Si hay demanda y créditos, ¿por qué no hay más inversión?

Redacción Fortuna

Opinión. Por Juan Carlos de Pablo * |

Si está aumentando tanto la demanda y les estamos ofreciendo créditos a 5 años, en pesos, a tasa fija; ¿por qué no aumentan las inversiones y de este modo sustituyen importaciones?”, el pasado 8 de julio le preguntaron a coro Amado Boudou, Débora Giorgi y Guillermo Moreno a las autoridades de la Unión Industrial Argentina. En un país como el nuestro, cuando los funcionarios preguntan públicamente, invitan a generar respuestas “políticamente correctas”.

En las líneas que siguen respondo al interrogante planteado, pero desde un ángulo profesional. El acto de consumo tiene sentido en sí mismo, el acto de inversión es instrumental. Me compré un helado porque me gusta y tenía dinero suficiente para adquirirlo, pero a nadie se le ocurre comprar una fábrica de helados, porque le gusta comer helados.

¿Filman los directores de cine de Hollywood las películas que más les gustan, o tienen que satisfacer al “mercado”? Seguramente que por lo menos ambos factores son tenidos en cuenta. Conozco gente que invirtió $ 100 y terminó recuperando $ 80. No conozco gente que invirtió $ 100 sabiendo que iba a recuperar $ 80.

Probablemente esperara juntarse con $ 150, pero algo no ocurrió como lo esperaba. Ejemplos: vendió menos unidades, no las pudo colocar al precio esperado, aumentaron los costos por encima de lo previsto, etc.

El acto de inversión consiste en preferir el futuro incierto al presente cierto. No tengo dudas de cuánto me cuesta hoy la máquina de fabricar helados, pero tanto los ingresos como los gastos futuros están irremediablemente sujetos a incertidumbre.

Y como enseñó John Maynard Keynes, no es sólo que el futuro es incierto sino que es muy incierto. Volvamos al interrogante planteado en el párrafo inicial. ¿Por qué, si hay demanda y “créditos blandos”, los empresarios no salen presurosos a aumentar su capacidad instalada? Por una mezcla de factores, algunos de los cuales también se verifican en otros países, otros tienen que ver con la idiosincrasia del actual gobierno.

Primera razón: la distinción entre transitorio y permanente. El florista que multiplique por 365 sus ventas del Día de la Madre, o del Día de los Muertos, sobreestimará groseramente la demanda anual por su producto. El panadero de la esquina probablemente enfrente una demanda mucho menos volátil.

Esta distinción es importante, porque si el empresario piensa que el aumento de la demanda que está registrando es de carácter permanente (o al menos no tiene nada de circunstancial), probablemente analice seriamente aumentar el tamaño de sus instalaciones.

Mientras que si cree que es transitorio, seguramente que la abastecerá con un aumento de los servicios laborales que demanda (horas extras primero, contratación de nuevo personaldespués). ¿Cuánto de transitoria y cuánto de permanente tiene la recuperación del nivel de actividad económica que estamos verificando durante el año en curso?

Segunda razón: ¿quién es el dueño de los activos y los patrimonios radicados en nuestro país? Así como en cualquier parte del mundo se plantea la cuestión de la permanencia, versus la transitoriedad, del aumento de la demanda, sólo en algunos países –lamentablemente el nuestro es uno de ellos- se plantea la cuestión de quién decide y dispone sobre las inversiones, una vez que se realizaron.

Una de las tragedias que padecemos en la Argentina es que cada uno de nosotros se siente dueño de los activos que tiene fuera del sistema (en el colchón, en Estados Unidos, etc.), pero no de los que tiene dentro del sistema. Porque basta escuchar a algunos dirigentes políticos o sindicales, “intelectuales”, etc., para advertir que los propietarios deben dar gracias que todavía pueden disponer de una parte de los frutos de las inversiones.

En el plano de la acción esto se puede manifestar de determinadas maneras, como la ocupación (“liberación”, según algunos) de algunas fábricas, hoteles, etc., hasta el ahogo económico y financiero resultado de la extrema discrecionalidad con la que se plantea la política económica.

En ningún país del mundo todos los precios suben o bajan a la misma velocidad, es decir, en todos los países del mundo se modifican los precios relativos; pero una cosa es que se modifiquen por cambios en los gustos, la Naturaleza o la tecnología, y otra que cambien porque el Estado decide que, a pesar de la inflación, determinado precio no se modifica en términos nominales.

Tercera razón: una cosa es vender, otra ganar; y no necesariamente van juntas. Siempre me pregunté cómo se imagina que “anda” una empresa, quien abre y cierra el portón por donde ingresan y egresan los camiones, trayendo insumos y retirando los productos terminados en una fabrica. Seguramente que le presta atención al número de rodados que ingresan y egresan, identificando producción y ventas con ganancias. ¿Y si en cada operación la empresa estuviera perdiendo?

En la Argentina 2010 esto tiene nombre y apellido: lo que está ocurriendo con los costos y los precios de los productos importables (los que se pueden producir localmente, pero también importar), a raíz de la decisión gubernamental de prácticamente no modificar el tipo de cambio nominal. Nuevo ejemplo de que, en política económica, la ideología tiene menos peso que las circunstancias y la dinámica decisoria.

Este Gobierno dice estar en las antípodas ideológicas del Proceso y la década de 1990, pero al igual que entonces está generando inflación en dólares, o atraso cambiario. La respuesta profesional a los funcionarios interesados en saber por qué no se invierte más en la Argentina 2010, pasa por decirles que es cierto que sin demanda, o con crédito carísimo, la inversión privada sería mínima.

Pero también que la demanda y el crédito blando son condiciones necesarias, no suficientes, para encarar una inversión de riesgo. No saber cuánto va a durar la reactivación, quién finalmente se sentirá dueño de los activos que se inviertan, y si se ganará o perderá con el aumento de la producción local, son dudas que explican lo que se está observando.

* Economista. Columnista de Revista Fortuna

24/7/2010

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