieron acogerse a la novedosa figura legal del “arrepentido”. Es una investigación que marca el final para toda una época en el negocio de la obra pública. Revela también un rasgo distintivo del modelo político ideado por Kirchner y heredado por su esposa, Cristina. El año pasado, cuando publiqué el libro “Salvo que me muera antes”, tomé un concepto del politólogo italiano Sergio Fabbrini para describirlo: “Democracia plebiscitaria”. Me sigue pareciendo más apropiado que “populismo”, que a esta altura significa tantas cosas.

“Democracia plebiscitaria” alude a un régimen en que “un caudillo, sostenido fielmente por un aparato político, se vincula de una manera directa con el pueblo”. Directa, es decir sin instituciones que realmente medien entre el jefe –o la jefa— y la gente: sin Congreso, sin Poder Judicial, sin medios de comunicación, pero también sin empresas fuertes y autónomas. Obviamente, en el kirchnerismo siguieron existiendo las empresas, pero varias de ellas fueron comprometidas por el barro de la corrupción. Perdieron su autonomía para criticar el rumbo económico. Peor aún: hasta toleraron el maltrato personal no solo de los Kirchner sino también de los funcionarios de segunda que se dedicaban a recolectar las coimas.

Hasta por esa cuestión de formas el Cuadernogate es una buena noticia.

*Editor ejecutivo de Revista Fortuna