El dinero es fungible, Kirchner también lo sabe

Redacción Fortuna

Cristina-Kirchner

Por Juan Carlos de Pablo * |

depabloPreocupados para que el crédito financie la producción y venta de bienes esenciales, no la de los superfluos, los funcionarios del Banco Central emiten circulares estrictísimas, las cuales son obedecidas de manera ciega por las entidades financieras. A las 12.30 hs de un día una persona ingresa a un banco y solicita un crédito para almorzar. El jefe de la división préstamos consulta la lista de destinos esenciales del crédito y encuentra que, dado que evitar el hambre es una prioridad, efectivamente existe una línea especial de créditos para almorzar.

El deudor llena todos los formularios y reciben los billetes. A efectos de que no redireccione el crédito de manera indebida, en el momento de efectivizarse el mismo un empleado del banco anota el número de cada uno de los billetes entregados al deudor, el cual sale del banco y se dirige directamente al restaurante más cercano.

El empleado que anotó el número de los billetes acompaña al beneficiario del crédito, y en el momento en que éste abona la cuenta verifica que efectivamente la misma fue abonada con los billetes que hace minutos habían sido retirados del banco. Labra un acta que entrega a su superior en el banco, el cual a su vez la traslada a la división “el crédito al servicio de las necesidades básicas”, que funciona dentro del Banco Central. Todo el mundo contento porque se logró que el crédito fuera direccionado, evitando desvíos y especulaciones.

¿A dónde nos lleva con esto, doctor De Pablo?, se preguntará más de un lector. A destacar el hecho de que la descripción anterior está basada en una lectura superficial de la realidad. Porque para saber qué fue lo que en el fondo financió el crédito otorgado, tenemos que formular la siguiente pregunta: ¿qué hubiera hecho quien solicitó el crédito antes de almorzar, si no lo hubiera obtenido?

La respuesta es que no sabemos, pero seguro que ¡igual hubiera almorzado! Esto implica que no sabemos para qué utilizó el crédito, pero sí sabemos para qué fue que no lo utilizó. No lo utilizó para almorzar, porque igual hubiera almorzado.

De repente, si no lo hubiera obtenido, hubiera almorzado igual pero no se hubiera comprado una corbata, o un libro, o no se hubiera ido de vacaciones. Pero esto quiere decir que el crédito que, según la documentación, fue destinado a almorzar, en realidad sirvió para comprar una corbata, un libro o un viaje.

En una palabra, no importa lo que digan los documentos, el crédito financia la compra más superflua que tenía en la mente su beneficiario. Lo ejemplifiqué con el crédito bancario, y con un deudor individual. Exactamente lo mismo ocurre con la emisión de deuda por parte de un Estado. Cuando el gobierno dice que el Fondo del Bicentenario utilizará parte de las reservas del Banco Central, para afrontar los compromisos de deuda pública durante 2010, está diciendo lo mismo que las disposiciones que afirman que el crédito se utilizará para almorzar.

¿Qué pasaría en Argentina 2010, si por alguna razón no se puede constituir el Fondo del Bicentenario? ¿No se van a afrontar los compromisos de deuda pública, y este gobierno entrará en default, o por el contrario se contraerán los pagos a proveedores del Estado, diversos planes sociales, empleados públicos o jubilados? Allí donde en ausencia de recursos se disponga el ajuste (perdón por el término), allí es donde iba a ser asignado el crédito.

Desde mediados de diciembre de 2009 vengo diciendo que la clave económica, aquí y ahora, surge de la pretensión del ex presidente Néstor Kirchner, de que el PBI real crezca 7% en 2010, para lo cual será necesario “inyectar fondos en las calles”. Aseveración complementada por el ministro Amado Boudou (“aunque consigamos fondos frescos utilizaremos las reservas del Central para pagar los compromisos de deuda”) y el viceministro Roberto Feletti (“es preciso aumentar la demanda agregada interna”), porque de lo contrario la recuperación de la actividad económica estará circunscripta a los beneficiarios de la reactivación económica de países como Brasil y China, y la mejora del clima.

Lo que ocurre es que resulta política y socialmente correcto afirmar que el crédito se necesita para bienes esenciales (almorzar, en el caso individual; obras de infraestructura, en el caso de un Estado nacional). De la misma manera que quien resiste un ajuste fiscal le pregunta a quien lo propone: ¿qué pretende usted, dejar a los hospitales sin gasa, a los abuelos y a las abuelas sin alimento, o a los niños sin vacunas?, cuando todo el mundo sabe que en los gastos públicos hay “mucha tela para cortar” sin afectar la provisión de bienes esenciales, aunque sí probablemente afectar el bolsillo de algún poderoso.

El dinero es fungible (lo cual implica que un billete de $ 10 es igual a otro billete de $ 10. A propósito: si no lo fuera, si cuando vence un plazo fijo usted exigiera que le devolvieran los mismos billetes que depositó y no solamente el mismo monto, en vez de pagarle interés le cobrarían el servicio de guarda, como en las cajas de seguridad). Y como el dinero es fungible, su destino se puede redireccionar. Particularmente mientras siga vigente la legislación sobre emergencia económica, que le permite al Poder Ejecutivo redireccionar el destino de algunas partidas presupuestarias.

Por eso, en el fondo, el problema es fiscal. Un gobierno que padece graves problemas de credibilidad no inspira al gasto privado, principalmente en inversión. Por eso busca reemplazar la menor demanda privada con mayor demanda pública. Financiada como sea. Con fondos de las AFJP, de la ANSES, de los bancos comerciales oficiales… y también del Banco Central.

Néstor Kirchner lo sabe, pero nosotros también. Hay mucha experiencia en nuestro país para formarse alguna idea sobre lo que puede llegar a ocurrir cuando un gobierno, al final de su período y cuando en función de su pasado nadie le cree ni la hora, intenta estirar el elástico de la política fiscal. No pregunte por 2010, apenas préstele atención al arranque del año.

* Economista. Columnista de Revista Fortuna

16/1/2010

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