Segundo semestre: la expectativa y lo posible

Por Lorenzo Sigaut Gravina | La estrategia económica del gobierno de Macri ha sido avanzar rápidamente en la corrección de los profundos desequilibrios heredados.

Redacción Fortuna

La estrategia económica del gobierno de Macri ha sido avanzar rápidamente en la corrección de los profundos desequilibrios heredados. Tras un período de numerosos cambios (remoción del cepo cambiario, devaluación, tarifazo, suba de tasas de interés, salida del default, etc.) que afectaron el nivel de actividad (consumo de las familias) y potenciaron la inflación (cambios de precios relativos), el Gobierno comunicó que la etapa más turbulenta de la transición se había terminado y que se esperaban mejores perspectivas para el segundo semestre.

Además de estabilizar el tipo de cambio y advertir que no habría más ajustes de tarifas este año, el Gobierno avanzó con la implementación de un paquete social para morigerar el impacto negativo de las medidas sobre el ingreso de las familias de menores recursos y anunció la puesta en marcha de diversos planes de obra pública. Asimismo, en el frente financiero dejó atrás el default con una megacolocación de bonos en el exterior por montos mayores a los esperados (US$ 16.500 M) y a tasas menores a las previstas (7,14% en dólares).

La contención del frente social más la recuperación del acceso al financiamiento externo marcan el inicio de una fase económica de mayor estabilidad y menores ajustes. La expectativa del Gobierno es que en la segunda mitad del año las “dolorosas” medidas implementadas comiencen a dar frutos en términos de actividad y menor inflación.

Puntualmente, las autoridades económicas esperan para la segunda mitad de 2016 una desaceleración drástica de la inflación (1% promedio mensual) y una recuperación del nivel de actividad. Según el Gobierno, la suba de precios se frenaría en los próximos meses producto de la astringente política monetaria implementada por el BCRA. Además, la recuperación vendría por mejoras del clima de negocios (reglas claras), desarrollo de proyectos de infraestructura; freno de la caída del consumo (asociada a una menor inflación), y el resurgir de la inversión privada apalancada por el financiamiento externo.

Estas afirmaciones lucen muy ambiciosas aunque no son imposibles de lograr. De todas formas, antes de analizar la factibilidad de la hipótesis mencionada, conviene destacar que el Gobierno estableció muy alta la vara de las expectativas. Lo más probable es que recién a fines de este año la inflación perfore el 2% mensual y la actividad muestre señales de recuperación. El problema es que este escenario exitoso/optimista, queda por debajo de las aspiraciones oficiales.

Lograr simultáneamente una reducción drástica de la inflación y volver a crecer en el segundo semestre requiere una sintonía fina que aún no se ha observado en el compartimentado equipo económico, anunciar un plan integral (consistente), y resolver con eficacia los diversos escollos que afecten al sistema productivo.

Más importante aún, implica una carrera contra reloj. En pocos meses se tendrán que concretar inversiones reales en diversos sectores, conseguir un abultado crédito externo, movilizar la obra pública/infraestructura, sumar otras herramientas antiinflacionarias, moderar la tasa de interés de referencia en pesos, reanimar el consumo y que no empeore el contexto externo relevante para nuestro país. En este sentido, cualquier desvío o imprevisto que surja en el frente interno (ej: las recientes inundaciones) o en el internacional (ej: crisis en Brasil), alejaría la concreción de las metas planteadas por la administración Macri.

De esta manera, la apuesta oficial para reactivar la economía en 2016 se basa en concretar inversiones reales (además de financieras). Según la visión del Gobierno, el desmantelamiento del cepo, la vuelta a los mercados de capitales, y la confianza en el nuevo gobierno son suficientes para alinear los Animals Spirits. Pero esta mirada luce voluntarista: para que privados hundan capital en el país se necesita, además de ordenar las cuestiones internas, poner en marcha la economía.

La pregunta clave a dilucidar es cuál será el disparador de la reactivación. En el corto plazo las exportaciones no son la respuesta dado que la competitividad externa ganada (devaluación y menores retenciones) no compensa el deterioro del contexto internacional (crisis de Brasil, apreciación mundial del dólar y demanda mundial anémica). Asimismo, el efecto positivo de la venta de la cosecha retenida en los primeros meses del año, no se sostendrá en el tiempo.

Por ende, los únicos canales disponibles para apuntalar rápidamente el nivel de actividad son el consumo y la obra pública. Pero para afianzar la demanda interna se necesita subir salarios, reducir impuestos y elevar el gasto público, lo que choca con el objetivo de reducir drásticamente la inflación (se generan presiones por el lado del déficit y del costo laboral).

Asimismo, la estrategia del Ejecutivo para domar la suba de precios se basa exclusivamente en el accionar del BCRA. Al no contar con otros instrumentos (aliados) en la lucha contra la inflación, el Central se ve obligado a mantener tasas de interés muy elevadas, incompatibles con la reactivación de la inversión (especialmente de las Pymes) y el consumo.

Más importante aún, incluso aceptando las implicancias recesivas de mantener tasas de interés tan elevadas, es voluntarioso pensar que sólo con política monetaria  la suba de precios puede converger al 1% mensual. El componente inercial de la inflación, el impacto de los incrementos salariales en los costos de las empresas, y cierto deslizamiento del dólar oficial, van a mantener la inflación mensual cerca del 2% en la segunda mitad del año.

Una de las pocas herramientas que tiene el Gobierno para cumplir con las expectativas generadas, es profundizar el atraso cambiario vía un significativo influjo de capitales. Utilizar el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria ayuda a moderar la suba de precios, mientras que el dólar barato apuntala el consumo y las importaciones en el corto plazo. Lamentablemente, este atajo implica comprometer la sostenibilidad del modelo económico.

En síntesis, el flamante gobierno ha introducido cambios para modificar la trayectoria de colisión en la que se encontraba la economía argentina. Pero para salir del escenario de estancamiento con inflación elevada se necesita más coordinación y mejor política económica. El desfiladero es muy estrecho y haber prometido un segundo semestre favorable aumenta las chances de volver al atraso con endeudamiento. Esperemos que no volvamos a caer en la tentación del atajo.

// Ecolatina

Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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