Simpatía por la inflación

Por Gustavo Lazzari | La madre de la inflación es el gasto público. Y el gasto público crece secularmente por dos motivos. En primer lugar porque es un negocio para muchos que viven de él. Y en segundo lugar porque es una excelente vía para satisfacer necesidades con el esfuerzo de otro. Hay una demanda social por un creciente gasto público.

Redacción Fortuna

Tras el anuncio de la inflación del mes de marzo del 2017 del 2,4% el BCRA decidió aumentar al 26% la tasa para pases de manera de contraer aún más la cantidad de dinero.

Esta medida fue criticada por muchos analistas y sectores políticos bajo el argumento que el incremento de la tasa de interés es incompatible con la incipiente mejora en el nivel de actividad.

Es evidente que la Argentina es un país que simpatiza con la inflación. Desde los más encumbrados sillones políticos históricamente se ha dicho que “un poco de inflación no viene nada mal”, “la inflación cero es la paz de los cementerios” o genialidades tales como “la emisión monetaria no provoca inflación”.

La inflación es un flagelo. Carcome todos los ingresos pero en especial de las personas más pobres que no pueden defenderse de la suba de precios.

La inflación es técnicamente un impuesto debido a que es el estado quien recauda a través de la emisión y son las familias las que ven su ingreso real disminuido a través de la suba de precios.

La inflación es la desvalorización del poder adquisitivo de la moneda. La emisión provoca la desvalorización. La suba de precios no es otra cosa que la consecuencia más visible. Otra consecuencia más grave aún es la distorsión de precios relativos que obstaculiza la información que transmiten los precios y eso lleva a tomar decisiones ineficientes en materia de inversión. No es casual que los países con elevada y persistente inflación sean pobres. Son pobres porque invierten poco y mal durante mucho tiempo a raíz de las perturbadas señales que transmite el sistema de precios debido a la inflación.

Siempre y en todo lugar la inflación es un fenómeno monetario. La emisión de dinero es mayor a la demanda y eso provoca que el valor real del dinero disminuya.

No hay mucho más. Todo lo que se dice sobre “formadores de precios”, “inflación de costos”, “monopolios” , “especuladores” son sólo excusas de cotillón que encubren el oscuro interés de no discutir las causas reales.

Los gobiernos emiten dinero para financiar sus gastos.

La madre de la inflación es el gasto público. Y el gasto público crece secularmente por dos motivos. En primer lugar porque es un negocio para muchos que viven de él. Y en segundo lugar porque es una excelente vía para satisfacer necesidades con el esfuerzo de otro. Hay una demanda social por un creciente gasto público.

Esto sucede particularmente en períodos históricos y en países con instituciones débiles que no delimitan debidamente el derecho de propiedad y las libertades individuales.

El “tengo derecho a que el estado me financie el esparcimiento (ej. Fútbol para todos, o Cine, o Música, o Centro Kirchner, o bicicletas, o lo que sea) no tiene límite legal ni institucional, por tanto la satisfacción de ese pseudoderecho es fuente de mayor gasto público.

A mayor gasto público mayor necesidad de financiamiento y consecuentemente mayor probabilidad que los impuestos o la deuda no alcance y sea la emisión la rueda de auxilio.

Esto es la historia argentina.

Cada vez asignamos más funciones al estado y la emisión de dinero terminó aportando los billetes necesarios. Pues no siempre es posible esquilmar sectores o vaciar cajas como hizo el kirchnerismo en sus primeros cuatro años. Luego, recurrió como todos los gobiernos anteriores a “las simples tiras de papel que nada prometen” (como decía Alberdi)

Actualmente el gobierno de Cambiemos ataca la inflación casi exclusivamente mediante la política monetaria. No es el óptimo. Es más las metas son tibias. Argentina necesita inflación menor al 3% anual para no seguir cobrando tal cruel impuesto a los pobres.

No obstante el único organismo que está haciendo algo contra la inflación es el Banco Central.  En un contexto sin una reforma fiscal revolucionaria lo único que puede hacerse  es esterilizar el exceso en la oferta de dinero que se emite por razones fiscales.

En este contexto criticar la suba de tasas de interés para contener la inflación es como criticar al nueve de un equipo que baja a la defensa cuando los dos centrales están durmiendo la siesta.

No es el óptimo que Messi juegue de marcador central.

Argentina debe dar un debate serio para replantear la ecuación fiscal. Cobra mucho y ofrece poco. Impuestos caros para un gasto muy berreta. Encima el déficit provoca la necesidad de emitir y ello produce inflación.

Si no se produce ese debate con medidas fiscales de fondo (quizás nunca vistas) en poco tiempo la política monetaria será inerte, no brindará efectos y la tasa de inflación retomará impulso ascendente y vigoroso. Mientras en TV muchos políticos y analistas entonarán el afamado hit “simpatía por la inflación”.

Por Gustavo Lazzari,  economista y colaborador de Libertad y Progreso.