"Presidente, la industria se está fundiendo"

En "Doce Noches", el periodista reconstruye una decisiva cena en Olivos el 26 de diciembre de 2001 entre el ex presidente Adolfo Rodríguez Saá y los empresarios más fuertes del país. Las presiones de los empresarios para la megadevaluación.

Redacción Fortuna

Por Ceferino Reato (*) | Luego de la caída del radical Fernando de la Rúa y del breve interinato del peronista Ramón Puerta, fue elegido presidente el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, también peronista, que juró el domingo 23 de diciembre.

José Ignacio de Mendiguren y la cúpula de la Unión Industrial Argentina fueron a la Casa Rosada a saludar a Rodríguez Saá. Sus colegas no lo conocían, pero el titular de la UIA sí porque tenía una fábrica en San Luis.

De Mendiguren recuerda que el despacho del flamante presidente estaba colmado.

—Vení —le dijo Rodríguez Saá, y lo llevó a un rincón. Mañana traéme a todo el Grupo Productivo, que abrimos el primer día hábil del gobierno con esa reunión.

De Mendiguren llevaba la voz cantante en el Grupo Productivo, una organización de empresarios formada por la UIA, la Cámara Argentina de la Construcción y Confederaciones Rurales Argentinas.

Una nueva coalición estaba en marcha. ¿El objetivo? Salir de la Convertibilidad, el modelo económico vigente desde hacía más de una década, que establecía una paridad fija entre el peso y el dólar; el 1 a 1. Es decir, pesificar y devaluar.

La reunión con fue muy formal; el presidente les explicó sus planes, entre ellos, la creación de un millón de empleos; la forestación de todo el país y la emisión de una tercera moneda, el Argentino, que sería respaldado por los bienes del Estado. Y los empresarios les contaron sus penurias y sus propuestas, pero en general, sin entrar en detalles.

Cuando la audiencia terminó, De Mendiguren se quedó unos minutos más en el despacho.

—Presidente, ¿por qué no nos reunimos en Olivos? Algo más informal, así hablamos en confianza de las cuestiones que hacen al futuro del país.

—Buena idea, (Luis) Lusquiños te llama mañana para arreglar una cena esta semana.

De Mendiguren cuenta que el Día de Navidad, por la noche, recibió el llamado de Lusquiños, secretario general de la Presidencia.

—Vengan mañana a Olivos, a las nueve de la noche. Trae el plan que ya anunciaron a la prensa.

—¿Con quién querés que vaya?

—Con todos.

De Mendiguren apareció en la residencia presidencial al frente de una caravana de empresarios       que excedió al Grupo Productivo. “Éramos treinta, más o menos: de la industria, la construcción, el campo, la banca”, enumera.

Los nombres propios incluían al papelero Héctor Massuh; Sergio Einaudi, de Techint; Federico Nicholson, de Ledesma; Alberto Álvarez Gaiani, de la cámara que agrupa a las empresas de la alimentación; el constructor Aldo Roggio; Gregorio Chodos, también de la construcción y buen amigo de Franco Macri; Carlos Heller, del banco Credicoop, y al productor rural Manuel Cabanellas.

Primero, hablaron en el salón principal de la residencia y luego pasaron al quincho a comer un asado.

—Presidente, vamos a hablar en confianza. Ya no podemos mantener el 1 a 1, nuestros productos no son competitivos —abrió De Mendiguren.

—Yo no voy a salir de la Convertibilidad, voy a lanzar sí una tercera moneda, el Argentino, que va a dinamizar el consumo.

—Pero, hay que modificar el tipo de cambio real, la industria nacional se está fundiendo: importamos hasta latas de choclo.

—No voy a devaluar; el poder de compra del salario se iría a la mierda y la gente ya está muy caliente.

También hablaron otros empresarios; algunos dejaron en claro que no estaban a favor de la devaluación y que les preocupaba tanto la recesión y la caída del consumo como las dificultades para pagar sus deudas y la perspectiva de perder sus compañías.

Entre los empresarios había quienes tenían el grueso de sus deudas con los bancos locales por lo cual les convenía que el gobierno las pesificara a una paridad 1 a 1 —un dólar, un peso— pero otros estaban endeudados en el exterior, en dólares, y requerían otro tipo de medidas.

De Mendiguren cuenta que fueron todos a comer: “Nos sentamos a una larga mesa; yo, al lado del presidente; enfrente, estaba su hermano, Alberto. Era un ambiente muy distendido”.

La escenografía incluía una orquesta de tango, una cantante y un par de sensuales mujeres que bailaban entre ellas con sus siluetas entalladas por vestidos de tajos pronunciados, mientras los mozos servían las empanadas, el asado y el vino.

La mayoría de los empresarios no conocía al presidente y mucho menos, al hermano del presidente; todos quedaron sorprendidos por el ascendiente que parecía tener “el” Alberto sobre “el” Adolfo.

De repente, sonó un pito y las dos bailarinas se deslizaron provocativamente hacia los comensales; una de ellas sacó a bailar al Alberto, y la otra, a Lusquiños. Algunos colaboradores puntanos rompieron en aplausos.

—Son las cosas del Alberto; él va mucho a Buenos Aires y le gusta esto —le explicó el presidente a De Mendiguren.

Apenas volvió a su silla, el hermano presidencial alzó su mano derecha como pidiendo la palabra e hizo una pausa teatral antes de hablar.

—Bueno, ¿quién de acá juega al bridge? —preguntó en voz muy alta.

—Nosotros —respondieron Álvarez Gaiani y Nicholson.

—Matilde, anotá: acá se va a jugar al bridge los miércoles. A las diez en punto de la noche —le ordenó a la secretaria presidencial.

Mientras iban saliendo de la residencia, De Mendiguren se acercó a Einaudi.

 —¿Te das cuenta estos tipos? Llevan tres días en el gobierno y ya se instalaron como si llevaran cuarenta años.

(*) Extracto de su libro "Doce Noches".

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