Opinión

Vuelve el apetito por Argentina: cómo prepararse hoy para el financiamiento que puede venir

Las empresas que se tomen este tiempo para ordenar sus números, fortalecer su gobernanza, medir su impacto, documentar su gestión y demostrar su compromiso con la sostenibilidad serán las que estén en condiciones de aprovechar lo que el contexto habilite.

Deuda Foto: CEDOC Perfil

Desde el 27 de octubre, el mercado financiero argentino vive una euforia que hacía tiempo no veíamos. Los resultados electorales reconfiguraron expectativas y, casi de inmediato, reapareció un fenómeno dormido: empresas locales volviendo al mercado internacional, acciones en alza, interés renovado de fondos extranjeros y una caída abrupta del riesgo país.

Para los inversores globales, los resultados legislativos funcionaron como una señal de confianza: un indicador de que la Argentina podría entrar en un ciclo distinto, con menos ruido político y algo más de previsibilidad económica. Y cuando eso pasa, la atención financiera vuelve más rápido de lo que pensamos.

El sector energético fue el primero en capitalizarlo. Tecpetrol abrió el juego con una emisión de US$750 millones al 7,625% hasta 2030. Le siguieron YPF y Pampa Energía con operaciones igualmente robustas. El mensaje es claro: los mercados están dispuestos a financiar proyectos argentinos siempre que detrás haya balances sólidos, foco estratégico y un plan creíble.

Ahora bien, mientras las grandes corporaciones aceleraron, muchas pymes todavía observan este proceso desde la vereda de enfrente. Y no es casualidad: el mercado interno sigue débil, el consumo está deprimido y buena parte del sector pyme está más preocupado por sostener la operación que por financiar crecimiento.

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Aun así, y quizás justamente por eso, vale la pena prestar atención a lo que está ocurriendo afuera. El proceso de baja de tasas ya empezó. Es lento, gradual y todavía insuficiente, sí. Pero en una economía como la argentina, ese sendero es lo que habilita la posibilidad de que el crédito vuelva a ser una herramienta real para el 99% de nuestro tejido productivo.

Si el financiamiento internacional empieza a abaratarse y los mercados globales vuelven a tener apetito por emergentes, ese viento de cola no va a resolver los problemas domésticos, pero puede traducirse en instrumentos más accesibles para las pymes: líneas de crédito, financiamiento mixto, fondos de inversión, alianzas con multilaterales e incluso emisiones en el mercado local. No es un salvavidas inmediato, pero sí una ventana estratégica para quienes puedan prepararse.

Pero, y acá está la conexión clave, a mayor afluencia de capital internacional, mayores son también los requisitos para acceder a él. La liquidez no llega sola: llega acompañada de due diligence más rigurosas, estándares de compliance más estrictos y expectativas de desempeño social y ambiental que antes no necesariamente estaban sobre la mesa.

Justamente por eso, para que esa puerta se abra, las pymes deben mostrar más. Mucho más. Porque el capital que puede venir, sobre todo el orientado a inversiones de largo plazo, ya no evalúa solo riesgo financiero: evalúa riesgo integral. Ya no es solo cuestión de balances sino que también de gobernanza, trazabilidad, huella de carbono, cumplimiento laboral, eficiencia energética, gestión de riesgos, transparencia y capacidad de reportar. Ahí es donde la sostenibilidad entra en juego no como un eslogan, sino como una condición de acceso y de oportunidad.

Y esto no es solo una tendencia en los mercados desarrollados. Aun en un contexto económico adverso, el Mapeo de Inversión de Impacto 2023–2024 de la Universidad Austral y Fundación Alimentaris muestra que las finanzas sostenibles crecieron en el país: el sistema bancario otorgó más de 120.000 créditos sostenibles, y el mercado local movilizó más de US$1.000 millones en bonos verdes, sociales y sustentables. Incluso así, Argentina concentra el 14% de toda la inversión de impacto de Latinoamérica. Es una señal clara de que el capital que sigue fluyendo, incluso en crisis, es el que busca impacto, gestión y reducción de riesgos.

En un mercado chico como el argentino, donde la competencia por el capital es feroz, esa exigencia se potencia. Y la consecuencia es directa: las empresas que logren demostrar sostenibilidad, de verdad, con datos y gestión, tendrán una ventaja competitiva real para captar primero y mejor ese flujo de capital que podría llegar.

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Lo vemos todos los días. Inversores que preguntan por emisiones de carbono, por uso eficiente de recursos, por políticas internas, por impacto en comunidades y por indicadores de sociales y ambientales antes incluso de analizar los números duros. Esto responde a una lógica global sencilla: invertir donde el riesgo esté mitigado. Y la sostenibilidad, bien gestionada y documentada, es una forma directa de hacerlo.

Por eso, para las pymes que quieran aprovechar esta ventana, el camino es claro: ordenar, medir, reportar y profesionalizar su gestión. Porque cuando el capital vuelve, no elige al que promete: elige al que demuestra.

Hoy, el mensaje no es que el crédito ya volvió, sino que puede volver. Que el mundo financiero está empezando a mirar a la Argentina con más interés, y que si el proceso de estabilización se sostiene, las oportunidades van a aparecer. Pero las oportunidades (y esto la historia económica argentina lo confirma una y otra vez) no esperan a nadie. Cuando finalmente llega la música, hay que estar vestidos para salir a bailar.

Las empresas que se tomen este tiempo para ordenar sus números, fortalecer su gobernanza, medir su impacto, documentar su gestión y demostrar su compromiso con la sostenibilidad serán las que estén en condiciones de aprovechar lo que el contexto habilite. La ventana no está garantizada, pero sí la necesidad de estar preparados. Porque en ciclos como el que podría abrirse, la diferencia no la marca quien desea acceder a capital, sino quien está preparado cuando ese capital toca la puerta.

*Director de BS Capital Partners