Lejos del objetivo de “pobreza cero”

Redacción Fortuna

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Desde la llegada del nuevo gobierno una de las premisas principales fue la de contar con estadísticas confiables que permitan no sólo reconocer los problemas heredados de la gestión anterior si no también identificar los generados por las propias políticas. Sin datos precisos de la situación económica y social sería imposible alcanzar uno de los pilares bajo los cuales se estructuró la campaña de Mauricio Macri, el de “pobreza cero”.

En este sentido, se adoptó el compromiso devolver a hacer del INDEC una fuente de estadísticas confiable. El organismo, muy criticado durante el kirchnerismo a raíz de adulteración de estadísticas, no daba a conocer las cifras de pobreza e indigencia desde octubre de 2013, aunque ya desde mediados de 2007quelas mismas no eran confiables.

Como paso previo a la presentación de los datos de pobreza e indigencia, la semana pasada el INDEC informó el valor de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y la Canasta Básica Total (CBT) para el periodo abril-agosto de 2016.Las mismas experimentaron una variación acumulada en ese intervalo de 10,6% y 10,3% respectivamente, levemente por encima del aumento del IPC elaborado por el mismo instituto (+9,8%).

Los nuevos valores de las líneas de indigencia y pobreza sin duda lucen más creíbles que las informadas en el pasado, pero de cualquier manera no están exentas de polémica. Por caso, para su cálculo se efectuaron modificaciones en las necesidades kilo-calóricas, elevando el costo de la CBA. Por este motivo no es posible realizar una comparación respecto a la última canasta confiable publicada por el organismo público, en diciembre de 2006. Además, el coeficiente que establece la relación entre la CBA y la CBT, y que se utiliza para calcular la línea de pobreza, experimentó un marcado incremento respecto del último dato confiable informado, lo cual explica parte de la marcada brecha entre la cantidad de personas indigentes y de pobres.

Si utilizamos las nuevas necesidades energéticas y las aplicamos a la CBA Ecolatina se obtiene un incremento acumulado de más de 1.100% en su valor entre diciembre de 2006 y septiembre de 2016, variación que se sitúa marcadamente por encima del incremento de los ingresos laborales en ese periodo. Esta es una de las razones por las cuales era esperable que los primeros datos confiables de pobreza e indigencia reflejaran una situación social problemática.

La pobreza afecta a uno de cada tres argentinos

Finamente se publicaron las estadísticas oficiales de pobreza e indigencia correspondientes al segundo trimestre de 2016, cifras por demás preocupante: en Argentina, 6,3% de la población es indigente, es decir no percibe ingresos para costear sus necesidades energéticas básicas (CBA), y un 32,2% no obtiene dinero para cubrir la Canasta Básica Total.

Como comentamos previamente, para llegar a esta cifra el INDEC trabajó sobre una nueva CBA, más cercana a las actuales pautas de consumo de la sociedad (incrementando las necesidades energéticas de 2700 a 2750 kcal). Es por esto que se abandonó la CBA estructurada sobre la encuesta de gasto correspondiente a 1985, para comenzar a realizar el cálculo sobre una más reciente (1996/1997 y 2004/2005). Además, esta nueva CBA se actualizó en relación a las pautas de consumo de los hogares de distintas zonas geográficas del país, de forma tal de captar las particularidades de cada región.

Lamentablemente, esta actualización impide comparar las canastas actuales respecto a la última publicación confiable en 2006. No obstante, homogeneizando la serie de la CBA histórica y utilizando los precios del IPC Ecolatina, se obtiene que bajo la nueva metodología la CBA es10% más cara respecto a la que resultaba utilizando las antiguas ponderaciones.

Volviendo a los datos elaborados por el INDEC, la zona que presenta la mayor cantidad de pobres a nivel país es el Gran Buenos Aires, pero por una cuestión poblacional ya que concentra el 54% de la muestra. Es en cambio la zona del Noreste la que tiene una mayor incidencia de pobreza, donde cuatro de cada diez personas es pobre. En segundo lugar se encuentra el Noroeste (35,8%), seguido muy de cerca por Cuyo (35,6%). Si tomamos en cuenta a los indigentes (que se encuentran incluidos dentro del universo de pobres), la zona que tiene una mayor concentración es la pampeana, con un 7,7% sobre el total.

El informe también presenta la desagregación de la población pobre por grupo etario. De esta manera, observamos que la mayor cantidad de pobres, también por una cuestión poblacional, se encuentra en el intervalo de personas entre 30 y 64 años. Sin embargo, de esa población “sólo” el 28% es pobre, porcentaje menor al de otros grupos etarios.

Lamentablemente, fueron los niños (entre 0 y 14 años) los que se encuentran en peor situación: el 47% de esta población se comprobó pobre y el 9%, indigente, es decir casi la mitad de los niños del país viven en hogares que no logran atender sus necesidades básicas. Además, los jóvenes de entre 15 y 29 años también muestran una alta incidencia a la pobreza y la indigencia (38% y 8%, respectivamente), lo cual es lógico teniendo en cuenta que recientemente se conoció que la tasa de desempleo para este grupo es la mayor del país (casi 20%).Es necesario aclarar que este número es un promedio que no da cuenta de las significativas diferencias regionales. Teniendo en cuenta que en ciertas provincias del norte del país la situación social es normalmente más compleja, es probable que en estas regiones más de la mitad de los niños esté en situación de pobreza.

La “buena” noticia surge del análisis de grupo etario que contempla a los adultos mayores de 65 años, donde “solamente” el 8% de la población es considerada pobre. El dato no extraña siendo que el haber mínimo jubilatorio es el ingreso que experimentó un mayor dinamismo en la última década (fue el único ingreso que logró ganarle la carrera al precio de los alimentos), sumado a que la moratoria previsional alivió mucho la situación de los adultos mayores.

Por otra parte, el INDEC presentó la brecha monetaria promedio entre un hogar que se considera pobre o indigente, y uno que no lo es. De esta manera, la distancia entre los ingresos promedio y el valor de la canasta de indigencia es de $1.955, y la de pobreza es de $4.800. Extrapolando la situación al total de la población del país (recordando que la Encuesta Permanente de Hogares toma una población muestral de 27 millones de personas) se obtiene que el monto necesario para salir de la pobreza equivale al 60% de lo que se destina a subsidios (energéticos y al transporte tanto de capital como corriente) en 2016, o a 2,5% del PBI de este año. Si bien el monto no parece demasiado elevado, implicaría que los hogares pobres incrementen en promedio un 40% su ingreso en términos reales.

Una macroeconomía estable no puede ser suplantada por asistencialismo

Sin duda los datos dan cuenta de una situación social compleja, pero ¿cómo es posible que luego de más de una década de inyectar recursos a sectores vulnerables la pobreza afecte a casi un tercio de la población y, peor aún, a casi la mitad de los niños? El dato preocupa aún más si se considera que durante la última década la moratoria previsional y la Asignación Universal por Hijo (AUH) incorporaron a un gran número de personas que de otra forma no hubieran contado con un ingreso, y que de no ser por ello hoy se encontrarían en una situación más comprometida. Sin embargo, las estadísticas reflejan que las políticas asistenciales no fueron suficientes para lograr una disminución de la pobreza.

Como marcamos previamente, el desproporcionado aumento en el precio de los alimentos explica buena parte del elevado piso que hoy muestra la pobreza y la indigencia. Durante los últimos diez años los alimentos crecieron 33% más que el resto de los precios, 5% más que el salario del sector registrado, y7% más que la AUH (comenzando a fines de 2009).Como se mencionó, el único ingreso que aumentó por encima del alza de los alimentos fue el haber mínimo jubilatorio (mostrando una ganancia real de 5%).

Sin dudas, los paquetes asistenciales ayudaron a morigerar el crecimiento de la pobreza. Pero es necesario decir que sólo son paliativos: dependen de la robustez de las cuentas públicas, y no compensan la creación de puestos de trabajo de calidad y el aumento del salario real. Además, la generación de empleo privado formal ayuda a las personas a salir de forma sostenida de la pobreza y apuntala los ingresos del fisco (más empleo en “blanco” lleva a mas aportes previsionales, lo que mejora la situación de jubilados y pensionados).

El hecho de que el empleo haya crecido claramente por debajo del aumento demográfico durante el último lustro y los salarios hayan zigzagueado sobre una media sin mostrar ningún aumento significativo desde 2011, explica la mayor parte del escenario actual. En este sentido, es claro que la política social más efectiva que un gobierno puede llevar adelante es proveer un entorno macroeconómico estable en el cual más y mejores puestos de trabajo, sumado a un crecimiento continuo del salario real logren mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables.

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