Los desafíos de la crisis

Por Ceferino Reato / A quiénes se va a cargar el costo de esta crisis. Los errores del gradualismo.

Redacción Fortuna

Estamos en pleno desarrollo de una crisis que, en según la columna del analista Rosendo Fraga, ya tiene la envergadura de las dos grandes crisis desde el retorno a la democracia: las de 1989 y 2001. Según Fraga (sugiero fuertemente la lectura de su columna), el desenlace de esta crisis no tiene por qué ser el mismo que el que tuvieron las anteriores. Todo dependerá de la calidad de nuestra dirigencia, en especial del presidente Macri y del favorito para sucederlo, el peronista Fernández. No solo depende de ellos pero sí, básicamente, de ellos.

Evidentemente, el gran problema es que ambos son competidores políticos y, para colmo, nunca se han llevado bien. Llevarse o no bien no sería un dato si estuviéramos en otro país, por ejemplo, en Finlandia, donde parece que todo funciona, pero en esta región del mundo las cuestiones personales suelen interferir en el análisis y la resolución de las situaciones. Por lo general, solo el respeto mutuo o el miedo también mutuo hacen que los líderes olviden sus diferencias y cooperen hacia una solución común. Podríamos hablar de valores relacionados con el país, la Patria o las generaciones futuras, pero eso suele ser retórica.

El buen análisis prescinde del palabrerío. Como ha escrito el economista Juan Carlos De Pablo, cuando se desata una crisis en la Argentina conviene ir pensando en quiénes pagarán los mayores costos. En su opinión, los “pagadores” suelen ser uno o más de tres grupos bien definidos: los tenedores de pesos, los acreedores y los contribuyentes. Los tenedores de pesos son pagadores natos a través de la inflación; en cuanto a acreedores y contribuyentes parece inevitable que al menos algunos también pagarán.

¿Pagarán qué cosa? Las crisis en nuestro país son eventos particulares, pero todas tienen un origen común: el Estado gasta más de lo que puede. La solución de este déficit durante el “cristinismo” fue típica: emitir, emitir y emitir. Para el “macrismo” fue endeudarse aprovechando la baja tasa de interés global y a la espera de que las inversiones pusieran en marcha la economía.

Visto desde este presente de crisis, ¿cómo pudo ser que el Gobierno creyera que podría financiar un gasto público en exceso a través de endeudarse en dólares? Fue el remedio conocido como “gradualismo” que tanto mareó a funcionarios, legisladores, analistas, consultores y periodistas especializados.

Este amargo despertar nos lleva a una pregunta obvia: ¿no habría sido mejor que Macri realizara de entrada un drástico recorte del gasto y un paquete de reformas que modernizaran nuestra actividad económica? ¿No habría sido ése su legado histórico más allá de las elecciones, que, en una democracia republicana, se pierden y se ganan sin demasiado drama?