Por Rosendo Fraga /La amenaza a los gobiernos de orientación neoliberal muestra que el crecimiento económico no es suficiente para obtener el consenso social.
En una América Latina convulsionada, las grandes potencias están presentes en la región, ya sea por acción u omisión. Los EE.UU. son la potencia hegemónica, tanto por geografía, peso económico e intereses estratégicos. Desde enero su prioridad fue el cambio de régimen en Venezuela. A medida que la crisis de este país se fue prolongado, el objetivo se amplió a impedir la influencia a través del gobierno de Nicolás Maduro, de Cuba, Rusia y China.
La amenaza a la estabilidad regional que han representado las protestas que irrumpieron en Ecuador, Chile y Colombia- aliados de Wasington- en Américas del Sur, llevó a la Administración Trump a tratar de sostenerlos. Acusó a Rusia de incentivar el desorden en Chile y destacó la presencia de militantes venezolanos y cubanos en las protestas que tuvieron lugar en Ecuador. Una semana antes que tuviera lugar en Colombia la huelga con movilización que inicio las protestas, la embajadora de EE.UU. en la UN recorrió la frontera entre Colombia y Venezuela. En cuanto a China, apuesta por la estabilidad, sin asumir posturas ideológicas, buscando que los acuerdos para infraestructura e inversiones se mantengan más allá de los cambios que tengan lugar en cada país.
La amenaza a los gobiernos de orientación neoliberal (Ecuador, Chile y Colombia) muestra que el crecimiento económico no es suficiente para obtener el consenso social. En el primero, la crisis que tuvo lugar en octubre no ha sido superada. En la segunda quincena de noviembre, el FMI ha vuelto a insistir con las reformas que precipitaron la crisis. El Congreso ha hecho saber no las aprobará. El organismo internacional comienza a poner en duda que el Presidente pueda dominar la presión que mantiene el sector indígena. En Chile, el compromiso de convocar un referéndum para reformar la Constitución atenuó las protestas, pero éstas continúan en el centro de Santiago. Las denuncias de violaciones a los derechos humanos en la represión, han llevado a legisladores de la oposición a pedir el juicio político del presidente Piñera. Este anunció el envío al Congreso de un proyecto para que las Fuerzas Armadas se hagan cargo de la seguridad de la infraestructura, sin necesidad de que se declare el estado de excepción, que requiere la aprobación del Congreso. La oposición ha rechazado el proyecto.
En Colombia, las protestas han generado 3 muertos y decenas de heridos. El gobierno del presidente Duque ha desplegado tropas tanto en la Capital como en la frontera. Ha adelantado el diálogo con quienes protestan (estudiantes, indígenas, sindicatos, movimientos sociales y las FARC) el que no parece fácil de llevar a buen puerto.
Pero al mismo tiempo, se ven amenazados por protestas los países de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA). En 2018, dejó este grupo Ecuador, al producirse la ruptura del presidente Lenin Moreno con su antecesor (Correa).
En Bolivia, tras la manipulación con el resultado electoral que intentó Evo Morales, que tras 13 años en el poder buscó un cuarto mandato, que en visión de la oposición transformaba el país en otra Venezuela. Tras la primera vuelta la oposición salió a la calle, tuvieron lugar incidentes y Morales, perdiendo el control de la Policía y sin apoyo de las Fuerzas Armadas, renunció exilándose en México. El Gobierno Provisional encabezado por la senadora Añez está logrando controlar la situación y ha logrado que la asamblea legislativa con el voto del partido de Evo -el MAS- apruebe la convocatoria a elecciones.
En Venezuela, un Guaidó debilitado convocó nuevamente a la oposición a las calles, con menos resultado que en el pasado. En Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega sigue reprimiendo a la oposición en las calles, habiendo rodeado una Iglesia en la cual una decena de opositores ha iniciado una huelga de hambre. En cuanto a Cuba, sufre el agravamiento de la situación económica que está produciendo el incremento del cerco económico –y el bloqueo– agravado por la Administración Trump. Se evidencia así como la ola de protestas que tiene carácter global, ha producido un capítulo latinoamericano, que afecta tanto a gobiernos de centro-derecha como de orientación populista o totalitaria.
México y América Central y los riesgos de otros países de América del Sur. México se mantiene neutral tanto en el conflicto de Venezuela como el de Bolivia, siguiendo la tradición de “no intervención en los asuntos internos de otros países”. En América Central, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Honduras –los dos últimos son de los pocos países del mundo que reconocen a Taiwán– reconocen al gobierno Provisional de Bolivia, mientras que El Salvador ha roto relaciones diplomáticas con Venezuela.
Pero volviendo a América del Sur, Uruguay ha realizado la segunda vuelta. Este país y Paraguay parecen al margen del riesgo de tener protestas violentas que compliquen la gobernabilidad. Perú, pese a la inestabilidad económica, el gobierno de Vizcarra logra tener la situación bajo control.
Algo similar ocurre en Brasil, donde el presidente Bolsonaro acaba de adoptar medidas para permitir que las Fuerzas Armadas pueden tener roles en seguridad interior con cobertura jurídica si las protestas se desbordan.Queda Argentina, donde el 10 de diciembre asume Alberto Fernández, quien llevando a la ex presidenta Cristina Kirchner como Vicepresidenta, aspira a liderar el “progresismo” latinoamericano. Pero enfrenta una economía difícil, tras un año y medio de recesión, la que se prolongará en 2020, haciendo incierto el futuro.