Los problemas no empezaron ni con la devaluación de enero ni con los holdouts: en los últimos cuatro años la creación de empleo privado registrado fue baja, el porcentaje de empleo en negro no se redujo y el principal contratante fue el sector público. Galería de fotos
Las políticas que el Ejecutivo aplicó a comienzos de año (devaluación con posterior estabilización, aumento de la tasa de interés, topes salariales) fueron efectivas en cuanto a su objetivo (controlar el frente cambiario), pero tuvieron efectos colaterales en materia de inflación (se aceleró) y actividad económica (se resintió).
El mercado laboral, que ya venía arrastrando problemas especialmente por la baja creación de puestos de trabajo de calidad, sintió el impacto: en los primeros meses del año se observó una reducción de las horas trabajadas y suspensiones en actividades puntuales.
Es natural que lo primero que reaccione sean las horas trabajadas: ante la menor demanda, las empresas suelen ajustar en primera instancia el tiempo de cada trabajador antes que la cantidad de empleados. El Índice de Horas Trabajadas de la industria (IHT) cayó 0,9% i.a. en el primer trimestre y profundizó su descenso en el segundo (-3,4% i.a.).
Si la demanda o las expectativas siguen sin repuntar, las empresas utilizan las suspensiones para acotar temporalmente los costos asociados a la mano de obra. De hecho, y en línea con los datos puntuales que trascendieron, se conoció que en junio la tasa de suspensiones fue la mayor desde la crisis de 2009 (de cada mil trabajadores 6,6 fueron suspendidos).
El despido suele ser una decisión de última instancia a la cual se acude si se considera que la disminución de la actividad no es transitoria sino que se extenderá o profundizará con el tiempo. Si el shock es percibido como temporal no debería incrementar significativamente el número de despidos, no sólo por los elevados costos asociados de rescindir un contrato sino también por la inversión necesaria para su posterior reincorporación (tiempo y dinero en selección y capacitación de personal).
En la actualidad no se evidencian despidos masivos, pero los últimos datos del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (SIJP) son preocupantes: en el primer trimestre se registraron 20.000 puestos menos de trabajo en el sector privado formal. Asimismo, es posible prever que esta tendencia haya seguido en el segundo trimestre ya que el índice de obreros ocupados de la industria (IOO) cayó 2,2% i.a. en abril-junio, mientras que el número de trabajadores registrados en la construcción cayó 3,3% i.a. en mayo (equivalente a 13.300 puestos).
La caída en el número de empleados formales no necesariamente implica que esos puestos se hayan destruido, ya que una parte puede haber pasado a ser informal. De hecho, el porcentaje de asalariados sin descuento jubilatorio se ubicó en 32,8% en el primer trimestre, creciendo casi 1 p.p. frente a igual lapso de 2013 (implicando que 170 mil trabajadores pasaron a formar parte de la economía no registrada). Obviamente, el aumento del empleo informal también surge como un síntoma de la precaria situación del mercado laboral.
Resulta claro que son preocupantes los datos registrados hasta el momento en materia de horas trabajadas, suspensiones y puestos de trabajo privados. Sin embargo, lo más importante es dilucidar si esta incipiente tendencia negativa se profundizará o revertirá. Para ello, la clave estará en las expectativas, que son las que definirán la trayectoria tanto de las nuevas contrataciones como de las horas, suspensiones y despidos.
Y es aquí donde se abre un interrogante, ya que si bien según un reciente informe del Ministerio de Trabajo el 5% de las empresas cree que su dotación de personal disminuirá, en 2013 este número era 3%.
En cuanto a la creación de empleo, en junio sólo 6,5% de las empresas preveía aumentar su dotación, cuando en mismo mes de 2013 esa cifra era de 8%. A esta baja proporción se le suma que disminuyó la previsión de contratar empleados no calificados, los cuales presentan mayor nivel de desocupación y representan un elevado porcentaje sobre el empleo total.
Y si bien según el INDEC la desocupación disminuyó en el primer trimestre de 2014, hay elementos que muestran rasgos opuestos.
En primer lugar, la tasa de actividad mostró en el primer trimestre (45%) el menor valor de la serie con la metodología actual (de 2003). El efecto desaliento explica parte de la reducción del desempleo, ya que menos gente busca trabajo porque entiende que las posibilidades de conseguirlo son bajas. Si bien esto permite reducir el dato de desempleo, profundiza los desequilibrios futuros: si las expectativas se revierten, la población desalentada puede rápidamente volver a formar parte de la Población Económicamente Activa (PEA), volviendo a aumentar la demanda laboral.
Las dificultades también se observan en la tasa de empleo. Esta se ubicó en 41,8% en el primer trimestre, cayendo 0,4 p.p. respecto al mismo período de 2013 y alcanzando su nivel más bajo desde 2009. De hecho, prácticamente no hubo creación de empleo en los primeros tres meses del año.
El sector público puede funcionar como contrapeso en momentos de parálisis del mercado de trabajo y de hecho esto sucedió durante el primer trimestre (el sector público tomó casi 40 mil trabajadores más que en el primer trimestre de 2013). Sin embargo, esta situación no fue una novedad sino una tendencia que se persiste: en los últimos 6 años el empleo público creció a razón de 65 mil empleados por año (32% de los nuevos puestos creados).
Para que en este contexto el empleo público sea anticíclico, debería acelerar la contratación frente a años anteriores. Lamentablemente, en este marco de déficit fiscal y restricciones de financiamiento el sector público no podrá compensar lo que ocurre en el sector privado.
Disipar la incertidumbre será la clave para revertir las expectativas
Los acontecimientos del arranque del año exacerbaron comenzaron a complicar el panorama para el mercado laboral. El objetivo del reciente plan PROEMPLEAR, apuntado a que no se destruyan puestos (cuando el plan de abril buscaba crear nuevos puestos formales), es una señal contundente al respecto. En adelante, la clave pasará por las expectativas, que son las que en última instancia definirán la dinámica de los puestos de trabajo. En este sentido, disipar lo antes posible la incertidumbre proveniente del frente externo se vuelve primordial.
Por esta razón se refuerza la necesidad de que la política económica despeje el horizonte. Si bien las medidas tomadas ayudan y son muy necesarias en este contexto, si hay pesimismo para el mediano plazo los planes que se implementen perderán efectividad. De hecho, los incentivos monetarios del PROEMPLEAR culminan un año después de otorgados.