¿Qué quiere decir "inflación, un fenómeno monetario"?

Redacción Fortuna

Opinión. Por Juan Carlos de Pablo * |

"La inflación es siempre un fenómeno monetario”. Si no fuera porque mucha gente sabe que esto lo dijo Milton Friedman, lo ocultaría, para generar una reflexión menos apasionada (¿habríamos los argentinos desestimado como lo hicimos con el proyecto de la Aeroisla, si hubiéramos ignorado que la idea llegó a nuestro país de la mano de Alvaro Carlos Alsogaray?).

La citada afirmación admite más de una interpretación, particularmente desde el punto de vista decisorio.

¿En qué fundamentó Friedman la afirmación bajo análisis? En la teoría cuantitativa del dinero, basada en el hecho de que la cantidad de dinero multiplicada por la velocidad de circulación, es igual al volumen de transacciones (en el corto plazo aproximadamente proporcional al PBI real) multiplicado por los precios.

Digresión. El rumano Oreste Popescu, quien viviera entre nosotros desde mediados del siglo XX, estudió a fondo la “economía indiana”, como denominó a la reflexión económica que se desarrolló en el continente americano desde comienzos del siglo XVI, encontrando que el español Juan de Matienzo (1520-1579), funcionario que se desempeñaba en Chuquisaca, Bolivia, en los informes que enviaba a la Corona planteó claramente la esencia de la teoría cuantitativa del dinero (para la enorme mayoría de los economistas dicha teoría fue inventada en Estados Unidos e Inglaterra).

La ecuación descripta se puede plantear como un truismo, y por consiguiente siempre es cierta, o como un esquema que indica la causalidad de una variable sobre otras, y que por ende puede ser cierta o no. Desde este último punto de vista la teoría cuantitativa del dinero dice que el PBI real puede modificarse muy poquito (3% anual, en períodos prolongados) y que la velocidad de circulación, si bien no es un número fijo es una función estable de las expectativas inflacionarias; y por consiguiente que las modificaciones en la cantidad nominal de dinero generan aumentos en el nivel general de los precios.

Analicemos la misma cuestión, pero desde otro ángulo. ¿Cómo haría el nivel general de los precios para aumentar de manera sistemática, si la cantidad nominal de dinero permaneciera constante en términos nominales? Para esto se necesitaría un aumento sistemático de la velocidad de circulación del dinero, o una recesión creciente en el nivel de actividad económica. Altísimamente improbables.

Pero esto no agota la cuestión, particularmente desde el punto de vista de las decisiones públicas. Si, en base al análisis anterior, la inflación no puede desarrollarse sin emisión monetaria, bastaría con poner a un “emisionfóbico” al frente del Banco Central, dejando el resto de la política económica en manos de “loquitos” que digan y hagan lo que quieran. Llevando el argumento al extremo, habría que desalojar al personal (para evitar víctimas fatales) y ponerle una bomba al edificio del Banco Central, dejando en todo caso una oficina con personal subalterno, para reemplazar los billetes que se gastan por otros nuevos.

Impecable en los papeles, esto puede ser una tontería desde el punto de vista práctico. En los manuales de moneda, crédito y bancos, cuando se analiza el efecto que produce la emisión monetaria se le presta tanta atención al mecanismo de propagación de la referida emisión, que no se explica bien por qué se decidió emitir. Es más, para facilitar el análisis (que finaliza mostrando la neutralidad de un cambio único e inesperado en la cantidad nominal de dinero, es decir, un aumento equiproporcional en los precios que deja constante el valor real de las variables), se imagina la emisión monetaria como papelitos que caen desde un helicóptero, o que cada persona le agrega un cero a cada uno de los billetes que tiene en su poder.

Desde el punto de vista empírico esto es una tontería. La base monetaria (los pasivos monetarios del Banco Central) aumenta cada vez que el BCRA compra divisas, redescuenta documentos que le presentan los bancos comerciales, o compra títulos emitidos por el Tesoro. En este último caso, luce muy bonito pretender que el presidente del Banco Central le diga al secretario del Tesoro, “no te compro los nuevos bonos”, pero la historia argentina (reciente y no tanto) dice que el referido funcionario termina eyectado de su sillón.

De manera que si bien es cierto que en un país donde si no aumenta la oferta monetaria por encima de la mayor demanda de dinero (para mantener, no para gastar), no puede haber inflación, puede haberla si la presión para que el Banco Central emita resulta irresistible. Presión derivada del déficit fiscal, el aumento de costos, la existencia de cuellos de botella sectoriales, etc., que fuerza a las autoridades a aumentar la cantidad de dinero.

En la Argentina 2010 alimentan la suba de precios un gasto público cuya variación interanual supera 30%, y una reversión del ciclo ganadero que entró en fase de retención. Más allá de Mercedes Marcó de Pont y el entusiasmo que puede tener con “explicaciones no monetarias o estructurales de la inflación”; ¿alguien puede creer que en estas condiciones la cantidad de dinero puede permanecer constante? La inflación será un fenómeno monetario, pero esto no nos ayuda a entender el aquí y ahora.

Más allá de la causalidad, la teoría cuantitativa del dinero también nos ayuda a entender por qué (bien medida) la tasa de inflación es la que es. El déficit del sector público obligará al Banco Central a aumentar la base monetaria entre 30% y 40%. En ausencia de aumentos en la demanda de dinero, que difícilmente ocurran precisamente porque está aumentando la tasa esperada de inflación, esto es lo que cabe esperar que en promedio aumenten los precios, quitándole algunos (pocos) puntitos, debido a la reactivación económica (a nivel de algún producto particular, como autos, las variaciones anuales en términos reales pueden ser muy grandes, como también lo fueron las caídas; a nivel agregado no). Para esperar otra cosa debemos contratar a Mandrake.

* Economista. Columnista de Revista Fortuna

24/4/2010

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