Tras un 2014 malo, puede haber rebote preelectoral de consumo

En poder de compra, éste fue el peor año en la era Kirchner. Incluso un mediocre 2015 le abriría las puertas a una mejora de las expectativas.

Redacción Fortuna

Por Guillermo Oliveto (*)

Para proyectar lo que puede suceder con la evolución del consumo y los mercados el año próximo, deben considerarse en el marco de análisis  dos elementos centrales que exceden su propia lógica y que dependen de sendas decisiones del gobierno nacional. El primero de ellos es la resolución del conflicto con los “holdouts”. El segundo, la  probable vocación del oficialismo por recuperar el vínculo con una parte de la ciudadanía a través de incrementar su poder de compra.

Naturalmente ambas decisiones están fuertemente conectadas: para incrementar la capacidad de consumo de la población y esperar de esa manera un rédito político-electoral, hay que tener con qué. El kirchnerismo se ha caracterizado a lo largo de toda su gestión por estimular el consumo. Esta política tuvo réditos claros como la fuerte reducción de la tasa de desempleo –de 25 puntos en mayo de 2002 a 7,5 puntos en el segundo trimestre  de 2014– hasta el gran triunfo en las elecciones de 2011 –54% de los votos y 37 puntos de brecha con el segundo–. Y tuvo también fuertes costos colaterales: el más notorio, la creciente inflación.

Si consideramos que el año próximo se disputa el poder real en el país, para analizar lo que pueda suceder con el consumo, hay que hacerlo en clave electoral. El economista Miguel Bein ha trazado tres pronósticos para el año próximo: van desde crecer al 3% hasta caer al 3%. Todo depende de lo que suceda con el conflicto con los holdouts. Obviamente no es lo mismo un país que crece al 3% que uno que cae al 3%. Mucho menos en un año donde lo que está en juego es de tanta relevancia.

La pregunta central entonces es: cómo querrá encarar el año el gobierno nacional y qué está dispuesto a resignar a cambio. ¿Preferirá concluir el mandato con una economía dinámica sabiendo que eso mejorará el ánimo de la sociedad y apostando a que ello le mejore su imagen aún a costa de arriar la bandera de “patria o buitres”? ¿O sostendrá la actual tensión que podría contribuir a la épica del discurso y afianzar su núcleo duro, pero que lo llevaría a enfrentar las elecciones con un segundo año recesivo, crecimiento del desempleo y un consecuente peor clima social con riesgo latente de conflictividad? Para trazar alguna hipótesis que nos permita imaginar la respuesta al interrogante que condicionará el devenir del año próximo, vale la pena detenernos en el análisis de lo que sucedió en 2014.

El peor, pero no tanto. Lo primero que debe decirse de manera clara es que estamos concluyendo el peor año en la evolución del consumo masivo desde la salida de la crisis 2001/2002. Del mismo modo, no puede dejar de observarse que, sin embargo, la dinámica de los mercados continúa siendo “razonable” en la mayoría de los sectores económicos.

Lo que en principio puede leerse como una contradicción, expresa en realidad la dualidad del momento actual. Es cierto que cae el consumo, y que en ciertos productos y servicios lo hace de manera notoria. Del mismo, es cierto que, aún tolerando caídas importantes, todavía los volúmenes de venta muestran valores relevantes. El caso testigo, la industria automotriz.

El consumo cae y fuerte. Es verdad. Pero desde una base muy alta. Eso también es verdad. Salvo en 2009, creció todos los años desde la salida de la crisis. La caída tiene múltiples efectos. Impacta en los puestos de trabajo, en los hábitos de compra, en el humor social, y en la política.

Según la reciente investigación a nivel nacional que realizamos en Consultora W junto con Trial Panel, el 86% de la gente dice estar recortando sus gastos, el 70% plantea que este año disminuyó su poder adquisitivo, y el 50% se manifiesta preocupado por su situación laboral. Todo eso conduce a que el 76% diga estar preocupado, el 57% triste, y el 56% cansado. El clima social claramente no es el mejor. La frase que mejor expresa el origen de buena parte de estos sentimientos, y que relevamos en nuestras investigaciones cualitativas, es “la plata no alcanza”. Este será el primer año de toda la gestión kirchnerista en el que haya una pérdida del poder adquisitivo real: al menos de 5 puntos. Y también será el primer año en que caiga la venta de alimentos: entre 1,5% y 2%.

2015. Es plausible pensar que, de algún modo, el Gobierno va a intentar estimular nuevamente la demanda. Habrá que ver cómo y con qué recursos. Si esto sucediese, podemos imaginar un consumo que el año 2015 no viva un boom como en 2011 –por lo tanto tampoco tendría el mismo impacto en la elección–, pero tampoco una contracción como en 2014. Quizás resulte algo similar a 2013: un año de crecimiento moderado, pero crecimiento al fin. Que, comparando con los descensos de este año que concluye, sería percibido como un cambio positivo.

Si en cambio no fuera así, y vamos a otro año de contracción (hipótesis Bein PBI -3%, que coincide con la de muchos otros economistas), el consumo de 2015 sería como el de 2014 o aún peor. Lo que lo vuelve peor es que  acumularía ya dos años de contracción. Lo que hoy son suspensiones, mutarían en despidos, y se agudizaría el malhumor social.

Considerando la enorme incertidumbre que presenta el contexto actual, me inclino a pensar que son algo mayores las probabilidades de ocurrencia de la primera opción que la segunda. Los recientes anuncios de extensión para 2015 de los programas de “Precios Cuidados” o de “Ahora 12”, la reducción del 5% en el precio de la nafta, y la aparente intención de mantener el dólar como ancla sin una brusca devaluación que dispare nuevamente la inflación, permitiendo de ese modo que se recupere el poder adquisitivo en dólares de la población, hacen pensar que la política económica se encamina en ese sentido.

Si fuera así podemos esperar que el consumo de alimentos, bebidas, alimentos y limpieza oscile entre 0 y 1,5%. Lo que suceda con los bienes durables (autos, motos, electrodomésticos, tecnología), dependerá no sólo de la demanda, sino sobre todo de la oferta: si habrá más dólares para que pueda haber más productos disponibles para vender. De este modo el Gobierno procuraría nuevamente recuperar el vínculo con una parte de la ciudadanía a través de su capacidad de consumo. No sabemos todavía con qué recursos contará, si lo logrará y mucho menos qué rédito electoral podría tener ese ensayo. Lo que no puede descartarse es que lo vaya a intentar.

(*) Presidente de Consultora W. Especialista en Consumo. Su último libro es Argenchip.

Publicado en la edición impresa del Diario PERFIL.