Por Mario Rodríguez Muñoz / Las contradicciones del candidato del Frente por Todos. Su intención y la de Cristina de cuanto peor, mejor. Una visión de la grieta: un cisma de fe.
Aníbal (sí, Aníbal) Fernández dijo, con cierta razón, que la grieta siempre existió en la Argentina, desde la época de la Colonia. Claro que antes las diferencias terminaban (o continuaban) con muertos de por medio. Hoy, en la actualidad, la grieta, que se profundizó hasta dividir a familias y amigos y que creó y fomentó Néstor y Cristina Kirchner siguiendo las ideas del residente en Londres Ernesto Laclau, no llega a tanto. Bueno, no llega a tanto si no se tienen en cuenta, en la era K, los 40 líderes sociales y de izquierda muertos, más las 51 víctimas de Once, las 89 por las inundaciones de La Plata (que se estima en un número mayor) y el asesinato de un fiscal federal que implicaba a la entonces presidente Cristina Kirchner.
Pero la grieta no es sólo idelógica, si fuera sólo eso, hubiera sucedido lo mismo que en la época de Raúl Alfonsín o Carlos Menem, cuando las diferencias existían pero no llegaban al extremo de separar familias, amigos, ciudadanos comunes como un muro de Berlín infranqueable.
No es sólo ideológica porque se plantea en términos de futuro vs. pasado; de pensar en la economía que viene o en cómo volver a hacer ollas de aluminio caras y malas; de discusiones que ni siquiera en la región se plantean vs. el ingreso al mundo y a pensar cómo construir un país mejor. En tomar el poder al costo de una tierra arrasada o en pensar en un gobierno que hizo cosas mal (análisis que todos los sabios opinadores hacen con el diario del lunes), pero que podría ser la bisagra hacia un cambio más profundo, democrático, con más libertad y dentro de un mundo que dejó la década de 1940 en lo que es: el pasado. Y esto no quiere decir que ese futuro sea necesariamente el de Cambiemos, pero ¿por qué no pensar en un futuro mejor y no en una vuelta al pasado? ¿En bases republicanas, capitalistas (Cuba y Venezuela son ejemplos regionales de lo que atrasa) y de libertad?
Haciendo un ejercicio contrafáctico (o sea contar la historia que no fue), ¿qué hubiera sucedido si en las PASO la diferencia no hubiera sido tan abrumadora entre Fernández-Fernández y Macri-Pichetto? ¿Cómo hubieran reaccionado los mercados? ¿Cómo estaría la economía hoy? Una respuesta contrafáctica: mucho mejor sin dudas.
Pero 11 millones de ciudadanos eligieron al Frente para Todos. Y la realidad muestra que de un domingo a un lunes, el país se empobreció un 50%. El mercado, ese ente que Alberto Fernández definió como algo abstracto e inasible, se espantó por la vuelta de un gobierno populista, intervencionista, que vapulea opositores y que, por sobre todo, miente. No tan abstracto, entonces.
"Cuanto peor mejor", parece ser la consigna. Un Alberto muy conciliador fue reemplazado, tras la marcha del 24A y un revés judicial para Cristina, por un tira bombas más agresivo. ¿Órdenes de su jefa enojada por la marcha y la decisión judicial? Es probable. Pero Alberto mismo es una maraña de contradicciones, quizás producto de lo que él cree o lo que le dicen que tiene que creer.
Alberto, en sus 12 propuestas, decía que primero había que crecer antes de pagarle al FMI. Luego afirmó que su gestión honraría las deudas. Un indudablemente influyente Maximo Kirchner preguntó a la multitud, que obviamente le dijo que no, si había que pagarle al FMI. Máximo es hijo de Cristina, la vice que eligió al presi.
Alberto pidió que el gobierno no queme las reservas del Banco Central. El control de cambios que decidió el gobierno recibió críticas de los K porque Macri siempre había estado en contra de poner un cepo (es decir, no cumplió con lo que él creía que debía hacerse). Pero eso fue lo que justamente pedía el peronismo kirchnerista, un control de capitales. "No habrá cepo ni posibilidad de especulación. Y llevaremos adelante una regulación que ponga límites a la fuga de capitales", detalló Alberto Fernández entre sus propuestas. ¿Entonces? ¿Está bien o está mal el control que anunció el ministro Hernán Lacunza?
Para reamatar, en un medio internacional, el Wall Street Journal, afirmó que "la Argentina está en un default virtual". Más leña al fuego que no sólo perjudica a este Gobierno, sino que lo va a perjudicar a él si es el futuro presidente. Bah... a él exactamente no. A los argentinos todos. El seguirá "de prestado" en Puerto Madero y Cristina en Recoleta, desde donde, según los kirchneristas, bajaron las señoras a la marcha del sábado 24 de agosto.
Fernández dijo que había que bajar el IVA. Se bajó el IVA, pero el candidato a presidente, nombrado por la vicepresidente que no quiere ser vicepresidente, criticó la medida. Esa baja debería ir directamente a los consumidores, bramó. ¿Pero cómo? ¿Cuánta gente de la economía informal está bancarizada? ¿Cuántas personas que reciben planes sociales van a supermercados? La mayoría compra en almacenes y negocios menores que venden sin factura ni posnet ni tarjetas. Y ni hablar de los punteros de las "organizaciones sociales" que les retienen las tarjetas de débito a los más humildes para llevarse el diezmo.
Uno de los referentes económicos de Fernández, y que fue viceministro de Axel Kicillof (el candidato de Parque Chas a gobernador de la provincia de Buenos Aires), habló con La Nación. Emmanuel Álvarez Agis dijo: "Veníamos enfrentando una corrida cambiaria tras las PASO y la demora del Gobierno en tomar decisiones la transformaron en cambiaria y bancaria. Ahora tenés las dos cosas: gente sacando depósitos y queriendo comprar dólares (...) No hay un argentino (Nota del autor: debe creer que las personas tienen un pensamiento único que es el de él) que no tenga claro hoy en día que el responsable es Macri. La herencia que va a recibir Alberto Fernández empeoró sustantivamente. Pienso que con Alberto Fernández se puede ir hacia un control de cambio mucho más laxo, no tan exigente". ¿Más laxo? La experiencia del kirchnerismo demuestra lo contrario.
Macri está haciendo el trabajo sucio que Alberto Fernández y la ex presidente y candidata a vicepresidente sin voluntad de serlo quieren que haga. Pero, para minar más el camino a que Macri termine su mandato, critican que se hace lo que ellos mismo piden que se haga. Cristina dejó montones de bombas cuando terminó su administración: la venta a futuros de dólar (tema por el que está en juicio junto a Kicillof); el 82% móvil para los jubilados que siempre se negó a otorgar y que mandaba, a través de Diego Bossio (hoy defensor de los jubilados), a apelar; un 30% de pobreza, aproximadamente (es verdad que Macri la incrementó en un 10%, pero no fue desde una base cero, sino que el kirchnerismo dejó un altísimo porcentaje de pobres), entre otros agujeros negros difíciles de sortear. Y lo hizo a propósito.
¿Por qué alguien, pasados los 60 años, va a cambiar radicalmente? Las mañas son difíciles de erradicar. Y si, como dijo Cristina, Macri es una mala persona porque, según ella, hizo todo para perjudicar a los argentinos, qué se puede decir de alguien que está comprometida judicialmente con una corrupción de miles de millones de dólares que fueron robados a los argentinos.
Un gobierno de Fernández no va a bajar las tarifas (podrá no aumentarlas). O sea que los que se quejaban porque pagaban cifras exorbitantes por los servicios, van a seguir en igual situación. La Argentina no va a tener crédito internacional por su historial y por el regreso de un gobierno populista recargado. La inflación no va a bajar, por lo menos en los primeros cuatro años de cualquier gobierno, y menos si van a imponer controles de precios clásicos o al estilo Moreno. No va a haber dólares para nadie. El esquema de coimas (los que vuelven son los mismos) se va a renovar. También ya prometieron una justicia militante y no imparcial.
La grieta no solo va a ser ideológica. Va a ser un abismo cada vez más grande porque la operación para que Mauricio Macri deje el gobierno antes de cumplir su período es muy fuerte. Pero hay un resquicio por donde los principios republicanos pueden ser mantenidos a rajatabla sea quien fuere el que gane las elecciones: la ley Antiterrorista que fue sancionada durante el gobierno de Néstor Kirchner. Por esta norma, se pena con entre 5 y 20 años de prisión a la persona o miembros de un grupo que pretendan "obligar a un gobierno o una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo".
Un último detalle: ya hay muchos testigos encubiertos, arrepentidos (funcionarios y empresarios), periodistas independientes y abogados que hicieron denuncias contra ex funcionarios del kirchnerismo que están pensando seriamente en irse del país. El miedo no es zonzo y es porque el zorro no pierde las mañas.
La grieta no es sólo ideológica. Ya se convirtió en un cisma de fe.