El derrotero de una fragancia

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Redacción Fortuna

De los más remotos lugares del planeta salen las esencias para crear los perfumes más exquisitos del mundo. Cuáles son y de dónde vienen.

Por María José Bonacifa*

Al usar una fragancia importada, sentimos ese aroma especial que la mayoría de las veces proviene de Francia, alguna de Estados Unidos o de otra nación productora. Lo que la mayoría de los consumidores no tenemos en cuenta es que el camino hacia nuestros closets o toilettes comenzó mucho antes de venir de tal o cual laboratorio.

Puede ser International Flavors and Fragances en Nueva York (que tiene su laboratorio en Francia) si la fragancia elegida es Emporio Armani de hombre, o Premier Jour de Nina Ricci y Boss de mujer, por ejemplo. Un Davidoff proviene de la Suiza Firmenich o For Him, de Narciso Rodríguez (un diseñador al que adora Michelle Obama), de Takasago en Tokio.

Aunque se estima que un 60% de una fragancia tiene composición química, el resto y quizás su corazón viene de las esencias naturales. Y ellas pueden nacer de los suelos de cualquier parte del mundo.

La francesa L´Occitane basa su estrategia en productos provenientes de la Provenza, como el caso de su reciente lanzamiento en el que utiliza flores de durazno. Pero su colección "notre flore" utiliza materias primas como el aceite esencial de iris de la Toscana italiana para su Eau de Parfum Iris, o cedro de los montes del Atlas en Marruecos, naranjo amargo de la estación balnearia de Nabeul en Túnez y hasta jazmines del Delta del Nilo.

Los volcánicos terrenos de las islas Comores, en el Océano Índico, son el marco propicio para el cultivo del Ylang ylang, uno de sus recursos naturales más preciados y su principal producto de exportación. Sucede que su aceite esencial dio vida hace décadas nada menos que al Chanel Nº 5 y está presente en el Amarige, de Givenchy. Esta última casa acaba de lanzar una colección con la mejor cosecha de cada flor de cuatro de sus productos más clásicos: al ya mencionado se le suman el Organza, Very Irresistible y Ange ou Demon.

La nariz de la casa, Françoise Donche, reinterpreta los aromas ya existentes y utiliza la mejor cosecha de cada flor para lanzar un nuevo producto de lujo: rosa damascena de Turquía, jazmín sambac de India o azahar de Marruecos.

La madera también puede ser materia prima para una fragancia, según cuenta la experta, quien está muy entusiasmada con el aceite esencial de la madera de amyris que utilizó para su reciente creación, Play. Proviene del Caribe y se seca durante un año antes de ser destilada: su aroma recuerda al sándalo y al cedro.

La rosa damascena que mencionaba también se cultiva en Bulgaria y en Grasse, al sur de Francia, donde la familia Mul posee desde el siglo XIX una finca llamada "El pequeño campo de Dios". Comenzaron cultivando heno y desde 1986 se dedican casi en exclusividad esta rosa para Chanel (la recoge cada mes de mayo) y en septiembre, jazmines.

La zona de Grasse perdió fuerza como proveedor de flores luego de la segunda guerra mundial, donde se empezaron a buscar otros destinos, con buen clima pero mano de obra más barata como el sur de Italia, Turquía, Egipto, India, China y los Balcanes desde la caída del muro de Berlín.

La industria del lujo, que puede a simple vista tomarse como algo superficial, es mucho más compleja de lo que parece...paisajes, culturas, clima, economía y muchos otros factores influyen en cada gota de perfume que elegimos llevar en la piel.

(*) Editora de Perfil.com

10/9/2009

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