Pou 2001 - Redrado 2010 ¿Un sólo corazón?

Redacción Fortuna

Opinión. Por Juan Carlos de Pablo |

Pedro Pou presidió el Banco Central desde el 27 de julio de 1996, cuando reemplazó a Roque Benjamín Fernández, quien se hizo cargo del Ministerio de Economía, sucediendo a Domingo Felipe Cavallo.

Fernández fue titular del equipo económico hasta el 9 de diciembre de 1999, cuando Carlos Saúl Menem le pasó la Presidencia a Fernando de la Rúa. Pero Pou continuó en su cargo, pues había sido nombrado por 6 años.

Pero no duró hasta julio de 2002, porque fue despedido el 25 de abril de 2001, permaneciendo en su cargo 1.732 de los 2.191 días previstos.

¿Qué pasó? Que a comienzos de 2001 Elisa Carrió trajo de Estados Unidos un conjunto de cajas de color verde, conteniendo -según ella documentación probatoria del lavado de dinero que se hacía en nuestro país, cajas que mostró en “respetables” programas de televisión (¿alguien vio, alguna vez, qué contenían esas cajas?), iniciando una fuerte embestida contra el entonces presidente del BCRA.

Embestida complementada por el ministro Cavallo. Que se sepa, la discrepancia entre ambos funcionarios tuvo que ver con el tratamiento de los fondos “en tránsito”, a efectos del cálculo de los efectivos mínimos. El Poder Ejecutivo, munido de un dictamen del Congreso favorable a la remoción de Pou, dictó el decreto 460/01, que efectivizó la medida.

Cualquier presidente de un Banco Central adopta decenas de decisiones discrecionales por día, por lo que -cuando existe “voluntad política”- es muy fácil cuestionarlo, particularmente si lleva vabrios años en el cargo. En especial esto es así si tuvo que intervenir en el caso de la intervención y la liquidación de entidades financieras, donde normalmente al titular del BCRA se lo acusa simultáneamente por haber actuado, y por no haber actuado.

Pou fue reemplazado por Roque Maccarone, funcional al Ejecutivo de turno. No cometeré la idiotez de afirmar que si Pou hubiera seguido en su cargo, la corrida bancaria se hubiera revertido, el corralito no hubiera existido, etc.; pero estoy convencido de que el reemplazo de Pou por Maccarone, en todo caso, aceleró e intensificó el proceso.

Martín Redrado preside el Banco Central desde el 23 de setiembre de 2004, y según la legislación vigente tiene mandato hasta el próximo 23 de setiembre.

La presidenta de la Nación, el 7 de enero pasado dictó el decreto 18, removiéndolo de su puesto. Desde entonces se está desarrollando una pulseada, donde están involucrados la Justicia y todo el cuerpo político, es decir, tanto el oficialismo como la oposición.

Al igual que en 2001, una comisión bicameral está analizando la gestión de Redrado. Este último, igual que Pou, Bernanke, Greenspan y Volcker, tiene que haber adoptado diariamente decenas de decisiones discrecionales. Nuevamente, la “voluntad política” tendrá más importancia que las consideraciones técnicas, en el informe final.

Este ejercicio de historia comparada sirve para plantear la siguiente cuestión, importante no solamente desde el punto de vista de la política económica, sino también para las decisiones individuales. Hay un nuevo “deporte” en la Argentina: consiste en “pegarle” a Redrado, puntualizando lo blanda que fue su gestión (ejemplo: ¿por qué no implementó una diferente política monetaria, para que Guillermo Moreno no tuviera que estropear las estadísticas del INDEC desde comienzos de 2007?), lo que gastó en reuniones técnicas, etc. Cualquier día de estos van a descubrir que pagó la gomina con la cual se alisa el cabello, con la tarjeta corporativa que abona el Central.

Como dije, quien está a cargo de una institución como un Banco Central adopta cotidianamente gran cantidad de decisiones discrecionales, así que embocárselo es fácil. Pero el punto central es otro: quien aquí y ahora participa del mencionado deporte, o le pega al débil para quedar bien con el (aparentemente) poderoso, o cree en los Reyes Magos.

Integran este último grupo quienes piensan que, removido Redrado de su cargo, la presidencia del Banco Central será ocupada por alguien que sí le pondrá el pecho a las demandas financieras que plantea el kirchnerismo, para financiar el descomunal aumento del gasto público. Esto es creer en los Reyes Magos, como a fines de 2007 parece haberle ocurrido a Martín Lousteau, cuando aceptó ser ministro de economía de Cristina Fernández de Kirchner (¡luego de 4 años de gobierno kirchnerista!), creyendo que iba a cambiar el estilo K y a desalojar a Moreno de la Secretaría de Comercio.

Más allá de sus méritos personales y experiencia, en 2001 Maccarone fue parte del problema, porque todos quienes tomaban decisiones leyeron que el Banco Central se había convertido en un apéndice del ministerio de economía. En 2010 va a ocurrir exactamente lo mismo, no importa los antecedentes y los títulos universitarios que tenga quien -llegado el caso- lo reemplace a Redrado.

Lamentablemente, en Argentina 2010 todo se plantea “blanco o negro”. No necesito a Néstor Kirchner para que me defienda de La Nación y de Clarín (de ellos sé me defender solo), en cambio necesito a todos los medios de comunicación para que me defiendan de los Kirchner. Con el Banco Central ocurre exactamente lo mismo: no necesito al matrimonio Kirchner para que me defiendan de lo que sé le puede ocurrir a Redrado, en cambio lo necesito a él (y a varios más) para que me defiendan de lo que se les puede ocurrir a Cristina y Néstor Kirchner.

Está hoy en las manos de la Comisión Bicameral, y de la Justicia, contribuir a destituir a Redrado, ayudando a transformar al Banco Central en la Dirección Nacional de Financiamiento Inflacionario del Déficit Fiscal, o intentar mantenerlo en el cargo para evitar males mayores. Este gobierno no puede mejorar las expectativas destituyendo al presidente del BCRA y reemplazándolo por otro, por más antecedentes académicos y profesionales que tenga.

* Economista. Columnista de Revista Fortuna

29/1/2010

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