El turno de Alberto Fernández

Por Ceferino Reato / Los resultados de la elección empujan al país a la moderación. La herencia del nuevo presidente.

Redacción Fortuna

Hay motivos políticos sólidos para estar satisfechos; persisten las razones económicos para seguir preocupados. Luego de las elecciones, nos encaminamos a una transición civilizada, con un presidente electo que recibirá, como corresponde, no solo los atributos del mando sino también la información que lo ayudará a tomar rápidamente las decisiones que considere las más adecuadas. Esto debería ser algo habitual, pero, como bien sabemos, no fue lo que ocurrió hace cuatro años. Si todo sigue así, el 10 de diciembre Mauricio Macri se convertirá en el primer presidente civil no peronista que termina su mandato desde el surgimiento del peronismo.

Por otro lado, siempre en el plano político, los resultados de la elección empujan al país hacia la moderación, con una oposición fuertemente representada en el Congreso a partir de su triunfo en la Zona Centro o Núcleo del país, la más dinámica y progresista. Como se sabe, la Argentina quedó pintada como la camiseta de Boca Junios, con una franja amarilla entre dos grandes manchas azules. Ese 40% de los votos se torna difícil de eludir a la hora de tomar decisiones.

De todos modos, el resultado consagró en primera vuelta a Alberto Fernández como presidente electo, con la ex presidenta Cristina Fernández como vicepresidenta.

Fue el Financial Times quien describió con su habitual precisión la situación económica que aguarda al nuevo mandatario: “Hace medio siglo que afrontar una crisis económica forma parte de la tarea que asumen la mayoría de los presidentes argentinos. Los desafíos que enfrenta Fernández son particularmente gigantescos. La economía está en recesión, tambaleándose al borde de un default. Empeora la pobreza, tiene una de las tasas de inflación más altas del mundo y se derrumbaron los niveles de vida. Fernández debe abordar todo esto con una coalición díscola, un pueblo impaciente, mercados frágiles, inversores escépticos y una compañera de fórmula que se encuentra entre las figuras que más dividen a los argentinos”.

El diario británico es ecuánime a la hora de atribuir las culpas del desastre. En efecto, la herencia de Macri es negativa en el plano económico, aunque es verdad que Cristina le había dejado el campo minado y sin estadísticas oficiales. Macri empeoró esa herencia. Comenzó bien, trazando el camino hacia una economía abierta y competitiva, pero termina mal. ¿Qué le pasó? Es opinable, pero probablemente sucedió que la Argentina es un país demasiado complejo para una política económica enfocada solo en los sectores de punta (el campo, las energías, los unicornios digitales y el turismo), que atraerían una lluvia de inversiones que pondrían en marcha al resto del país; mientras tanto, se apostó a administrar el déficit con deuda externa, una receta clásica que encontró un nombre marketinero (“gradualismo”) pero que resultó un atajo inconsistente apenas variaron las condiciones internacionales.

Pero, esto ya es pasado. Ahora, es el turno de Fernández.