Otra visión sobre el "Relato griego"

Redacción Fortuna

Supongamos que un amigo suyo le va a pedir plata porque se jugó todo, intentará darle una mano. Sin embargo, si luego se entera que sigue apostando para ver si “logra salvarse”, difícilmente quiera seguir ayudándolo. Antes, le pondrá muchas condiciones para que se encarrile. Ahora, qué pasaría si, a pesar de las promesas, Ud. se entera que sigue con las apuestas, ¿le seguirá financiando su vicio con dinero que nunca le devolverá? Probablemente, ante la perseverancia en el error, decida dejarlo que siga su camino y que asuma los costos de sus actos. Quizás, de esa forma, aprenda a comportarse como una persona madura y responsable.

Si Ud. se siente identificado con el buen amigo que quiere ayudar al apostador, vale la pena que lea lo que resta de este artículo. Es común la opinión de que la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) son los malos de la película por la cantidad de exigencias que le pusieron a Grecia para asistirla. Sin embargo, se olvidan que este país entró en crisis porque durante años, al mejor estilo argentino, engañó a todos “dibujando” las cifras de sus cuentas públicas. A fines de 2009, el mundo se desayunó que su déficit fiscal no era de 2,7% del PBI sino casi 13% y que su deuda pública superaba el 130% del PBI. Una situación insostenible que, no sólo generó una huida de capitales de Grecia, sino de otros países más débiles de la Eurozona, a los que arrastró tras de sí, conformando los PIGS (en inglés, Portugal, Irlanda, Grecia y España). A costa de financiamiento externo, estas naciones habían sostenido una estructura normativa y productiva no competitiva, con niveles de vida superiores a sus posibilidades. Luego del estallido, el crédito desapareció y ese “modelo” dejó de ser viable; aunque nunca lo había sido y a la larga hubiera exigido un ajuste, porque el crédito no es infinito.

Por ello, era fundamental que, no sólo Grecia, aunque particularmente dado su mayor desmadre, sino todos los PIGS, encararan un cambio profundo de su economía. Eran poco serias las recomendaciones de combatir la recesión con más gasto público, cuando no tenían acceso al financiamiento. Nadie, y los gobiernos tampoco, puede gastar más de lo que le ingresa si no tiene crédito o ahorro previo.

La UE y el BCE, con la colaboración del FMI, decidieron salir al rescate de los PIGS para minimizar el costo de la crisis que se desencadenó con la debacle griega. Esto implicó darles préstamos a dichos países a cambio de que ajustaran sus cuentas públicas para hacerlas viables en el tiempo e hicieran reformas estructurales que volvieran competitiva su producción, base del futuro crecimiento. La inyección de fondos permitió a los países amortiguar los costos de la salida de capitales, a costa de que los socios europeos y el FMI se hicieran cargo de gran parte de la deuda de sus gobiernos.

Es cierto, el costo para los PIGS fue alto; pero ¿alguien puede imaginarse lo que hubiera sido si no le hubieran inyectado semejante cantidad de fondos? Sólo en el caso de Grecia, hoy son acreedores por más de €250.000 millones. De hecho, el esfuerzo empezó a redituar y, a partir de 2014, las economías empezaron a recuperarse. Grecia creció durante todo ese año un 0,8% y el interanual del tercer trimestre alcanzó 1,9%. O sea, quedaba solamente acelerar las reformas estructurales para darle más velocidad al nivel de actividad y al empleo.

Sin embargo, nuevamente los griegos sorprendieron al mundo votando a Syriza, que proponía tirar por la borda todo el sacrificio realizado. Sus socios europeos y el FMI se negaron a financiar un programa de gobierno que consideraban iba a contramano de lo que había que hacer e implicaba “volver a las andadas”. Es conocida el resto de la historia de tira y afloje para cerrar un acuerdo y prolongar un rescate que permitiera evitar la cesación de pagos griega y que termina con un llamado del gobierno a un referéndum para que los griegos decidan por el “No” o el “Si” a la propuesta planteada por sus socios, recomendando votar el “No”, que ganó con 61% de los sufragios.

Los griegos votaron a los gobiernos que hicieron el desmadre fiscal y de deuda, al populismo de Syriza y el “No”, ¿es lógico que los contribuyentes de otras naciones, que también son democracias, deban pagar los costos de sus elecciones políticas erradas? Es como el caso del amigo apostador que pretende seguir jugando y que Ud. lo financie. Para colmo, en el resto de los PIGS, que están saliendo con esfuerzo de las crisis, han aparecido otros “Syriza”. O sea, Ud. terminaría fomentando que otros amigos suyos, rehabilitados, vuelvan al vicio de apostar, total Ud. “les sacará las papas del fuego”.

Gracias a haber ordenado sus economías y cuentas públicas con la asistencia crediticia de sus socios y del FMI, los PIGS moderaron los costos sociales y económicos y están reactivándose Si abandonan ese rumbo, recaerán en la crisis, como demuestra el descalabro económico que generó Syriza en Grecia, con fuga de capitales, default, un “corralito” bancario y un nivel de actividad que volvió a caer y a destruir empleos, abortando la recuperación que tanto esfuerzo les costó.

Por suerte para los griegos, hoy queda clara la estrategia de Tsipras respecto del referéndum. Se dio cuenta que sus demagógicas promesas electorales eran pura utopía y que debería incumplirlas, si no quería incinerarse políticamente; pero al mismo tiempo, esto implicaba volverse un bonzo. Así que usó el “No” como si fuera un “Sí” para lo que, también, consiguió el apoyo de gran parte de los partidos opositores. Ese es el motivo por el que renunció el populista Ministro de Finanzas Varoufakis; que no estaba dispuesto a aplicar el programa que exigía un acuerdo. Para colmo, Syriza hundió la economía y las finanzas griegas mucho más profundo; por lo que sacarla adelante será mucho más costoso que hace algunos meses.

La vigencia de un nuevo programa de rescate garantizará una recuperación de la economía de Grecia en el corto plazo. Sin embargo, exigirá que el gobierno vaya dando señales que generen confianza en que el acuerdo se llevará adelante. Habrá ajuste fiscal, pero las reactivaciones son fuertes y sustentables cuando la credibilidad impulsa la inversión, el consumo y la actividad privada. Ojalá así sea; ya que, lamentablemente, como en el ejemplo de su amigo apostador, sólo se puede ayudar a quien quiere ayudarse a sí mismo.

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Aldo Abram

Aldo Abram es Master en Ciencias Económicas CEMA y Lic. en Economía. Director Ejecutivo del CIIMA (Centro de Investigación de Instituciones y Mercados de la Argentina) perteneciente al ESEADE. Profesor de la Maestría en Finanzas e Investigador Independiente de ESEADE. Es socio y Director General de la Consultora EXANTE. Fue socio y gerente de la Consultora PROECO. Es Director Ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso. Twitter: @abramaldo

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