La reunión concreta uno de los objetivos principales del gobierno del presidente Maurico Macri: reinsertar a la Argentina en el mundo.
Cuando a fin de mes se despliegue la alfombra roja de la Cumbre del G20 en Buenos Aires, el Gobierno habrá logrado al fin su objetivo de máxima en el terreno diplomático: reinsertar a la Argentina en el mundo, al menos en eso que para Cambiemos es el mundo. Será, luego de mucho esfuerzo, como engarzar la última piedra preciosa en la diadema.
Es verdad que el acontecimiento de ribetes internacionales no se dará en el mejor contexto. La concreción del sueño tanto tiempo amasado tendrá lugar en un país sumergido en la recesión, afectado por la inflación y el crecimiento del desempleo y la pobreza, que tuvo que ser auxiliado por el Fondo Monetario Internacional para no caer una vez más en default.
Ante semejante escenario estelar, por donde transitarán los jefes de Estado de las potencias mundiales, hay una pregunta que poco a poco toma forma: ¿Qué se juega la Argentina en semejante evento? La respuesta se abre en ramas diversas: para el Gobierno significa posicionarse, aunque más no sea temporalmente, a nivel diplomático, y tal vez terminar de sellar algún acuerdo comercial.
Para el sector privado, representado por el Business 20 (B20), el encuentro se traduce en la oportunidad de acercarle a los mandatarios la agenda que los hombres de negocios creen debería seguirse a escala planetaria. Un puñado de pulidas sugerencias de políticas públicas que podrán o no ser tomadas en consideración.
DIPLOMACIA. A ojos de algunos expertos, el G20 ya no es lo que era. La situación de emergencia global que lo hizo nacer perdió fuerza y hoy en día, de alguna manera, busca resignificarse. “El contexto cambió y el G20 ha ido perdiendo relevancia a medida que se superó la crisis de Lehman Brothers, donde el grupo emerge como instancia de coordinación económica que ayuda a salir de la crisis y juega así un rol clave en ese momento”, describe a Fortuna el sociólogo Gabriel Puricelli, vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas.
Y agrega: “Una vez que la crisis se supera, el G20 amplía su agenda para abarcar más temas, va más allá de lo económico y financiero, pero pierde importancia relativa. Su momento mejor está en el pasado, definitivamente. Tras la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y su incapacidad manifiesta para formar consenso con los miembros del grupo, esa relevancia se ve aún más debilitada. De a ratos cobra fuerza con temas como el cambio climático y el comercio internacional”.
Desde que Mauricio Macri asumió el poder, en diciembre de 2015, la reorientación de la política exterior argentina fue clara. Se produjo un realineamiento diplomático y comercial con los Estados Unidos en detrimento de Rusia, y se mantuvo el vínculo estrecho con China, un lazo sostenido más por la necesidad que por la convicción.
Según Puricelli, esto de reinsertar a la Argentina en el mundo “es una metáfora puramente política. Es una noción que para el análisis político internacional no tiene valor, es un slogan. Se puede estar en el mundo de distintas maneras. Argentina es la 21ª economía más grande del mundo, con un sector exportador de alimentos que la obliga a comerciar, por eso esa noción no tiene sentido”.
En definitiva, “el G20 va a proyectar la imagen de un país comprometido. El Gobierno lo había imaginado como el momento de esplendor en su gestión, pero se concreta en un escenario totalmente distinto. La cumbre, en ese sentido, no será demasiado significativa por los problemas internos que tenemos. Encuentra al Gobierno probablemente en su peor momento”.
COMERCIO. La Cumbre del G20 suele ser también un espacio adonde se le pone el broche final a acuerdos comerciales que fueron trabajados con esmero durante mucho tiempo. Qué se cocina a fuego lento entre bambalinas en el terreno económico es otra pregunta que aflora con frecuencia.
“En general, sobre todo desde la asunción de Trump como presidente, estas reuniones perdieron fuerza comercial. Son espacios más bien diplomáticos. No suelen tomarse resoluciones de peso en términos económicos –afirma a esta revista Martín Alfie, economista jefe de la consultora Radar. En términos generales la agenda del G20 está bastante trabada por Trump, que tiene un papel muy crítico del multilateralismo. Es también una estrategia de negociación, porque luego cierra los acuerdos. Para la Argentina será relevante como espacio para acercarse a otras potencias, como China y Rusia”.
En la apretada agenda del encuentro tal vez también pueda hallarse alguna llave para abrir nuevos mercados. Tal como explica Alfie, “hay algunos casos puntuales que son de relevancia en materia de apertura comercial, hay sectores con mucho potencial. La carne argentina en China está generando mucha ganancia. Es un mercado realmente importante. Sin embargo, cuando uno lo ve en volumen, en monto de comercio, salvo el caso de la carne, no se han abierto mercados trascendentes”.
La Argentina muestra como un señuelo para las inversiones todo el potencial de su sector energético. Ese será también su estandarte en la cumbre del G20. Vaca Muerta está ahí y poco a poco, en un goteo lento pero constante, recibe capitales de las principales potencias mundiales.
Sin embargo, en este país todo puede ser relativo. “Hay que tomarlo con pinzas. En ejecución y concretadas las inversiones son menos del 20% de lo anunciado. Hay mucho humo. Hay cuestiones que hay que resolver en materia de infraestructura para exportar y en materia de contratos y precios, que hacen que las perspectivas del sector sean menos optimistas”, recalca el experto.
En el jabonoso terreno del comercio exterior, la Argentina deberá saber mantener el equilibrio. El encuentro a escala mundial que se realizará en Buenos Aires será un buen round de estudio para el Gobierno y sus posibilidades. Gabriel Puricelli resalta que “en el momento actual el grupo tiene problemas para lograr consenso. El panorama internacional se presenta como de enfrentamiento abierto: Estados Unidos contra China en lo comercial, y Estados Unidos contra Turquía en lo geopolítico. Esto disminuye la relevancia del G20”.
Y añade: “A la Argentina no le conviene el enfrentamiento entre China y los Estados Unidos, ya que el Gobierno se esfuerza por tener relaciones óptimas con ambos. El escenario no es favorable siendo anfitrión, lo que no quiere decir que vendrán acá a pelearse. Veremos qué tipo de acuerdo final se firma, pero veo que falta compromiso entre las potencias”.
NEGOCIOS. La cumbre tiene un tercer actor, que jugará un rol de reparto en el diálogo entre los presidentes de las potencias. No estarán en la foto oficial, pero han urdido un esmerado trabajo durante un año hasta terminar por conformar la carpeta con propuestas de políticas públicas que favorezcan el desarrollo del libre comercio. Los empresarios hicieron lo suyo y ahora aguardan con expectativa.
El mes pasado, liderados por Daniel Funes de Rioja, se llevó adelante la reunión del B20, el encuentro donde los hombres de negocios de todo el mundo debatieron diversos temas y terminaron por acercarse al presidente Mauricio Macri sus inquietudes de cara a la tan mentada cumbre.
La agenda propuesta tiene ejes tales como resolver el déficit de infraestructura, generar procesos de transparencia, potenciar el multilateralismo, lograr un crecimiento sustentable, avanzar en programas de educación para el sector productivo, y desarrollar habilidades y condiciones en la era digital.
En su paso fugaz por el Centro Cultural Kirchner (CCK), el presidente Mauricio Macri se llevó a cuestas todas las inquietudes del sector empresario. Se trata de un documento con veinte propuestas condensadas en nueve ejes de trabajo: políticas e instituciones para el futuro del trabajo; Igualdad de oportunidades para una educación de calidad; Acción climática e infraestructura para el desarrollo; Seguridad alimentaria y agricultura sostenible; Equidad económica de género; Cooperación internacional para revitalizar el sistema multilateral de comercio; Cooperación tributaria para la equidad y la transparencia; Acciones coordinadas para promover la estabilidad financiera internacional; y Gobernanza global para la cohesión social.
Qué ocurrirá con estas sugerencias de políticas económicas es un albur. Como remarcó Funes de Rioja a Fortuna, el Gobierno “nos puede decir ‘no le tomo ninguna de las recomendaciones’ o ‘le tomo todas’. Igualmente, no sólo vamos a hacer fuerza desde acá. Además de estas recomendaciones, hemos ido testeando los temas”.
Por lo pronto, queda la convicción, a nivel local e internacional, de que el camino más saludable es uno solo, pese a que los vientos soplan en contra. “Tenemos que defender los mecanismos multilaterales y tenemos que evitar que se rompan. Debemos usar el G20 como mecanismo de transición porque mucho no va a pasar. Lo que tenemos que lograr es generar una transición hacia el futuro. Este mensaje lo tomamos muy en cuenta. Estoy convencido del multilateralismo. El unilateralismo es para los grandes o para los suicidas. Finalmente el mundo multilateral es el que le permite a uno establecer reglas de juego estables y tener una voz”.