Salida y queja, en 2011 y también ahora

Por Juan Carlos De Pablo * Galería de fotosGalería de fotos

Redacción Fortuna

Albert Otto Hirschman es un economista nacido en Berlín en 1915, quien en su doble condición de socialista y judío, entendiblemente abandonó su país natal en 1933.

Participó brevemente en la Guerra Civil Española, ayudó a Varian Fry para que artistas e intelectuales que huían del nazismo cruzaran los Pirineos, y volvió a Europa como soldado integrante de los Aliados. Recién a los 31 años comenzó una vida “normal”.

Entre 1946 y 1952 trabajó en la Reserva Federal, luego de lo que pasó cuatro años en Colombia, primero como asesor del gobierno y luego como consultor privado, para después iniciar una carrera académica, desarrollada en Yale, Harvard y Princeton. Precisamente en Yale escribió La estrategia del desarrollo económico, que publicó en 1958, desafiando la idea del “desarrollo balanceado”, muy en boga en aquella época.

De Hirschman (entre otros) aprendí la importancia que tiene prestarle atención a los hechos, particularmente a aquellos que desafían lo que cabía esperar en base a las teorías. En 1970, publicó Queja y salida, a partir de la observación de que mientras para los cientistas políticos la frustración humana genera protestas, para los economistas desplaza el lugar donde se compran los productos.

Frente a cierta disconformidad, los cientistas políticos le prestan atención a las marchas, los cortes de rutas, etcétera, los economistas se centran en el hecho de que en una misma ciudad, dentro de un mismo sector, no a todos los oferentes les va igual, porque los seres humanos en cuanto demandantes nos desplazamos.

En una palabra, los analistas políticos enfatizan la queja; los economistas, la salida. ¿Por qué no unimos ambas respuestas a la frustración haciéndolas depender del costo esperado de cada una de ellas?, preguntó inteligentemente Hirschman. Las mismas personas a veces salen, a veces se quejan.

Quien encuentra cruda, o mal servida, una pizza, sigue demandando el producto pero la próxima vez lo come en otra pizzería. Mientras que quien está disconforme con la última Encíclica papal o con la familia de su esposo o esposa, se reúne con sus amigos para “descargarse”. No conozco personas que haya abandonado el catolicismo porque no les gustó la última Encíclica, es difícil que alguien se divorcie porque no aguanta a la familia de su conyugue.

Queja y salida resultaron conceptos relevantes para entender algunos comportamientos luego de que, a comienzos de 2002, se abandonara la convertibilidad. Quienes tuvieron la posibilidad (vía un amparo) de recuperar de inmediato sus depósitos en dólares, como quienes se beneficiaron por la pesificación de las deudas que habían contraído en moneda extrajera, solucionaron sus problemas “saliendo” y por consiguiente se quedaron callados; mientras que quienes no lo lograron sólo pudieron “quejarse”, golpean quienes pueden salir, migran; quienes no, se “indignan”; la mayoría, como en el resto de los países, se levanta cada día a ver cómo le encuentra la vuelta.

¿Cómo se aplica todo esto a la Argentina 2012? La reciente disputa entre los principales responsables ejecutivos de la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina a propósito de cuál es la mejor manera de defender los intereses sectoriales, y también “los del país en su conjunto”, tiene que ver con la esperada reacción por parte de las autoridades nacionales. A raíz de la resolución 125 del Ministerio de Economía, de marzo de 2008, el sector agropecuario “le hizo perder el invicto” al estilo K; desde entonces las relaciones entre el Poder Ejecutivo Nacional y el sector (que nunca habían sido buenas) se deterioraron fuertemente.

¿Conoce a algún productor agropecuario que haya tomado como “señal de cambio” los recientes anuncios en materia de exportación de trigo y maíz, de la próxima cosecha? Nadie, en el sector primario, piensa que un discurso diplomático puede inducir el diálogo con las autoridades, y actúa en consecuencia.

La UIA tiene dentro de sí un conflicto objetivo porque la integran quienes se benefician por las trabas a las importaciones impuestas por el secretario de Comercio Interior, pero también quienes se perjudican por ellas. Pero sus dirigentes entienden que, públicamente al menos, la queja es contraproducente para destrabar las barbaridades que genera la política económica, y también actúan en consecuencia.

Los anteriores son ejemplos de queja, pero también se registran ejemplos de salida. Por ejemplo, la compra de dólares. Mi tía Carlota, la que nunca fue a la Facultad de Ciencias Económicas, escucha a los funcionarios hablar de desdolarizacion de la economía, de que el mundo se nos vino encima pero que tenemos un modelo a prueba de turbulencias internacionales, etcétera, y como ella tiene memoria (y algunos añitos), compra dólares… donde se consiguen, es decir, hasta octubre de 2011 en el mercado único de cambios, ahora en los múltiples lugares que integran el mercado “blue”. Pagando el precio correspondiente. También salen quienes postergan inversiones reales. No les interesa polemizar con el Gobierno, y mucho menos participar en debates totalizadores y cargados de ideología, sino que optan por hacer la plancha.

Las fábricas, los comercios, etcétera, no tienen “rueditas”, de manera que puedan trasladarse de un país a otro con relativa facilidad (las proporciones de una empresa multinacional sí pueden, cambiando vía inversiones la importancia que tienen dentro de cada uno de los países donde actúan); por lo cual los productores mantienen como pueden las instalaciones que tienen, invierten para reponer y dar el próximo paso, esperando épocas mejores para encarar proyectos de más envergadura.

Apliqué Salida y queja. Si puede, lea el trabajo original.

* Economista, columnista de Revista FORTUNA

10-8-2012

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