Por Anne Krueger* / La ex directora del FMI critica al presidente de EE.UU. por los aranceles a las importaciones.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lideró al mundo en la reducción de barreras proteccionistas y la creación de un sistema comercial abierto basado en reglas. Eso dio lugar a medio siglo del crecimiento económico más rápido de la historia de la humanidad. Pero el gobierno del presidente Donald Trump se ha lanzado a deshacer el progreso alcanzado, echando a correr un proteccionismo contagioso, que probablemente se extenderá mucho más allá de las industrias que quiere aislar de la competencia extranjera.
Tómese por caso la importación de acero, a la que el gobierno de Trump impuso en marzo un arancel del 25%. Como fundamento se adujo la “seguridad nacional”, pese a que la industria militar estadounidense equivale a apenas el 3% del consumo de acero del país.
Hay unos 80 mil trabajadores del acero en EE.UU. y las empresas consumidoras de acero emplean a varios millones más. Según un estudio publicado en marzo, los aranceles de Trump al acero y al aluminio pueden crear 33.400 puestos más en sus respectivos sectores, pero destruirán 180.000 puestos en el resto de la economía. Los aranceles al acero ya están poniendo a las empresas consumidoras en seria desventaja respecto de sus competidoras extranjeras. Y mientras esas empresas pierden cuota de mercado, dentro y fuera del país, la industria estadounidense del acero también perderá competitividad, al estar protegida de la competencia extranjera.
Como demuestra la enorme cantidad de solicitudes de exención, administrar una política proteccionista es extremadamente complejo, incluso si se trata de una sola industria. Los aranceles de Trump al acero son todavía más desconcertantes si se tiene en cuenta que ya hay un exceso mundial de capacidad productiva. En vez de buscar una solución multilateral, Trump está tratando de aumentar la producción estadounidense de acero, algo que sólo puede agravar el excedente.
Para colmo, el gobierno estadounidense analiza la introducción de otros aranceles. Trump volvió a amenazar con imponer un gravamen del 25% a los automóviles, en particular a los de la Unión Europea. El Instituto Peterson para la Economía Internacional calcula que si cumple las amenazas, el costo de un auto nuevo en Estados Unidos aumentará entre u$s 1.400 y 7.000. En síntesis, los aranceles de Trump al acero ni reducirán el déficit de cuenta corriente de EE.UU. ni generarán creación neta de empleos. El déficit surge de la diferencia entre el ahorro nacional y la inversión nacional. Los aranceles a las importaciones no tendrán ningún efecto sobre esos indicadores, pero aumentarán los costos para los consumidores y productores estadounidenses. En vez de fantasear con nuevos aranceles, el gobierno de Trump tiene que poner freno a sus esquemas proteccionistas.
*Ex economista jefa del Banco Mundial y subdirectora gerente del FMI
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