Las señales positivas que muestra la economía argentina finalizado el primer trimestre de 2015, podrían hacer pensar que las cosas comienzan a funcionar mejor. Con una insólita mejora en las expectativas, un leve descenso de la inflación y un casi imperceptible repunte en el nivel de actividad económica, nuestro país en realidad personifica a un paciente antes de sufrir una recaída.
Digo esto porque las políticas utilizadas, lejos de representar un remedio definitivo, forman parte de un esquema insostenible en el tiempo, como muchas otras decisiones llevadas adelante por este gobierno y, por sobre todas las cosas, van configurando un complejo y problemático panorama macroeconómico que indefectiblemente oscurece el futuro.
Bajo un contexto recesivo que perdura desde el año 2013 y limitaciones para acceder al mercado internacional de crédito, la administración kirchnerista comenzó a buscar soluciones eventuales, sosteniendo con alfileres la pesada carga de su mala gestión.
Por un lado, se profundizó la política fiscal expansiva, como era esperable en un año electoral, con un gasto que sólo en enero creció un 44.8% anual, mientras que la recaudación lo hizo en un 32.4%, según la consultora Abeceb. Quedando así nuevamente en evidencia el agravado desbalance fiscal y, con ello, su dominancia sobre la política monetaria.
Por otro, se sostuvo la contención del tipo de cambio oficial, con devaluaciones de la moneda local muy inferiores a la inflación, y al tiempo que el Banco Central se dedicó a incrementar vigorosamente su endeudamiento a través de Lebacs y Nobacs.
Con lo primero, se apaciguó levemente la escalada inflacionaria, pero a la vez esto se tradujo en la profundización del atraso cambiario, con el consecuente impacto negativo en las exportaciones. Lo segundo, permitió financiar momentáneamente el déficit fiscal, pero quitó recursos de los bancos que podrían haberse utilizado como crédito al sector privado, además de contribuir al constante deterioro de las cuentas del Central.
Adicionalmente, mejoró el volumen de reservas totales por medio de operaciones como los Swaps Chinos, la emisión de deuda del Sector Público Nacional y, la colocación de deuda de YPF, ubicándose a la fecha en casi u$s 34.000 millones de dólares. Sin embargo, esto no ha sido ni más ni menos que un burdo maquillaje tras el cual se oculta un monto de reservas netas que no sólo ha venido cayendo notablemente, sino que se ubica en menos de la mitad del valor total mencionado.
De esta forma, quien considere solamente la foto del primer trimestre 2015, tendría una visión completamente miope de lo que ocurre en Argentina. Más aún, quien tuviera la osadía de defender la gestión del gobierno basándose en esta información parcial de indicadores temporalmente positivos, en primer lugar desconocería que parte de la mejora también proviene de la favorable expectativa ante el venidero cambio de gobierno y además, cometería un acto de irresponsabilidad siendo cómplice de esta peligrosa manipulación cortoplacista que viene haciéndose de la economía, que indefectiblemente va a terminar pasando una costosa factura.
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(*) María José Romano Boscarino es Licenciada en Economía en la UNT (Universidad Nacional de Tucumán) y está cursando su Maestría en Políticas Públicas en la Universidad Torcuato Di Tella. Además es colaboradora de la Fundación Libertad y Progreso.