Natalidad en picada: el desafío que nadie le contó a la empresa familiar
Menos hijos, menos herederos, más preguntas sin responder. ¿Cómo se prepara una empresa familiar cuando la familia deja de crecer?
En América Latina, la baja sostenida de la natalidad ya no es solo un dato demográfico: es una realidad que empieza a impactar en los modelos de continuidad de las empresas familiares. Países como Argentina, Chile, Brasil o México muestran una caída acelerada en la tasa de nacimientos, una tendencia que hasta hace poco solo parecía preocupar a gobiernos y sistemas previsionales. Sin embargo, esta transformación silenciosa empieza a golpear también la puerta del ecosistema empresarial.
Durante décadas, las familias numerosas garantizaban una 'cantera' de herederos: había más opciones, más ramas, más chances de que alguno tomara la posta. Pero hoy, muchas familias tienen uno o dos hijos —o directamente ninguno—, y eso cambia todo. ¿Quién va a liderar la empresa? ¿Qué pasa si ese único hijo no quiere? ¿Qué pasa si no puede?
¿Por qué es importante planificar la sucesión en una empresa familiar?
Amenazas y oportunidades para el futuro de las empresas familiares
1. Riesgo de no tener relevo natural: Antes, si un hijo no quería o no podía, había hermanos, primos, sobrinos. Hoy, la línea de sucesión se reduce dramáticamente.
2. Mayor presión sobre el único heredero: Cuando hay un solo candidato natural, la expectativa familiar y empresarial se concentra en esa persona, incluso si no tiene vocación o preparación.
3. Desbalance entre propiedad y gestión: Puede ocurrir que la familia mantenga la propiedad de la empresa, pero no tenga a nadie preparado para gestionarla, lo que obliga a incorporar profesionales externos sin un plan claro de convivencia.
4. Mayor vulnerabilidad emocional: En las empresas familiares, las decisiones no solo son estratégicas, también son personales. La falta de opciones sucesorias puede generar tensiones, frustraciones o incluso paralizar decisiones clave.
Integrar los hijos a la empresa familiar
La baja natalidad también representa una serie de oportunidades para las empresas familiares. Estas son:
1. Menos herederos, decisiones más ágiles: Con una próxima generación más reducida, el proceso de sucesión puede ser más claro y menos conflictivo. Disminuyen las tensiones entre ramas familiares y se acortan los caminos para tomar decisiones clave.
2. Mayor foco en la calidad, no en la cantidad: Formar a uno o dos herederos permite concentrar recursos, tiempo y esfuerzo en una preparación más profunda, sólida y alineada con el futuro que la empresa necesita construir.
3. Menos presión para crecer sin pausa: En familias numerosas, las empresas muchas veces se veían forzadas a crecer constantemente para sostener económicamente a todos sus miembros. Hoy, al reducirse ese peso familiar, la empresa puede enfocarse más en ser rentable y sustentable, sin estar empujada por una necesidad externa de escalar sin pausa.
La baja natalidad no es solo un dato frío: es una señal de época. Y como toda señal, invita a repensar modelos, hábitos y certezas. La empresa familiar, si quiere seguir siendo relevante y sostenible, tendrá que entender este nuevo escenario no como una amenaza, sino como una oportunidad para transformarse, profesionalizarse y adaptarse con inteligencia.
* Socio director de Quiros Consultores