El líder de La Salada, terrateniente en expansión

Por Agustin Ceruse | A Jorge Castillo diversifica sus inversiones a través de la compra de tierras y le atribuyen 5 mil hectáreas, pero reconoce cerca de mil.

Redacción Fortuna

Esta semana comenzó la temporada alta en La Salada. Hasta allí viajan cada domingo entre dos y tres millones de personas de todo el país. No es raro, entonces, que este megaemprendimiento, considerado como el “mercado negro más grande de América Latina” por el Departamento de Comercio de Estados Unidos”, facture en promedio $ 200 millones por día.

Es que allí funcionan cuarenta mil puestos divididos en tres ferias: Urkupiña, Ocean y Punta Mogote, éste último propiedad de Jorge Omar Castillo, que sin embargo, no sólo vive de los puestos: diversifica sus inversiones a través de la compra de tierras.

El empresario tendría dos campos. Uno de 5 mil hectáreas en La Verde, a 70 kilómetros de La Banda, y otro de 3 mil hectáreas en Chaupi Pozo, a 42 kilómetros de la capital provincial. Al menos así lo asegura el ex vicegobernador santiagueño Emilio Rached. Castillo niega ser dueño del primero. “Es un desierto”, dice, pero reconoce el segundo, de “520 hectáreas”.

Según la Compañía Argentina de Tierras, cada una de esas hectáreas vale entre US$ 1.500 y US$ 2.500. A través de la Ruta Provincial Nº 8, PERFIL llegó hasta lo que, según los pobladores del lugar, es “el campo de Castillo”.  Alrededor sobreviven treinta viviendas y una estación ferroviaria. Y en una casilla se apostan los dos cuidadores de la propiedad. Las versiones hablan de soja, pero el “Rey de La Salada” sostiene que el yuyo sembrado es jatrofa autóctona, un insumo experimental de biocombustible.

—¿Cuántos campos tiene en Santiago del Estero?

—Tengo uno solo sobre la margen del río Dulce. Lo compré hace diez años a 20 mil pesos. Allí planto jatrofa, en estado experimental, para biodiésel. La trabajo a mano porque todavía no existen maquinarias adecuadas. Y aprovecho la cercanía al río porque necesita mucha agua. En los últimos dos años hubo mucha sequía, pero este año podría obtener 16 toneladas de jatrofa por hectárea.

—¿Y en Buenos Aires?

—En Marcos Paz, además del parque industrial, tengo una chacra de 250 hectáreas. Dicen que allí también siembro soja, pero es mentira: produzco alimentos para animales. Y para mi emprendimiento agropecuario, ex Pinar Avícola SA, acabo de comprar diez mil pollitos.

—Se reabrió el debate por el trabajo esclavo vinculado a La Salada que usted administra, ¿cuál es realmente su rol en el negocio?

—Soy uno de los fundadores. En 1999 compramos el predio a US$ 3,5 millones y, por eso, vendimos mil puestos a US$ 3.500. Ahora sólo lo administro. Y repliqué ese modelo de negocio en otros lugares: en el barrio de Flores, en la provincia de Mendoza y hasta en la República de Angola –fue uno de los negocios acordados en 2012 por una comitiva comercial con Cristina Kirchner a la cabeza–.

—¿La Salada vive de los talleres clandestinos?

—La opinión pública cree que producir ilegalmente maximiza las ganancias, pero esa diferencia va a parar a la corrupción. Todas las semanas pasan a buscar sobres. Si hubiera menos burocracia, si el Estado diseñara leyes flexibles, los talleres clandestinos y su consecuente corrupción desaparecerían.

—¿Usted trabaja con talleres que trabajan en esas condiciones?

—Yo sólo tengo un taller de capacitación.

Cocalo S.A., ‘un puesto de tierras’. ¿Soja o jatrofa autóctona? Lo cierto es que Jorge Omar Castillo explota el campo que posee en la localidad de Chaupi Pozo, Santiago del Estero, a través de Cocalo SA, la sociedad que creó en 2004 junto a Jorge Oscar Lorenzo, Dámaso Ramón Costas y el boliviano Antonio Corrillo Torrez. Según la declaración jurada, la actividad principal en esa chacra está dedicada a la producción de soja y en segundo lugar, al cultivo de algodón y la elaboración de leche y derivados.

Según su sitio web, la empresa tiene una oficina en la calle Libertad 155, Santiago del Estero Capital. Sin embargo, PERFIL comprobó que allí sólo existe un edificio de tres departamentos y dos locales.

Colaboró: Juan Pablo Suárez.

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