Con o sin default, todos los caminos llevan a una recesión. Lo que no se puede decir es que la recesión no fue anunciada ni que, en su momento, era inevitable.
Por Iván Cachanosky
Mucho se ha mencionado, de cómo afectará este “default selectivo” a la Argentina en el corto y mediano plazo. Más allá de la retórica oficialista por evitar pronunciar la palabra “default”, la verdad es que el mundo nos observa como si estuviéramos en uno. Es indistinto que la Presidente quiera llamarlo por su nombre original o quiera inventarle uno nuevo, las consecuencias van a llegar de todos modos. Sin embargo, es importante mencionar que estas consecuencias distan mucho de las que se observaron en el default del 2001. En primer lugar, en aquel entonces los bancos no tenían liquidez, mientras que hoy sí poseen liquidez. Más aún, en un momento se enfilaban a ser la solución del conflicto comprando la deuda, hasta que los dichos del ministro Axel Kicillof espantaron a los bonistas. Además, las consecuencias de este impago no van a generar terremotos macroeconómicos aunque si es de esperar, si no se paga, que las variables económicas se agraven.
La Argentina, con o sin default, se encamina hacia un escenario de recesión para el 2014-2015. Con lo cual, el primer punto a remarcar es que la permanencia en un default agravaría la recesión mientras que un pago atenuaría dicha recesión, pero no la evitaría. La actividad industrial ya acumula once meses con variaciones negativas tomando datos oficiales. Estas caídas son peores si se toman datos privados. La balanza comercial continúa su desaceleración. De hecho, el primer semestre del 2014 fue el más flojo de todos los primeros semestres durante el período kirchnerista (2003-2014); y los futuros de soja no sonríen precisamente. Si bien en junio el mercado inmobiliario dio un rebote, no es garantía de una recuperación en el sector. Hay que tener en cuenta que la evolución observada para junio responde a que la comparación se hace en base a junio del año previo, mes en el que se atravesaban mínimos históricos.
Lo relatado hasta aquí puede acentuarse de continuarse en una situación default o si los bancos internacionales y las empresas privadas no llegan a un acuerdo con los holdouts. Si bien los mercados aún no reflejan grandes caídas, es difícil que puedan sostenerse en este nivel si no hay acuerdo de privados. Si una vez vencida la cláusula RUFO (la excusa oficialista para no pagar), se continúa con una actitud de confrontación es de esperar que la caída del consumo se acentúe. Esto, lamentablemente traerá su impacto en el desempleo y una menor actividad industrial. La situación se agrava aún más teniendo en cuenta la enorme necesidad de caja para intentar revertir las variables macroeconómicas. Básicamente el gobierno tiene tres opciones de financiamiento para intentar contrarrestar este escenario: 1) Volver a la emisión monetaria; 2) Continuar financiándose con letras del tesoro o 3) Conseguir deuda.
En caso de que vuelva a apretarse el acelerador de la maquinita que imprime billetes, se verá su impacto en la ya elevada inflación (40% anual). Esto hará que las personas valoren aún menos el peso y quieran comprar más dólares y al Banco Central le costará reservas mantener el tipo de cambio. Lo más probable es que tenga que reconocer la inflación y termine devaluando (nuevamente) contradiciendo una vez más su discurso político.
Si la opción es financiarse con letras del tesoro, es preciso aclarar que lo que se pone en juego aquí es la solvencia del Banco Central. Las Lebac y Nobac tienen distintos vencimientos (entre 90 y 360 días). Esto implica que en el año entrante deberán pagarse y eso deberá hacerse con emisión llevándonos nuevamente al problema del punto 1. La otra opción es que se financien con más letras del tesoro. En este caso, las tasas de interés tenderán al alza resintiendo el consumo y la inversión en la economía profundizando la recesión. Además, vale la pena resaltar, que las letras del tesoro ya representan el 80% de las reservas cuando a principio de año representaban el 50% de las reservas. Este método de financiamiento no puede perpetuarse eternamente.
En cuanto al último punto, si el objetivo es conseguir financiamiento por medio de deuda, lo mejor que se podría haber hecho es haberle pagado a los holdouts. De esa manera se habría mandado al mundo una señal positiva y los préstamos a recibir serían con menores tasas de interés. Sin embargo, al optar por no pagar nuestra confianza se debilita y quien nos presté lo hará solo a tasas más altas por considerarnos un país riesgoso.
Como aclaración, la presión tributaria no puede ser un método de financiamiento, porque ya se encuentra al límite. La misma es de alrededor del 47% del PBI. Incrementar la carga tributaria implicaría más evasión, con lo cual ya no representa una vía para aumentar la caja del gobierno.
Por último, la pregunta principal que deberíamos hacernos es la siguiente: ¿por qué es que todas las fuentes de financiamiento se encuentran exprimidas? La respuesta se encuentra en el elevado gasto público que alcanza alrededor del 46% del PBI. Este gobierno ha optado por elevar el gasto público a niveles récords mediante métodos populistas. Ese gasto no generaba ingresos y por eso se financió con impuestos y emisión principalmente. Ahora, el momento de la fiesta populista ya pasó y nos llega el momento de la resaca, con o sin default.
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(*) Iván Cachanosky es candidato a Magister en Economía Aplicada y doctorando en Economía en la UCA. Se desempeña como Analista Económico en la Fundación Libertad y Progreso. Twitter: @ivancachanosky