La mentira inflada

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Redacción Fortuna

Que la inflación del INDEC no puede ser tomada en serio es algo que todos sabemos pero, ¿Cuánto nos mienten? En lo que va del año, los precios aumentaron un 5,6% según el órgano de estadísticas oficial. Por otro lado, según el promedio de las estimaciones realizadas por las consultoras privadas, más conocido como IPC Congreso, el aumento fue de 10,6%, es decir, un 93,7% mayor.

Este nivel de subestimación del ritmo al que aumentan los precios no fue siempre así, sino que fluctuó a lo largo de los últimos años. Si bien se sabe que el INDEC está intervenido y que no debe ser tenido en cuenta, a principios del 2014 hubo un intento de recomponer el índice, como consecuencia de los retos del FMI que, vale aclarar, hace poco volvió a declarar que las estadísticas no son transparentes y que se deben mejorar.

En mayo, la inflación reportada por el gobierno fue de 1,03%, dando cuenta de la desaceleración del aumento de precios que comenzó una vez que se fue dejando atrás el efecto de la devaluación. Sin embargo, según las consultoras privadas, los precios aumentaron un 2%. Así, los precios aumentaron casi el doble de lo que el INDEC revela, aunque la tendencia a la baja se comparte.

La inflación real, asumiendo que le creemos a las consultoras privadas, fue siempre mayor a la reportada por el INDEC. Apenas se lanzó el IPCnu, la criatura de Kicillof, se intentó dar un shock de confianza reportando aumentos de precios por encima del 3% pero, con el tiempo y dejando atrás el impacto de la devaluación, se volvió a la “normalidad”.

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Desde 2011, el aumento de precios registrado por el IPC Congreso fue 70% mayor al reportado por el INDEC. Cuando se compara la diferencia mensual entre los aumentos registrados, esta brecha es aún mayor. En promedio, las variaciones calculadas por las privadas son 113% mayores que las del INDEC. Esto es, si el ente gubernamental reporta una variación mensual de 1%, los privados registran 2,13%. Así, cuando se acumula esto en el tiempo, la brecha es significativa. Luego del cambio de índice que dio lugar al IPCnu, la brecha se redujo desde 140% veces en diciembre 2013 a tan solo un 20% en enero 2014. Sin embargo, ya desde marzo del año pasado, la brecha volvió a aumentar, alcanzando niveles pre-devaluación.

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Hasta la devaluación de enero de 2014, el promedio de subestimación está en 134%, es decir, la inflación verdadera era 1,34 veces la del INDEC. Post-devaluación, esta brecha cayó, aunque sigue estando en niveles altos, cercanos al 70%. Para peor, en los últimos doce meses, la inflación real fue 84% mayor a la que el INDEC reporta. Más allá de que esto fuera algo conocido, poder cuantificar cuánto se subestima la inflación es relevante por varias razones: Primero, porque un erróneo cálculo de las variaciones en los precios impide tener real consciencia de cuánto se expande la economía en términos reales, es decir, cuánto se expande la economía una vez que se ajusta por el efecto de los precios. En segundo lugar, el seguimiento de los precios permite conocer el seguimiento del poder de compra de salarios, asignaciones y demás transferencias. Por último, es relevante y necesario porque permite proyectar y, una vez que se sabe que hay transparencia, los riesgos y los costos que esto acarrea son menores.

Entonces, más allá de que nos hayamos acostumbrados a tener un INDEC que miente y que oculta estadísticas importantísimas como las de pobreza, deberíamos tener en cuenta que esto no es algo trivial y que conocer qué problemas tenemos facilita conocer la solución. Pero claro, primero debe haber voluntad.

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Federico G. Rouco es Licenciado en Economía por la UCA y la University of Leeds y está cursando el Posgrado en Economía Social de la UCA. Además es Analista Económico de la Fundación Libertad y Progreso.

Twitter: @fgrouco

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