Por Claudio Celano Gómez / Gerardo Bartolomé, analiza la actualidad de la soja, el trigo y el maíz. Por qué el país se está quedando tecnológicamente.
Nos dedicamos al mejoramiento genético de las semillas. Todos los años tenemos el desafío de proveerle a los agricultores mejores variedades, lo que se traduce en más kilos por hectárea. En soja, por ejemplo, realizamos más de 150 evaluaciones de nuestras variedades en Argentina, Brasil, EE.UU., Sudáfrica y países de Europa del este y del oeste, y de nuestra región. Y ahora en mayo estamos lanzando las primeras evaluaciones en China. Con esos resultados elegimos las mejores porque entendemos que lo que mueve la economía del productor es su facturación por superficie”, explica Gerardo Bartolomé.
Fortuna: Lo que regula su actividad es la ley de semillas, que es de principios de los años 70. ¿Cómo impacta esta ley en su negocio y en el sector?
Bartolomé: Nuestro trabajo es muy delicado porque requerimos software y hardware muy especializado. Tenemos un trabajo en laboratorio y otro en campo, que nos permite mejorar las variedades que ya existen. Cada año, las variedades de semillas de soja varían mucho y nosotros invertimos u$s 30 millones por año en investigación de soja en todos los territorios en los que estamos. En nuestro país hay una particularidad: a los agricultores no les gusta pagar. Son hijos del rigor. En Estados Unidos pagan el 100% de las semillas, porque las obtenciones vegetales se patentan y esto obliga al agricultor a pagar. En Sudamérica y Europa el marco legal es diferente, y acá nos rige la ley de semillas que tiene dos excepciones: el agricultor puede guardar semillas para volver a sembrar al año siguiente y el fitomejorador puede cruzar con la competencia, esto significa que si, por ejemplo, Monsanto no usa una de sus variedades acá yo la puedo usar para cruzarla con otra y esa variedad se convierte en mi germoplasma. Entonces, a partir de esta ley, la realidad es que en la Argentina se paga sólo por el 40% del uso total de las semillas de soja que se siembran. En Brasil se paga el 70%.
Fortuna: ¿Es decir que el 60% restante es negocio en ilegal y en negro?
Bartolomé: Ese 60% de las semillas en Argentina es comercio ilegal. Hay un tema importante para aclarar respecto de la legalidad o ilegalidad. La ley de semillas permite guardar las semillas para el año siguiente pero no dice si debe ser gratuito u oneroso. Nosotros lo que decimos es que está bien que el agricultor se lo guarde, pero que pague una regalía por cada kilo que usa.
Fortuna: ¿Qué expectativas tienen de que ley se trate este año y que finalmente salga?
Bartolomé: Tengo más de 30 años en este negocio y ha habido muchos intentos para aggiornar la ley. Nunca pasó. Y esto es parte de lo que somos en Argentina, que decimos pero no hacemos. Siempre hay otras prioridades frente a la ley de semillas.
Fortuna: ¿Qué efectos tiene esto sobre el sector, porque no deja de ser uno de los más importantes del país y de los que más ingresos le genera al fisco?
Bartolomé: Que solo pague un 40% genera un problema serio en cuanto al acceso de la tecnología para los agricultores argentinos. Nuestros competidores de Brasil y de EE.UU. nos están sacando doble ventaja. Por un lado, ventaja productiva, que se traduce en más kilos de soja por hectárea y, por otro lado, ventaja en cuanto a la simplicidad en el manejo del cultivo de soja con mejoras en el control de malezas e insectos. Ambos países tenían zonas que estaban restringidas para tener soja y hoy son agrícolas. El resultado final de esto es que Argentina produce un promedio de 2,7 kilos de soja por hectárea, mientras que Brasil está en 3,1 kilos y Estados Unidos 3,2.
Fortuna: ¿Y por qué usted vincula el mejoramiento en la productividad por hectárea con el 60% que no paga por las semillas de soja?
Bartolomé: Argentina podría mejorar su nivel de producción y tiene que ver, precisamente, con este problema del 40-60. Me gusta hablar del círculo virtuoso que se generaría entre el agricultor y las empresas proveedoras y productoras de tecnología. En definitiva, si el agricultor empieza a pagar lo que debe pagar el negocio de mejoramiento genético se hace más atractivo, entrarían más jugadores, lo que implicaría más cantidad de variedades que impulsaría a todo nuestro sector hacia adelante. Con mejores productos los que se benefician, a fin de cuentas, son los agricultores, porque obtendrían más kilos por hectárea. Y ahí está el círculo virtuoso. Hoy en la Argentina hay dos jugadores nada más en el mejoramiento de soja, nosotros, con un 60% del mercado, y Nidera.
Fortuna: ¿En Brasil el círculo virtuoso existe, a pesar de que paga un 70% y no un 100% como en Estados Unidos?
Bartolomé: La situación es mejor en Brasil. Nosotros tenemos un 40% del mercado en 10 años. Y allí también está Bayer-Monsanto, que tiene una participación del 35%, y después viene un pelotón donde están Nidera, Singenta y Pioneer, que son multinacionales. Hay más jugadores, que también estaban acá, pero se fueron porque el marco legal no es interesante para invertir en Argentina. Una nueva ley de semillas cambiaría esta realidad, traería más inversiones, mejoraría la productividad del agricultor y la recaudación del Gobierno. Ganaríamos todos.
Fortuna: ¿Por qué los agricultores no quieren pagar por la semilla? ¿Cuál es la importancia del costo de la semilla en el total de sus costos?
Bartolomé: Si el productor argentino paga la regalía que nosotros estamos pidiendo es de u$s 8 por hectárea sobre un costo total que tienen de u$s 250. Es decir que les estamos pidiendo solo un 3%. Lo que no entienden es que si siguen sin pagar, no generan competencia y más inversión y así están arriesgando u$s 250 dólares contra u$s 8. Y este es el mayor riesgo que tenemos como país, que es el no respeto a la propiedad intelectual. Al argentino le gusta ir por la banquina, pero esto es de corto plazo. Si uno quiere un país a largo plazo debe entender que las tecnologías hay que pagarlas.
Fortuna: ¿Y el Gobierno que rol tiene?
Bartolomé: Entendemos que el 3% final que nos deberían pagar es realmente poco, por lo que la ley parece fácil, pero no desde lo político. Los agricultores tienen lobby a través de las entidades gremiales del agro. ¿Qué es lo que hacen? Hablan de los recursos naturales, del pequeño agricultor y aseguran que las ganancias se las llevarían las multinacionales. Para un gremialista con un micrófono en la mano es fácil estar en contra de la tecnología diciendo que el productor tiene razón y que no tienen que pagar. Pero esto es de corto plazo. Federación Agraria de las cuatro entidades gremiales es la más combativa porque representa al pequeño productor. Sin embargo, nosotros ya dijimos que estamos dispuestos a que los pequeños productos no paguen. Pero esto implica definir quién es un pequeño productor. ¿Lo es alguien que tiene 50 hectáreas en Chaco o el de 200 hectáreas en Pergamino, cuyo patrimonio es de u$s 5 millones?
Fortuna: ¿Cuánto se invierte en la Argentina en estas nuevas tecnologías en comparación a los otros países?
Bartolomé: En lo que es germoplasma en EE.UU. se invierte entre u$s 150 y 180 millones por año, en Brasil más o menos u$s 70 millones y en la Argentina solo u$s 20 millones. Esto hace que las variedades van siendo cada vez mejores en esos países mientras que acá van rindiendo menos comparativamente, son menos resistentes a las enfermedades y hay menos competencia en investigación y esto va generando un círculo vicioso y no virtuoso, y si llega una enfermedad nueva nos va a complicar mucho. Algunos nos preguntan por qué no invertimos más nosotros, que somos los líderes del mercado. Y nosotros decimos que porque no tenemos un recupero de las inversiones si solo un 40% de las semillas se pagan. Si todos pagaran en el país podrían invertirse más de uSs 40 millones.
Internacionalización. Gerardo Bartolomé explica los beneficios que traería una nueva ley de semillas, y sabiendo también que este año de elecciones no se trataría en el Congreso, su apuesta de crecimiento está fuera del país. Su mirada está puesta en Estados Unidos y en China.
Fortuna: ¿Qué posibilidades de crecimiento ven en Estados Unidos, un mercado con mucha más competencia en el mejoramiento genético de la soja?
Bartolomé: Llegamos a Estados Unidos en 2008, y lanzamos en 2015 nuestras primeras variedades. En ese mercado tenemos cuatro modelos de negocio. Uno es el de licencias a terceros con marca de terceros; otro es el de nuestra marca Don Mario, que lanzamos en 2018; otro es a través de la marca Virtue, que es una marca de soja no transgénicas, y ahora estamos adquiriendo una compañía local de retail para tener un canal de ventas directo. Es un mercado ultra competitivo pero también el de mayor valor, porque todo es 100% legal. Allí el círculo virtuoso es donde más se expresa entre la tecnología y los agricultores. En este camino nos hemos propuesto llegar a 2020 al 3% de market share. Y lo vemos posible. Si tomamos toda la soja del mundo, con la participación que tiene América, estamos en un 25% de la participación de mercado mundial sin tener todavía presencia ni en China ni en India, que son dos productores importantes.
Fortuna: Pero en China están dando sus primeros pasos también…
Bartolomé: En China estamos desembarcando y enviando las primeras muestras de genética nuestra para evaluar allá. China nos interesa por dos motivos. Por un lado, porque es un país sojero, con 10 millones de hectáreas. Y, por otro lado, porque nos permite tener el radar prendido sobre las tecnologías que hacen a nuestro negocio, que son la inteligencia artificial, la edición génica y genómica. China está en una transición muy profunda al dejar de ser un país copiador de tecnologías a uno generador de ellas. Cuando uno evalúa la cantidad de patentes por año que escriben los países, China ha superado a los EE.UU. en cantidad, aunque todavía no en calidad.
Fortaleza argentina. GDM es una de las pocas empresas argentinas que tiene tanta presencia en un negocio mundial y de tanta importancia como la soja. Al tener un 25% del mercado mundial es un referente en todo el mundo en lo que hace a la calidad y la productividad de la soja. Esta fuerza le permite facturar más de u$s 300 millones al año, de los cuales unos u$s 180 millones son en la Argentina, unos u$s 100 millones en Brasil, poco más de u$s 20 millones entre Paraguay, Uruguay y Bolivia; y todavía muy poco en Estados Unidos. A pesar del éxito en nuestro país, Bartolomé explica que están por cambiar el esquema de negocios. “En Brasil facturamos menos porque tenemos un negocio de licencias. Nosotros tenemos la licencia y trabajamos con semilleros multiplicadores, quienes reproducen las semillas y las venden. Acá en Argentina nosotros tenemos la licencia y también las fabricamos, pero estamos en un proceso de transformar el negocio al igual que en Brasil, con lo que bajará nuestra facturación, pero el EBITDA subirá, porque el de regalías es un negocio de mucho más margen.
Fortuna: ¿Cuál es el principal activo de GDM?
Bartolomé: Nuestro principal activo es el germoplasma, que es la base de los genes del cultivo de soja que nos permite ir seleccionando la que mejor se adapta a los diferentes ambientes, y eso es lo que no da el market share. Los agricultores prueban varias semillas en 200 hectáreas, y la que mejor les rinde es la que terminan comprando. Esto quiere decir que cada año competimos desde cero. En Brasil llegamos de cero al 40% de market share en 10 años, pero también sabemos que podemos bajar de nuevo a cero si no mantenemos nuestro nivel de inversión.
Fortuna: ¿Esta realidad que describe sobre la soja, se replica en el trigo y el maíz?
Bartolomé: La problemática respecto del pago de las semillas en trigo es similar a la de la soja, con la salvedad de que no hay transgénicos en trigo. No hay en el mundo aunque el transgénico científicamente es inocuo pero culturalmente a la gente no le gusta porque se imagina cosas que no son. En trigo nosotros tenemos un 25% de market share en el país. Solo estamos acá porque todavía nuestro germoplasma no se adapta a muchas otras zonas fuera de Argentina. Estamos haciendo pruebas en el norte de EE.UU. y Canadá y si se adapta iremos con el negocio.
Fortuna: ¿Y su negocio de maíz?
Bartolomé: Tenemos un negocio en Argentina, que es un programa de mejoramiento propio. Hace un año adquirimos una compañía local llamada Illinois, por lo que acá tenemos ambas marcas. Queremos ser un jugador importante del maíz en Argentina. Con todas las marcas nuestro market share es del 6% por lo que tenemos mucho para crecer. Hay muchos jugadores fuertes acá, con Bayer-Monsanto, Nidera, Singenta, entre otros.
Fortuna: Saliendo del negocio de germoplasma en sus tres cultivos, ¿cuál es el principal desafío del agro?
Bartolomé: Producir más para acompañar la necesidad que tiene el país de generar más divisas. Pero para esto se necesitan reglas de juego claras. Este es un sector muy dinámico y el agricultor es muy proclive a invertir y tomar riesgo si las reglas son claras. El agro puede ayudar a convertir a este país en uno más equilibrado, justo, con más trabajo, y menos pobres. Atrás de la agricultura hay una industria de maquinaria, agroquímicos, servicios, transporte, elaboración de aceite y alimentos balanceados que genera una cadena de valor interesante. En nuestro negocio en particular, si hubiese reglas claras en el marco legal habría más inversiones.
Hicimos un trabajo desde la Asociación de Semilleros Argentinos en la que demostramos que si pudiésemos pasar del 40% que pagan la soja al 80%, habría una inversión de u$s 1.000 millones solamente en semilleros multiplicadores que se instalarían por todo el interior del país. Pero no sé si algo va a cambiar. Todos los gobiernos van al mango y a la oportunidad de recaudar dinero cada año. Y como la soja tiene mucha mayor productividad por hectárea y tiene retenciones altas, al gobierno le conviene que haya mucha soja. Por eso no fomenta el maíz y el trigo. Somos un país hipócrita: decimos una cosa y hacemos otra. Argentina nunca termina de despegar porque estamos dando vueltas siempre sobre lo mismo y todo se discute. Hay gente que habla porque le dan un micrófono y no tiene idea.
Fortuna: Hablando de reglas claras y de hipocresía, ¿qué piensa de las retenciones?
Bartolomé: Son una locura. Es como matar a la gallina de los huevos de oro. Solo existen en Argentina. Debemos promover que la Argentina produzca más, exporte más y genere más divisas. Las retenciones no la fomentan y el Gobierno para hacerse de caja fácil pone las retenciones. Es cierto que con la suba del tipo de cambio en parte se compensa, pero no es suficiente. Conceptualmente es un impuesto que no tiene sentido. No incentiva al que produce más. Todo lo contrario, porque lo castiga.