Por Daniel Raskin* / La pandemia está demostrando que la presencia de la tecnología, en todas sus variantes, se hace indispensable en la sociedad global.
Si alguien tenía dudas acerca de qué significa la expresión big data, las mediciones de Google sobre los cambios en la movilidad de los argentinos durante la cuarentena obligatoria ofrecen una demostración contundente. Con datos provenientes del historial de ubicaciones de unos 33 millones de usuarios de teléfonos celulares, la compañía constató que la sociedad había acatado masivamente esa convocatoria. En comparación con un escenario de normalidad, ha disminuido fuertemente la concurrencia a los lugares de trabajo (-57%), los negocios de venta de comestibles y las farmacias (-61%), pero sobre todo el uso del transporte público (-80%), la presencia en restaurantes, cafés, shoppings, museos y librerías (-86%) y en parques y paseos públicos (-89%).
Hace ya algunos meses, cuando nada hacía prever esta situación inédita e incierta, circulaba por las redes un chiste que retrata la relación de las personas con las redes. “Con la caída de WhatsApp, conocí gente maravillosa: viven en mi casa y dicen que son mi familia”, decía la humorada. En el contexto de la pandemia, la forzosa reclusión en los hogares ha puesto a prueba la fortaleza de esos vínculos y la capacidad para hacer frente a situaciones inesperadas, como la convivencia con la escolaridad de los niños. Al mismo tiempo, ha puesto de relieve, por si hacía falta, la centralidad de la tecnología en la vida cotidiana.
El fenómeno retratado por Google no es exclusivo de la Argentina. Aunque los gobiernos de la región han puesto en marcha estrategias muy diferentes, los datos correspondientes a 17 ciudades de siete países de América Latina muestran que el número de viajes en transporte público se ha reducido en proporciones que van de 52% a 79%. Paralelamente, se ha incrementado el tráfico en Internet. Según las estimaciones del BID a partir de fuentes privadas, ese aumento oscila entre 22% y 25% en la Argentina y entre 10% y 20% en Brasil, al tiempo que llega a 30% en las redes fijas y 8% en las móviles para Ecuador y 40% y 12%, en cada caso, en Colombia.
En el caso de las redes; también ha cambiado el modo en que los usuarios interactúan con ellas. En marzo de este año, según un análisis realizado por la consultora Comscore a partir de los datos provistos por la plataforma Shareablee, Argentina, Brasil, Chile y Paraguay eran los países de la región donde el número de publicaciones e interacciones mostraba mayores subas respecto de igual mes de 2019. Previsiblemente, las categorías “Salud” y “Gobierno” concentraban una atención mayor, pero también “Finanzas”, quizás por los efectos económicos de la pandemia. En Facebook, dice el gerente de Redes Sociales de Comscore para la América Latina, predominan los links a notas, entrevistas y conferencias; en Instagram, las fotos y videos sobre personalidades diagnosticadas con el virus, y en Twitter, las noticias de último momento con estadísticas y gráficos de contagio locales, recomendaciones y tips de prevención.
De acuerdo con las últimas cifras publicadas por el INDEC, la Argentina tenía en diciembre pasado algo más de 39,6 millones de conexiones a Internet, de las que poco menos de tres cuartas partes estaban asentadas en CABA y provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Tucumán. De esos accesos, 7,5 millones se realizaban desde conexiones fijas y 32,1 millones mediante dispositivos móviles, un dato que da cuenta de la creciente preeminencia de este canal. En tanto, 6,8% de los primeros y 12,0% de los segundos pertenecían a la categoría “organizaciones”, que incluye empresas públicas y privadas, entidades y profesionales que utilizan Internet para su desempeño laboral.
Las estadísticas sobre el llamado trabajo a distancia, o teletrabajo, son más bien magras, y no sólo en el país, quizás porque en un extendido número de casos involucra relaciones precarias. En la Argentina, el único dato oficial proviene de la Encuesta de Indicadores Laborales, que a fin de 2017 determinó que había 267.826 teletrabajadores sobre un universo de poco más de 3,4 millones de personas relevadas. Como es evidente, eso no significa que la relación con las TICs se agote en esa categoría laboral.
Las tecnologías de la información y las comunicaciones, que tienen como soporte a Internet, atraviesan el conjunto de las actividades humanas. Estos días han sido apenas una muestra desordenada de su papel en los procesos educativos, con actores más preparados y otros que están dando sus primeros pasos, pero que es apenas un prólogo. Entretanto, el comercio electrónico avanza a paso firme y gana terreno sobre las modalidades tradicionales. Según el informe anual de la cámara argentina del sector, la facturación de este canal alcanzó 403.278 millones de pesos en 2019, 76% más que el año anterior, con 146 millones de productos vendidos, bajo el impulso de los rubros de alimentos y bebidas, artículos del hogar y herramientas, e indumentaria, y con un creciente protagonismo de las APP y los dispositivos móviles, tanto en las búsquedas como en las compras.
Aunque no hay datos ciertos sobre lo ocurrido desde la declaración de la cuarentena, es previsible que se haya incrementado el uso del dinero electrónico, aunque existen todavía limitaciones. Por un lado, muchos de negocios de proximidad no trabajan aún con tarjeta de débito y por otro, una alta proporción de los adultos mayores permanece refractaria a los cantos de sirena de la tecnología y comprensiblemente aferrada a los rituales del día de cobro. Hace un par de años, un estudio estimaba que alrededor de un tercio de los usuarios digitales argentinos utilizaba los servicios de home banking. El más reciente reporte de la Red Link, con datos de agosto 2019 correspondientes a 29 millones de clientes, revela que el número de usuarios de aplicaciones financieras móviles supera ya al de los que operan desde computadoras de escritorio o notebooks y que las transacciones de ese segmento explican casi 30% del total.
Los móviles son la estrella indiscutida y a sus pies se inclinan la actividad comercial y financiera, el mundo del espectáculo, las redes sociales y los medios de comunicación. Un relevamiento de la consultora Comscore con datos de 2019 provenientes de diez países (Argentina, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, India, Indonesia, Italia, México y Reino Unido) indica que explican entre 72% y 91% de los minutos consumidos en la web, que a su vez son canalizados en una altísima proporción por aplicaciones desarrolladas especialmente para estos dispositivos.
La pandemia ha revalorizado el papel de las impresoras 3D, que permitirían suplir la falta de piezas críticas para ciertos dispositivos, y ha replanteado la importancia de impulsar el desarrollo y la innovación en el sistema de salud. Ha planteado también la necesidad de agilizar la gestión de los documentos asociados a los actos médicos, mediante la adopción de la historia clínica y la receta electrónicas, así como de un instrumento que las avale y les proporcione confiabilidad, la firma digital, cuya difusión es todavía una cuenta pendiente.
En esa materia, así como respecto de la digitalización documental, el sector privado exhibe un retraso relativo respecto del Estado. Las restricciones impuestas por la cuarentena vienen poniendo en evidencia situaciones paradójicas. Empresas que están en condiciones de proteger a su personal mediante prácticas de teletrabajo y de garantizar la continuidad de ciertos procesos administrativos, comerciales o productivos, se ven obligadas a postergar operaciones o posponer la firma de contratos que impliquen la presencia física de las partes.
En estos días, en medio de la tragedia sanitaria y los sombríos pronósticos sobre sus consecuenciales sociales y económicas, comienza a asomarse un debate sobre el día después. Algunos se esperanzan con la posibilidad de construir sociedades más fraternas; otros creen que sobrevendrá un mundo más injusto y cruel. Probablemente el futuro próximo vaya trazando un camino zigzagueante entre ambos escenarios, pero una cosa es segura: la solución a muchos de los problemas preexistentes y de los que se plantearán en adelante vendrá de la mano de la adopción de soluciones tecnológicas apropiadas.
Las empresas de tecnología tienen enormes desafíos en el mundo del día después. De su compromiso y su capacidad de innovación dependerá en gran medida la calidad de las respuestas a esta encrucijada.
*Director de Lakaut S.A.