Por Gustavo García* / El prestigioso médico, especializado en nutrición y en obesidad, estima que el 63% de los argentinos sufren de esta enfermedad.
Ahora les voy a mostrar el consultorio detrás del consultorio”, dice el doctor Alberto Cormillot, y exhibe en un rincón la balanza que perteneció a Saddam Hussein y que él se trajo del Palacio de Tikrit, en Irak, tras dos semanas como voluntario en la Guerra del Golfo. También hay en las repisas decenas de libros de medicina en inglés, soldaditos, figuras de animales, una estrella de mar, botellas antiguas, peluches, un globo terráqueo, una pelota de beisbol, duendes, una pecera…
Pero antes de esto hubo una charla que discurrió por caminos diversos. Un ida y vuelta que puso sobre la mesa la poca atención que la salud pública le brinda a los trastornos del peso, el fracasado intento de sancionar la Ley de Obesidad y la singular experiencia de ser funcionario en esta Argentina de rumbo incierto.
Fortuna: Después de tanto pelear por la Ley de Obesidad, que no fue sancionada, ¿siente que igualmente se produjo un antes y un después en el abordaje del tema a nivel salud?
Cormillot: Definitivamente. La ley nunca salió pero en ese momento hubo como prenda de negociación que se pusiera a la obesidad en el Plan Médico Obligatorio, es decir que podía ser asistida. Pero no se incluyeron ningunas de las cosas que tenían que ver con prevención. De esto hace ya diez años.
Fortuna: ¿Qué intereses jugaron para que la ley no fuera sancionada?
Cormillot: A nadie le importaba que siguiera adelante. No hubo un complot, directamente a nadie le importaba.
Fortuna: ¿Hay en la actualidad una toma de conciencia acerca de que la obesidad es una enfermedad y no solamente un asunto estético?
Cormillot: Sólo desde el discurso, nada más. En pocas personas hay una real conciencia. En la mayoría de los lugares adonde se atiende el tema, en obras sociales y prepagos, mandan a los pacientes a profesionales que se dedican a la nutrición pero no tienen ninguna formación en obesidad. Una cosa es la nutrición y otra el manejo de la obesidad. Esto implica controlar herramientas terapéuticas de enfermedades crónicas, manejo de grupo, educación, relación familiar, entrevista motivacional. El abordaje es multidisciplinario. La parte de la comida es importante, pero no lo más importante. El paciente ya sabe lo que tiene y no tiene que comer. Uno tiene que lograr que el paciente haga lo que no tiene ganas de hacer.
Fortuna: ¿Qué rol tienen las empresas de medicina prepaga en este tema?
Cormillot: No conozco los servicios que dan en todas las prepagas, pero en muchas los derivan a nutricionistas sin formación en obesidad. Porque como la formación no está especificada y no hay una especialización o una diplomatura, u horas dedicadas a validar esto, se vuelve más difuso.
Fortuna: ¿En los países desarrollados existe esta especialización?
Cormillot: No, lo que existe es que para poder ejercer una actividad la persona tiene que tener una determinada cantidad de créditos o de horas. Es interesante porque es la enfermedad más prevalente del mundo, después de las caries, probablemente. Se la ha naturalizado y se piensa que hay que decirle a los gorditos que coman un poco menos. Que se pongan las pilas y ya está. Bueno, no es así. Es una enfermedad crónica con muchas complicaciones, que resta 5 o 10 años de vida, que las envejece, que por arriba de determinado peso inactiva a las personas, las deja pasivas. La obesidad saca a la gente de la vida social, laboral y afectiva, en algunos casos.
Fortuna: ¿Cuál es el enfoque desde la Salud Pública y su red de hospitales? ¿Se ve algo distinto?
Cormillot: No. En este momento la salud pública tiene como único foco en este tema el cambiar el etiquetado de los alimentos. Hay un mono foco. Como si el etiquetado fuera a modificar el tema de la obesidad en la Argentina. No hay foco en educar, en poner bebederos en las escuelas, en limitar lo que se vende en los kioscos de los colegios. No hay foco en facilitar el consumo de alimentos más saludables.
Fortuna: ¿Se habla del costo de la obesidad?
Cormillot: En otros países sí, no en el nuestro. Hay países en los cuales el costo de la obesidad oscila entre el 5 y el 10% de todo el presupuesto en salud. Después está el fenomenal costo para la salud y el sistema económico que generan los médicos que dan pastillas, los pastilleros. Recorren los pueblos, cobran una consulta económica y mandan recetas de una sola farmacia. Trabajan en banda. Luego la farmacia envía los medicamentos con el precio por triplicado. Es una estafa económica y de salud. Les ponen nombres raros a los medicamentos para que la gente no sepa lo que está tomando, nombres de fantasía, pero son diuréticos, laxantes, tiroides, anfetaminas y sedantes.
Fortuna: ¿Se triplicó el nivel de obesidad en la Argentina en los últimos años?
Cormillot: Es muy posible que sea así. Tenemos estadísticas de 2005, 2009 y 2013. Y ahora se está haciendo en el Ministerio de Salud la de 2018. Los porcentajes fueron 49%, 53% y 58%, respectivamente. Estimo que ahora estaremos en el 63% de la población.
Fortuna: ¿Argentina acompaña una tendencia mundial?
Cormillot: Estamos acompañando una tendencia mundial, pero somos de los más gordos de Latinoamérica.
Fortuna: ¿El incremento tiene que ver con haber importado cierta matriz alimentaria de comida chatarra?
Cormillot: No es solamente eso. También pasa por las comidas de los bares y lo que se come en el trabajo. El sedentarismo juega un 20%. La alimentación juega un rol del 80%. Después en distintos grados está la actividad física, los medicamentos, la falta de sueño, el dejar el cigarrillo, el embarazo, el estrés y la depresión.
Fortuna: La sociedad come alimentos más calóricos que hace 50 años.
Cormillot: Sí. La realidad es que lo que más ha cambiado en estos tiempos es la comida. La gente dejó de hacer comida casera, y no es que la comida casera fuera necesariamente adelgazante, lo que ocurre es que mamá sabía la porción que comía cada uno. Y si eso lo maneja, en cambio, el señor del delivery que compite con el otro delivery, y trata cada uno de dar una porción mayor para captar al cliente…
Fortuna: Si la tendencia es global, ¿qué hace que en la Argentina los porcentajes sean más elevados que en la región?
Cormillot: Nuestro país tiene una serie de características que lo hace distinto al resto del mundo, la mayoría de ellas malas. Argentina, a diferencia de otros países, tiene islas de conocimiento, de producción intelectual y profesional que son únicas. Pero entre esas islas hay un mar de ignorancia, de creencias, de alguien me dijo… Alguien dijo que no hay que tomar leche o comer harinas. Es el colmo de la estupidez. Dicen: el ser humano es el único ser que consume leche de otra especie. Cualquier persona ha visto a un gato tomando leche, así que eso ya echa por tierra esa afirmación.
Fortuna: Pasamos de un extremo al otro. El alimento saludable es, 20 años después, considerado dañino...
Cormillot: Rompe con todas las reglas del sentido común. Ocurre que las religiones han perdido fuerza y los partidos políticos también. Ya no hay unidades básicas ni comités. La gente no tiene causas, y las busca. Y los que son más frágiles intelectualmente apelan a causas a las que defienden con tanto o más entusiasmo cuanto más tengan lesionado su sistema del lóbulo frontal.
Fortuna: ¿Aquí entra el fanatismo vegetariano o vegano?
Cormillot: Acá hay que diferenciar. Uno puede ser vegetariano o vegano porque tiene una teoría. Si está bien entrenado, puede ser. El asunto es cuando hacen catequesis. Ahí se entra en una especie de delirio, cuando se piensa que los deseos de uno deben ser cumplidos por todos los demás. Y así empiezan los ataques a las carnicerías.
Fortuna: ¿Fallamos en educar para la salud?
Cormillot: No hay educación. Ni en los medios, ni en los colegios. En Irlanda las escuelas tienen una materia que se llama Home Economics, donde les enseñan a los chicos qué cosas tienen que comer. Somos un país muy subdesarrollado. ¿Cómo puede haber tanta materia gris en algunas islas y, al mismo tiempo, tanto barrabrava? A mí me ha llegado a decir el presidente de una obra social: ‘¿y yo como convenzo al directorio de que lo que usted trata no es una cosa estética?’
Fortuna: Después de tantos años de trabajo y difusión, ¿cree que su mensaje ha llegado a buen puerto?
Cormillot: Yo siento que ha llegado a muchos lados. Presenté el proyecto de Ley de Obesidad, logré instalar el debate sobre la cirugía bariátrica.
Fortuna: ¿Qué balance hace de su paso por la función pública?
Cormillot: Yo tuve tres pasos por la función pública. Los tres pasos tienen una conclusión en común: que sean del signo político que sean los gobiernos, en general la salud no les interesa.
Fortuna: ¿Qué opina de la decisión gubernamental de no contar con Ministerio de Salud y degradarlo a Secretaría?
Cormillot: Me parece rara, pero tiene una lógica. La lógica es que Salud y Acción Social convienen que vayan juntos porque se sabe entonces dónde están las necesidades y cómo asignar los recursos para la atención. El asunto es cuánto poder, cuánto presupuesto tienen y cómo lo usan. Se puede ser secretario, pero si tiene presupuesto, poder y políticas puede funcionar. Lo que yo no sé es hasta dónde la persona que hace acción social sabe de salud como para estar arriba de todo.