Los riesgos de la Inversión Extranjera y la baja innovación argentina

Por Leandro Ocon (*) | Para muchos la inversión extranjera es el camino a la salvación, para otros es condenar al país. Es necesario elaborar políticas estratégicas que trasciendan los dos extremos.

Redacción Fortuna

La inversión extranjera ha demostrado ser un arma de doble filo en Argentina. Sin duda, representa un beneficio siempre y cuando la misma promueva el desarrollo y no profundice la asimetría respecto de voluntades que muchas veces exigen más de lo que dan.

El mundo ha ido cambiando, pero las discusiones respecto de las inversiones extranjeras en nuestro país continúan reproduciendo su histórico movimiento pendular. Por un lado, escuchamos voces que exclaman “¡vienen a saquear al país!” encarnando el pensamiento de Rogelio Garcia Lupo, quién, en su emblemática obra Contra la Ocupación Extranjera, criticaba con desconfianza y rechazo las denominadas corporaciones transnacionales y los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Por otro lado, escuchamos también a aquellos que desconfían del Estado como el artífice y mediador en la economía de un país. Rememorando el pensamiento que Federico Pinedo (Padre) esbozó en El Fatal Estatismo, obra en la que el autor bregaba por el libre mercado y convocaba a inversores externos a aportar recursos que no podemos adquirir por nuestros propios medios.

Este debate lleva más de medio siglo ondulando entre unos y otros, pero la realidad es innegable: vivimos en un mundo cada vez más globalizado. Hoy en día, todos los países, inclusive las economías más industrializadas, conviven y se articulan sobre grandes corporaciones propias y ajenas y, de alguna u otra forma, logran sacar provecho de ello. En el mundo moderno en el que vivimos, los extremos han demostrado no ser favorables.

¿Cuáles son en este escenario las opciones del desarrollo? ¿Cómo aprovechar las oportunidades históricas que hoy tiene la Argentina para repensar su modelo de desarrollo? ¿Qué tipo de inserción internacional es la que verdaderamente queremos?

La inversión extranjera no es intrínsecamente mala, depende en gran medida de los objetivos y la estrategia de inserción internacional de cada país; sin dejar de lado cuestiones tales como la corrupción, que termina por socavar posibilidades reales de beneficios al mediano y largo plazo. Que la inversión extranjera derive en mayores capacidades domésticas, mejore la estructura científico-tecnológica y un mayor desarrollo del país es un escenario posible.

Mientras se habla de la cuarta fase de la revolución industrial y de sociedades de conocimiento la realidad para todos los argentinos es que en Argentina se innova poco. De acuerdo a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, a pesar del aumento notable de presupuesto en investigación y desarrollo y de más cantidad de recursos humanos, la tendencia histórica nacional de registro de patentes por parte de ciudadanos ha sido descendente; es decir, hace 50 años atrás se innovaba más que ahora.

Si hay un caso emblemático que nos permite resumir el problema estructural que hace años tiene la industria argentina y su capacidad de innovación, es el de la existencia de empresas dedicadas al ensamblado en el sur del país. La cruda realidad es que contrariamente a lo deseado, el polo “industrial” de Tierra del Fuego no terminó por derramar un mejoramiento ni en la capacidad industrial ni en la innovación del país. Reflejándose en el espejo de las maquilas, se trata del último eslabón de una dinámica que responde a la división internacional del trabajo, poniendo al argentino en el estrato más bajo.

Además, y a diferencia de muchos otros países, existe en Argentina un grado muy bajo innovación en el sector privado y lo que se innova a nivel público rara vez derrama en las empresas nacionales. A nivel local la integración de la ciencia y la tecnología al aparato productivo es escasa, aunque se invierte una gran cantidad de recursos en investigación y desarrollo. De allí subyace la noción de que se llega a buenos prototipos, pero rara vez a la fabricación y puesta en funcionamiento efectiva.

¿El pedido de auxilio al exterior romperá con los vicios del actual sistema productivo?

A pesar del reconocimiento de que no existen soluciones mágicas, muchas de las políticas públicas descansan en supuestos que no vienen acorde a lo esperado. De una y otra forma, en las últimas décadas Argentina se ha puesto en un lugar de creciente asimetría con el exterior, tanto en productos acabados como en partes o componentes de alta tecnología.

Las experiencias de éxito en Argentina, compartidas con otros países, demuestran que es necesario identificar sectores estratégicos de la economía, tanto por su valor económico como por su valor político-social. Más y mejores políticas sectoriales pueden rendir mejores frutos en aumentos de capacidades y de posicionamiento del país en el mundo. Saber qué sectores y cómo generar las condiciones necesarias para su consolidación es una de las labores políticas fundamentales que pueden transformar una crisis en una oportunidad.

Los sectores estratégicos no solamente valen por su capacidad económica, como es el campo, donde además existen instituciones de innovación como el INTA. Existen sectores estratégicos que valen por su rol político-social, como por ejemplo el sector nuclear, uno de los más avanzados en el mundo a nivel tecnológico. Aunque, lamentablemente, su rol en la matriz energética es mucho menor que el deseado y necesario.

Existen, además, nuevas áreas donde la argentina se encuentra cada vez mejor posicionada, como la industria del software, que en la actualidad importa por su valor social, político, económico y hasta militar (cyberdefensa).

Estas áreas que son de gran relevancia para la Argentina, dependen de una armónica participación del Estado y de políticas específicas orientadas al corto, mediano y largo plazo teniendo en claro el alcance y los límites de la participación de actores de intereses distintos a los nacionales. Es necesario un mejoramiento de políticas educativas y científicas que se amalgamen con los objetivos establecidos. El Estado debe favorece que el capital privado local, las universidades y las instituciones estén presentes funcionando coordinadamente. De allí, con una clara visión de largo plazo, se puede tomar la decisión de qué lugar debe ocupar y hasta dónde debe llegar el capital internacional.

El nuevo modelo de desarrollo y su devenir, su éxito o fracaso, dependerá de que se sepa orientar la política económica con visión estratégica, sensatez, pragmatismo y proyección a futuro. Es posible una posición superadora de la tradicional discusión pendular, ¿Será este el momento histórico?

(*) Licenciado en Ciencia Política (UdeSA) y Magister en Estrategia y Geopolítica (ESG).