Cierran comedores comunitarios por falta de fondos mientras más familias piden alimentos

Redacción Fortuna

Aunque continúa el debate acerca de la precisión de los números del INDEC, una consulta de PERFIL en una treintena de comedores de emergencia de todo el país confirmó que ha aumentado significativamente la afluencia de personas en busca de comida. Antes iban los chicos carenciados; ahora, sus familias. Al mismo tiempo, la inflación y los recortes de fondos de las provincias y hasta de subsidios del Estado nacional están provocando el cierre de muchos establecimientos.

Soledad Barrientos calcula que las 1.300 personas que se acercaban a comer a Los Piletones en Villa Soldati el año pasado hoy son 1.600. Estela Sánchez, que coordina treinta comedores en las afueras de La Plata, estima que entre 2007 y 2009 se triplicó la gente a la que ayuda.

La tucumana Mónica Pereyra no arriesga un número preciso, pero afirma que la demanda de alimentos “creció exponencialmente” en los últimos dos meses. Desde Entre Ríos, Tomasa Same habla de una tendencia que no puede ocultar la existencia de una crisis: “Los chicos ahora se llevan la vianda para compartirla con sus padres, que quedaron desempleados”.

“Estamos sentados sobre un polvorín que cada vez está más cerca de explotar”, resumió la entrerriana Marie Pierre, encargada de la sede provincial de Red Solidaria.

Mientras la pelea entre la Iglesia y el Gobierno por los números de la pobreza suma nuevos capítulos, PERFIL realizó un relevamiento en una treintena de comedores de 17 provincias de todo el país. La gran mayoría reconoció que cada día se acerca más gente pidiendo ayuda.

Esa demanda varía entre un 20 y un 100 por ciento. Algunos señalaron como punto de inflexión la protesta agraria del año pasado, en especial en las localidades del interior del país. Otros ven el aumento asociado a la recesión que golpea desde hace nueve meses.

A similar conclusión arribó la Red Argentina de Bancos de Alimentos en mayo pasado. Encuestaron a 210 organizaciones, entre comedores de día, escolares y hogares de día. El 81% recibió una mayor demanda de alimentos en los últimos seis meses. Apenas el 56% respondió que pudo hacer frente a la nueva demanda.

Los establecimientos consultados por PERFIL, en la mayoría de los casos a través de comunicaciones telefónicas, coincidieron, además, en que tanto la ayuda estatal como las donaciones privadas ya no alcanzan. En algunas provincias, los subsidios directamente dejaron de llegar a los comedores. Y varios debieron cerrar sus puertas.

Esa desesperación se siente en Chaco. La administradora de la sede local de Cáritas, Lía Miña, relató que de los sesenta comedores que poseen, al menos cuarenta se enfrentan a un cierre inminente debido al atraso de dos meses de $ 1,85 por niño que el Ministerio de Desarrollo Social les debe remitir.

Un plato. Los testimonios que recogió PERFIL no dejan lugar a dudas: “Todos los días, entre ocho y nueve personas se acercan a pedir un plato de comida. Pero no doy abasto, no puedo atender a más de los 120 que ayudamos”, se lamentó Mirta, coordinadora del comedor Capullo Feliz en La Matanza.

La sensación general es que a los chicos que habitualmente concurrían en busca de un plato de comida, en los últimos meses se sumó el resto de la familia. “Con la crisis del campo se frenó la construcción, y desde ese momento comenzaron a venir los padres de los chicos”, señaló la cordobesa Teresa Roig, que está al frente de El Buen Samaritano, en Río Cuarto, provincia de Córdoba.

“La crisis de 2001 no fue tan abrupta como ésta. Estamos colapsados. Antes venían sólo los chicos a comer pero ahora también vienen la mamá y el papá”, dijo la jujeña Mirta Cabana, responsable de la fundación Dar.Lo.Cab.

Más allá del 40% de pobres que calcula la Iglesia y contrasta con las mediciones del INDEC (ver recuadro), Red Solidaria estima que en 2008 se sumaron 800 mil nuevos pobres a los siete millones que había en 2007.

Los aumentos de precios en los alimentos se sufren cotidianamente en aquellos rincones del país en los que la crisis de 2001 nunca terminó de irse.

“El año pasado, con $ 10 preparábamos un desayuno para una persona durante diez días. Ahora necesitamos el doble”, explicó Leonardo, responsable del comedor Obra San José, del barrio porteño de Balvanera. Se sostienen sólo con aportes voluntarios. Por eso, dice, tiene tan claro las cifras: las plasmaron en un folleto para que los donantes sepan que hace falta más ayuda.

En el centro de día Manos Abiertas de San Juan se atesora cada centavo. Según Susana Canteros, dar de comer a cada chico costaba $ 2,2 el año pasado. Hoy, son necesarios tres pesos. Además de la demora en los subsidios estatales, la recesión afectó a las donaciones privadas. Por ahora, la ayuda escasea frente a tanta necesidad.

Por Sebastian Iñurrieta, Marilina Esquivel y Nicolas Gandini. Diario Perfil.

23/8/2009

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