Vivir en modo aprendiz, mentalidad clave en el trabajo del siglo XXI

En el mundo profesional actual, nunca se debe asumir que ya terminamos de saber. Siempre hay algo nuevo por descubrir, y que la humildad de quien quiere seguir aprendiendo es una fortaleza, no una debilidad.

Débora Wolosky

Hubo un tiempo en que un título universitario abría puertas, garantizaba prestigio y nos preparaba —al menos en teoría— para transitar una carrera profesional predecible y a largo plazo. Un posgrado ofrecía la actualización necesaria, y con esa caja de herramientas podíamos movernos en el mundo laboral con cierta tranquilidad, confiando en que el conocimiento adquirido sería suficiente para sostener nuestra competitividad durante buena parte de la vida profesional.

Ese tiempo quedó atrás. Y con él, también se desdibujó el paradigma que nos cobijaba respecto a la formación necesaria.

Hoy, el escenario laboral está profundamente atravesado por la evolución tecnológica, la digitalización y la automatización de procesos. El conocimiento se vuelve obsoleto a una velocidad vertiginosa: terminamos de dominar una plataforma y ya surge una nueva versión, o directamente, una completamente distinta. Continuamente estamos siendo interpelados para reinventarnos o adquirir nuevas habilidades.

Frente a este vértigo, la única forma de no quedar a la deriva es vivir en modo aprendiz. Esto implica asumir que nunca terminamos de saber, que siempre hay algo nuevo por descubrir, y que la humildad de quien quiere seguir aprendiendo es una fortaleza, no una debilidad.

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Vivir en modo aprendiz no es solo una actitud deseable: es una necesidad en el contexto actual. Y en esta línea, resulta clave el aporte de la psicóloga Carol Dweck, quien acuñó el concepto de “mentalidad de crecimiento” (growth mindset).

Según Dweck, tener una mentalidad de crecimiento significa creer que nuestras habilidades, inteligencia y talentos no son estáticos, sino que pueden desarrollarse a través del esfuerzo, la práctica y el aprendizaje constante. Esta idea contrasta con la mentalidad fija (fixed mindset), que parte de la creencia de que las capacidades son innatas e inmodificables —“soy bueno para esto” o “nunca voy a poder con aquello”—, y que por lo tanto, no tiene sentido intentar cambiar.

Una persona con mentalidad de crecimiento piensa: “No lo sé todavía, pero puedo aprender”; “puedo mejorar con práctica”, y “los errores son oportunidades para crecer”

Mientras que alguien con mentalidad fija piensa que equivocarse es fracasar, y que si no acertamos en el primer intento, es porque no somos lo suficientemente buenos.

Dweck demostró que las personas que cultivan una mentalidad de crecimiento son más resilientes, están más abiertas al aprendizaje continuo, manejan mejor la crítica y el error, y alcanzan un mayor desempeño tanto académico como profesional. En otras palabras, no es el talento natural lo que define el éxito a largo plazo, sino la disposición a aprender, equivocarse, corregir y volver a intentar.

En un mundo donde la única constante es el cambio, adoptar esta mentalidad no solo nos hace más adaptables, sino también más creativos, más colaborativos y más humanos. Porque aprender —como equivocarse— es parte esencial del camino.

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Vivir en modo aprendiz es un desafío que interpela por igual, tanto al líder de una organización como a los equipos de trabajo. Y la exigencia no es solo técnica. Vivir en modo aprendiz implica también desarrollar competencias emocionales: tolerancia a la incertidumbre, apertura al feedback, empatía intergeneracional, y una enorme capacidad de autogestión. No es fácil. Aprender continuamente requiere energía, tiempo y, muchas veces, aceptar que no tenemos todas las respuestas.

Por eso, no se trata de una responsabilidad exclusiva del individuo. Las organizaciones tienen el deber de crear entornos seguros para el aprendizaje, de fomentar la curiosidad, de premiar el intento más que la perfección. Capacitar no debería ser un premio, sino un derecho. Promover el desarrollo continuo no debería ser una política de Recursos Humanos aislada, sino un pilar de la cultura organizacional.

Un líder que vive en modo aprendiz no solo se transforma a sí mismo: transforma a su equipo, inspira una mentalidad de mejora permanente y prepara a la organización para afrontar desafíos complejos con inteligencia colectiva.

Porque, en definitiva, quienes se atreven a seguir aprendiendo son los que estarán en condiciones de liderar el futuro.

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