Turquía ya hizo lo que la Argentina necesita hacer

Por Rodrigo Álvarez / En Turquía, los acreedores internacionales y el FMI financiaron la transición logrando una rápida desinflación con crecimiento.

Redacción Fortuna

En 1999 Turquía tenía una inflación de 65% anual, un déficit fiscal de 12% con una deuda pública de 55% del PBI y una tasa de política monetaria de 110% nominal. La economía caía al 3% anual. Esto luce bastante similar a la situación argentina, excepto por el déficit fiscal y al stock de deuda. El primero es un tercio del observado en Turquía aunque la deuda pública es casi el doble. Situaciones comparables.

En 2008, luego de tres renegociaciones con el FMI, la economía crecía sostenidamente  a un ritmo del 5% con 5% de inflación. Un virtuoso doble 5.

¿Cuál es el secreto? En 2004, Turquía tenía 4 puntos de déficit en cuenta corriente sobre producto desde un superávit de 2 en 2001. En ese lapso, las reservas bajaron sólo desde 5 a 4  veces el nivel de importaciones. Más importante aún, la volatilidad del tipo de cambio nominal bajó tendencialmente y el tipo de cambio real se mantuvo estable entre puntas. La economía creció y el desempleo se mantuvo estable. La inflación se redujo del 60% al 5-10% con metas implícitas de inflación.

Esto sugiere apoyo externo para financiar la transición sin presionar “el equilibrio social”. Cómo el déficit financiero (público) se ubicó bien arriba de los 5 puntos del producto hasta que la deuda pudo ser estabilizada en base al crecimiento económico, los acreedores internacionales (además del FMI) financiaron la transición de Turquía, consiguiendo una rápida desinflación con crecimiento, garante básico de la gobernabilidad.

¿Cómo podemos implementar algo similar? Al igual que ocurrió en Turquía, quizás el FMI puede permitir un empujoncito para poner la economía en marcha. En 2002 el “stand-by” en ese país superó el nivel de reservas internacionales, lo que en nuestro caso implicaría un crédito adicional de casi u$s 10.000 millones. Con esos recursos, quizás se podría instrumentar un fondo de estabilización para el tipo de cambio nominal en un marco de reformas orientadas a reducir la inflación.

El antecedente existe, las condicionalidades también. En esta columna presentamos en detalle diferencias y similitudes con Turquía 2000-04. Lamentablemente, Brasil, Turquía, Perú, Chile e Israel (todas desinflaciones exitosas) tienen un denominador común: el apoyo externo en forma de déficit en cuenta corriente. Quizás la oportunidad la tenemos, la idea es aprovecharla al máximo a través de un fondo de estabilización en cabeza del BCRA controlado por el FMI.

Veamos la evolución de Turquía entre 2000 y 2004. En el 2000 la inflación voló al 60% luego de mantenerse persistente y moderada desde principios de los ‘80. Las autoridades decidieron acordar un stand-by con el FMI, el cual tuvo 3 tramos en el período bajo análisis. La inflación era del 60% en el 2000, tuvo una baja transitoria a través de una “tablita” acordada con el FMI, que colapsó en 2001, llevando la inflación al 75%. Desde ese año, bajó tendencialmente hasta la zona del 5-10% y se mantuvo allí desde entonces. El tipo de cambio real efectivo se mantuvo estable entre puntas, aunque toda la apreciación se debió a la “tablita” del 2001. La tasa de interés nominal interbancaria tuvo picos exorbitantes entre 2000 y 2001, para luego ubicarse por debajo de la inflación en 2002. En 2003 y 2004 la tasa real se mantuvo positiva. El desempleo subió de la zona del 6 al 10% entre 2000 y 2002, para luego mantenerse en ese nivel.

La economía tuvo una fuerte recesión en 2001, producto de la crisis bancaria que acompañó la salida de la tablita. Luego creció en torno de 6% entre 2002 y 2004. El resultado en cuenta corriente se mantuvo en 4 puntos de déficit entre puntas, con un superávit de 2 puntos debido a la recesión de 2001. El resultado primario, luego de ajustar en 2000 desde casi cero a un superávit de 4 puntos, se mantuvo en ese nivel. Vale recordar que el déficit financiero llegó a ser casi de 10 puntos, debido a la elevada carga de intereses. Esta demanda de dólares derivó en un déficit en cuenta corriente. Los agregados monetarios, como es de esperar, acompañaron las oscilaciones de la inflación. La volatilidad del tipo de cambio pasó de 6 en 2000 a 2 en 2004. El ratio exportaciones a producto pasó de 9 a 15% entre 2000 y 2004.

En ese mismo período se implementaron varias reformas estructurales: una previsional, cambio en las condiciones de la deuda pública por mercado sin canjes ni reperfilamientos y todo bajo la tutela del FMI, reformas en el sistema bancario y financiero, reestructuración de la deuda corporativa, y una persistente política monetaria y fiscal restrictiva con un compromiso explícito de las autoridades de bajar la inflación.

Esta realidad me genera las siguientes sugerencias para nuestro país: la negociación con el FMI debe enfocarse en lograr una reducción en la volatilidad del tipo de cambio nominal en un contexto de controles de capitales al ingreso y bandas cambiarias angostas. Además, la postura de la política fiscal debe ser mantenida, aunque no profundizada severamente. Los fondos adicionales deben ser contingentes y en cabeza del BCRA, de manera tal de constituir un fondo de estabilización cambiaria y reducir las condicionalidades. El objetivo de las autoridades en 2020 debe ser sacar a la Argentina de la zona del 60-70% de inflación a un régimen de inflación moderada, en torno de 35%. Esto se podría implementar con un esquema de bandas de agregados coordinadas con las bandas de tipo de cambio. En este sentido, quizás la renegociación por la deuda pendiente con el FMI puede ser cada 12–15 meses.

El próximo gobierno hereda una situación algo similar a la que enfrentó Turquía en 2000. Podríamos enfocarnos en aprender de sus errores y en lo que realmente le importa al tenedor de moneda doméstica: el compromiso de las autoridades en defender el peso a través del control de la volatilidad del tipo de cambio. Los resultados están a la vista.

*Economista y CEO

de la consultora Analytica

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