Los despidos del cambio de modelo, detrás del primer paro nacional a Macri

Por Jairo Straccia | El sindicalismo protesta contra la pérdida de puestos de trabajo. El Gobierno dice que se crean empleos hace meses. Las tensiones del crecimiento M.

Redacción Fortuna

Entre los motivos que llevaron al primer paro nacional contra el gobierno de Mauricio Macri, se encuentra la situación del empleo. Los gremios, desde la CGT hasta la CTA, sostienen que desde noviembre de 2015 hasta enero 2017 se perdieron 69.000 puestos de trabajo del universo registrado. El Gobierno, a su vez, asegura que hace siete meses que se crea empleo y que se acumulan unos 75 mil empleos generados.

Lo más interesante es que ambos toman la misma fuente para sus aseveraciones: el Sistema Integrado Previsional Argentino, SIPA, que contabiliza los trabajadores dados de alta o baja en el sector privado en blanco. Y ninguno de los dos miente, sino que hacen cortes diferentes. Todas las comparaciones terminan en enero, porque es el último dato disponible. La otra fuente que se usa habitualmente es la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, pero ofrece información con más rezago.

Los que sostienen la huelga ponen el énfasis en la caída de puestos de trabajo punta a punta, desde el último mes entero con Cristina Kirchner en el poder (noviembre de 2015) y la última cifra de la actualidad, enero. Esa caída se sostiene en el derrumbe de 110 mil puestos de trabajo del primer semestre de 2016, que no logra compensar la recuperación laboral que arrancó, muy tenue, en julio de ese año. El Gobierno, en tanto, sólo toma este último período y suma lo que se ha ido generando.

Cambio de modelo. Pero más allá de las cifras totales, la composición por sectores y regiones de la destrucción y la creación de empleo en este lapso puede explicar por qué la tensión gremial recién estaría empezando, si se dejan fuera de este análisis motivaciones políticas y electorales.

En enero, el sector Industria perdió 44 mil puestos de trabajo, y también Minas y Canteras tuvo 5.000 bajas. En tanto, ese mes, Servicios generó 10.400 empleos, el Comercio 8.400 y el Agro unos 7.300. Por provincias, Buenos Aires destruyó en el primer mes del año unos 12.000 puestos, seguido por Santa Cruz (4500 empleos  menos), Tierra del Fuego (3.500) y Neuquen, con 3000 bajas.

Los datos reflejan que aún cuando sea cierto que la economía ya arrancó una cierta recuperación macro, ese eventual crecimiento convivirá con despidos o en el mejor de los casos con datos mixtos en el empleo.

Porque lo que en el fondo se está dando es el cambio de un modelo económico basado en el consumo, con protección de industrias mano de obra intensiva, que implica bienes más caros que en el resto del mundo, hacia otro más abierto con foco en la inversión, impulso a la producción agropecuaria y una mirada industrial donde prima el emprendedorismo competitivo que se las arregla con el menor Estado posible. Un viraje que no fue tan avisado en las elecciones de 2015, pero que está en marcha y en todo caso se plebiscitará este año (pero que se arreglen los analistas políticos).

Por eso el secretario de Empleo, Miguel Ponte, aseguró sin despeinarse hace semanas en PERFIL: “La industria es el área que va a tener que encontrar un nuevo piso. Venimos de un contexto macro en el que ciertas ventajas económicas posibilitaban que una empresa funcionara. Cuando la economía empieza a hacerse más dinámica en el intercambio con el mundo eso se cae hasta que se reacomoda”.

Mientras tanto. Con un nivel de acatamiento que mañana será cuestión de debate entre oficialismo y oposición, así como cuánto del acatamiento fue voluntario u obligado, quedan en el medio varias cuestiones centrales del empleo que no se están discutiendo por la lluvia de cifras:

Sólo por el aumento de la población, el mercado laboral obliga a generar de 180 a 200 mil puestos de trabajo por año: ¿un crecimiento débil y sobre esta matriz podrá cubrir esa necesidad?

Las actividades económicas que el Gobierno elige como motor (agro, minería, turismo, servicios, comercio, industria de vanguardia) ¿pueden absorber esa masa de buscadores de empleo? Y ¿los jóvenes que entran al mercado de trabajo o los despedidos de un rubro “no competitivo”, están calificados para lo que se demanda?

Y puede ser una tontería de países desarrollados que le importan a The Economist, pero ¿cómo se paran gremios, empresas y sindicatos frente al cambio tecnológico? Un tema que suena a ciencia ficción pero que se corporiza en la búsqueda de cualquier empresa de reemplazar gente por procesos automatizados, desde un ensamblador de piezas, un cobrador de peaje o un periodista que solo narra el resultado de una elección  o un partido de fútbol.

* Editor jefe de Economía de Diario Perfil. En Twitter: @jairostraccia

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