Bitcoin | ¿Revolución o Burbuja?

Por Santiago Siri (*) | Una reflexión sobre el hito económico más importante del año. Entre la polvareda: lecciones de la historia.

Redacción Fortuna

Bitcoin

La tecnología ideológica más potente de los últimos tiempos es el Bitcoin. Su efecto e impacto ha sido notable: en solo 4 años succionó aproximadamente 10.000.000.000 de dólares de la economía global. Lo hizo a partir de un paper académico de tan solo 9 páginas firmado por un tal Satoshi Nakamoto cuya identidad aún se desconoce. Y su código, abierto y libre, permitió reemplazar la necesidad de una red bancaria internacional controlada por estados por la red de redes, internet. Su rápida valoración patrimonial es similar a la de varios startups como lo fueron Facebook o Twitter en su momento. Solo que invertir en esta tecnología es accesible para cualquiera.

El bitcoin ilustra a la perfección la diferencia de capacidades entre el paradigma digital y el paradigma previo. Mientras las ideologías expresadas en tinta y papel solamente pueden abarcar lo teórico y luego el sistema debe ser construido fuera de ella; el software es un objeto que consolida teoría y práctica en una misma forma. Un programador de software además de definir el código lógico de su sistema (la teoría), crea a la vez la propia máquina que engendra el sistema. En ese sentido, el bitcoin es una ideología expresada en software.

Recientemente en Silicon Valley comenzó una discusión semántica —o moda— por cambiar el nombre de los Think Tanks a Code/Make Tanks. Si bien parece superficial, la preponderancia de los verbos ‘code’ (por codear o programar, escribir código) o ‘make’ (hacer) refleja esa particular naturaleza del software como objeto: sustituye al pensamiento (‘think’) por algo que directamente construye y hace. A medida que nuestro entorno se vuelve de un orden digital, la distancia entre la teoría y la práctica tiende a desaparecer. Nuestro pensamiento se aproxima cada vez más a la realidad que lo abarca.

Algunos ejemplos que sirven para contrastar la diferencia de paradigmas:

La teoría en tiempos de la imprenta se almacenaba en libros por parte de una generación y luego se llevaba a la práctica varias generaciones después, dado que la validación sobre lo observado en el mundo requería de más tiempo (rol de la academia). La distancia que existe entre la teoría liberal de Adam Smith y el desarrollo del capitalismo industrial; o Marx y Lenin, son algunos ejemplos históricos de los tiempos de transmisión conceptual del libro. Internet y las computadoras como medio, están acelerando los cambios en el orden de sistemas que elegimos usar. Y el bitcoin es un testimonio contundente porque se trata de una tecnología que viene a reemplazar el dinero: el ladrillo con el que se construye todo sistema económico.

No es la primera vez que la moneda cambia de soporte informático. Revisando el origen del dólar moderno, uno de los principales defensores del papel moneda de su tiempo fue Benjamin Franklin. Previo a la revolución norteamericana, Franklin (que poseía una imprenta y fue director del servicio postal) escribió varios artículos abogando por la necesidad de una moneda en forma de contrato. Hecha con tinta y papel en lugar de metal precioso. Similar a las ventajas que propone el bitcoin hoy en día, el papel moneda aumentaría sensiblemente la seguridad de los envíos de moneda de un punto a otro y bajaría los costos de organización de todos los actores involucrados.

En los tiempos de Franklin, al papel moneda le costó encontrar adopción dado que muchos argumentaban descreer de un simple papel. Poder morder la moneda y sentir el metal precioso todavía pesaba en el imaginario colectivo. Sus ideas tardarían más de 100 años en implementarse. Recién hacía mediados del siglo XIX, durante la guerra civil norteamericana, el gobierno se endeudó emitiendo bonos en forma de contrato para poder financiarse usando el sello de dólar. La escala de este endeudamiento, terminó por acostumbrar a la sociedad a manejarse tanto con billetes impresos como con monedas de metal precioso.

Toda moneda moderna, no es otra cosa entonces que legitimidad. ¿A quién? Al soberano que la emite. No es cierto que cuando una persona le da efectivo a otra, esa transacción sea estrictamente entre dos personas. Siempre hay un tercero arbitrando el acto, usualmente un banco central u organo dependiente del Estado. La necesidad de ese tercero es inevitable en todo sistema monetario. Sean monedas virtuales como los Linden Dollars que se usaban dentro del mundo de Second Life sujeto a la corporación Linden Labs, o monedas reales como el Euro dependiente del Banco Central Europeo: siempre hay un tercero arbitrando. Y los humanos que son parte de la transacción están aceptando, aunque sea tácitamente, la firma y sellos impresos en el billete: aquello que certifica su seguridad.

Con la aparición del bitcoin, la necesidad del tercero desapareció. En su lugar, lo que propone el paper original firmado por Satoshi Nakamoto, es establecer una red de transacciones par a par donde quien la arbitre no sea un banco o entidad central, sino una red de máquinas donde cada una haga parte de la certificación de una transacción. En lugar de haber un banco, cada máquina conectada a la red de bitcoins oficia como su propio banco. En ese sentido, el caracter ideológico de descentralizar el control monetario tradicionalmente concentrado en bancos es indudable. E incluso la estructura de datos de bitcoin, el blockchain, puede transformar cualquier forma de burocracia basada en autoridad centralizada: con esta innovación se abren las puertas a la autoridad distribuída replanteando el funcionamiento de toda clase de instituciones que se dedican a validar, certificar o aprobar relaciones contractuales.

Sería miope evaluar al bitcoin tan solo por su extraordinaria performance económica. Lo que subyace a este fenómeno refleja el potencial disruptivo que tiene internet ya no para transformar la arena cultural, sino revolucionar de raíz el funcionamiento de la economía y la política. El día de mañana puede aparecer otra clase de bitcoin, pero las criptomonedas como concepto ya son de una consideración inevitable a la hora de diseñar mecanismos financieros para el nuevo siglo.

Pero mas allá aún: pensar al mundo del siglo XXI exige que sea un ejercicio hecho a fuerza de software. Mantenerse en claustros debatiendo conceptos teóricos aislados de una realidad cuya complejidad va en aumento, es un retroceso importante fruto del analfabetismo digital imperante. Pensar los sistemas económicos y de gobierno que anhelamos frente a las urgencias del mundo debe hacerse con la fuerza iterativa que propone el código digital. Los hackers del mundo deben tomar conciencia del impacto que tiene la tecnología y el importante rol que pueden tener definiendo mejores reglas de juego en una socidad global. ¡Que despierte la red!

(*) Santiago Siri. Par del @PartidodelaRed por una Democracia en Red. Elegido Global Shaper por el @WEF. Radio en “Basta de Todo”, Metro 95.1

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