La guerra interna que consumió a Fábrega

Axel Kicillof torpedeó sus propuestas desde el interior del Banco Central. En forma paralela aparecieron acusaciones contra su hermano Rubén.

Redacción Fortuna

Pasó a los primeros planos en medio de una situación financiera delicada y denuncias sobre un complot privado para forzar una devaluación. Tras once meses de gestión, esta semana renunció en medio de nuevas denuncias sobre una estratagema contra el Ejecutivo urdida, en este caso, por bancos y buitres con la complicidad del Banco Central.

Juan Carlos Fábrega había asumido la presidencia del Banco Central de la República Argentina (BCRA) el 20 de noviembre de 2013. El mismo día en que fue designado como titular de Economía quien sería su más férreo rival interno, Axel Kicillof. Juntos comandaron la devaluación de enero y lograron acortar la brecha entre el dólar paralelo y el oficial. En ese punto comenzaron las diferencias.

Banquero de carrera, Fábrega se recostó en un grupo de funcionarios del BCRA que habían sido desplazados durante la gestión de su antecesora, Mercedes Marcó del Pont. Se propuso contener la inflación con tasas altas y mecanismos para aspirar los pesos que presionaban la suba del dólar. También se fijó como objetivo mantener las reservas por encima de 28 mil millones de dólares, un nivel que definió ante sus interlocutores como la línea de flotación de la gobernabilidad.

Logró alcanzar una tregua cambiaria que permitió al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, anunciar, el 24 de enero, que “el nivel del dólar ha alcanzado un nivel de convergencia aceptable” para autorizar las ventas de divisa con fines de ahorro.

El plan de Fábrega preveía la vuelta a los mercados internacionales y la conclusión de los litigios en el frente externo. El Gobierno alcanzó un acuerdo con el Ciadi, con Repsol y con el Club de París. Kicillof fue el responsable de anudar estos acuerdos, pero también fue quien comenzó a cuestionar las altas tasas y la estrategia del Central. En el frente interno, el ministro utilizó como su principal ariete al economista Guillermo Feldman, que torpedeó desde su puesto en el directorio las iniciativas de Fábrega. En un plano más sensible, sus sucesores en el Banco Nación agitaron las sospechas sobre las actividades de su hermano Rubén. Según indicaron a PERFIL fuentes calificadas de la banca pública y privada, las primeras “carpetas” apuntaron a corrupción en el sector público, antes que a los rumores sobre negocios en el mercado informal que ganaron fuerza en los últimos días.

La primera gran batalla que perdió el ex titular del Central contra su rival en el gabinete fue el 31 de julio, cuando Kicillof torpedeó desde una conferencia de prensa en Nueva York el acuerdo de los bancos privados con los fondos buitre. Fábrega se había involucrado personalmente en la tarea y acusó el fuerte golpe del fracaso de sus gestiones. Según indicaron fuentes de la banca pública y privada que participaron de esta operación, el BCRA llegó a girar 200 millones a Estados Unidos.

En agosto, el ministro de Economía se granjeó otra victoria sobre el presidente del Central, impuso una baja de tasas que terminó con cualquier ilusión de que Fábrega podría evitar que el crecimiento de la base monetaria y la consecuente presión sobre el dólar. En su última semana al frente de la entidad bancaria oficial había mostrado signos de fatiga, pero insistía ante sus interlocutores más habituales en que “resistiría” para mantener las reservas en un nivel aceptable. Todo cambió tras el escarnio público al que fue sometido en el Salón Blanco este martes. Kicillof lograba imponerse en un conflicto que definirá el rumbo del Gobierno.

Por Aurelio Tomas. Publicado en la Edición Impresa del Diario Perfil.