Argentina muestra a Grecia quién pagará la crisis

Una cosa es segura: alguien deberá hacerse cargo del costo principal. El caso heleno y el espejo argentino. Galería de fotosGalería de fotos

Redacción Fortuna

Por Ceferino Reato (*)

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, aseguró que el “corralito” bancario es por un tiempo determinado y que los depósitos no perderán su valor. Pero, si los griegos se miraran en el espejo de la gran crisis argentina de 2001 tendrían razones más bien sólidas para desconfiar de esa promesa.

El izquierdista Tsipras ha copiado una receta tomada del neoliberal Domingo Cavallo cuando fue ministro de Economía del presidente radical Fernando de la Rúa para evitar que el retiro masivo de los depósitos destruyera el sistema bancario de su país.

Lo ha hecho sin la épica de Cavallo, que un día antes de que entrara en vigencia esa medida utilizó la cadena nacional de radio y televisión para criticar a “los fondos buitre -los mismos que se enriquecieron a costa de los rusos en 1998-que apostaron a la devaluación del peso y al default”.

Mucho antes que Cristina Kirchner, fue Cavallo quién mentó a los fondos buitre. Otra curiosidad de la historia.

Como señalo en mi libro Doce Noches, el corralito fue precedido por una intensa fuga de depósitos, protagonizada por los “grandes depositantes”, que tenían mejor información y más medios para sacar el dinero de los bancos. Tanto es así que el corralito sólo atrapó a tres depósitos mayores a los 500 mil pesos/dólares.

También Cavallo prometió que el corralito sería temporal (hasta que finalizara la reestructuración de la deuda) y, lógicamente, que el dinero depositado no perdería su valor.

El primero que utilizó la palabra “corralito” —que hemos exportado al mundo— fue el periodista Antonio Laje, quien, además, anticipó esa medida.

En Argentina pasó lo mismo que ahora en Grecia: el corralito surgió cuando la economía estaba colapsada. En nuestro caso, la convertibilidad, basada en la paridad 1 a 1 entre el peso y el dólar, provocaba un intenso malestar: la recesión llevaba ya cuarenta y un meses y se había agudizado a mediados de 2001; el desempleo trepaba al 18,6 por ciento, y el subempleo, al 16,3 por ciento, y la pobreza afectaba al 39 por ciento de la población, 14 millones de personas.

En Doce Noches queda claro que, al principio, la gente no reaccionó frente al corralito, pero con el correr de los días fue dándose cuenta de todas las dificultades que le provocaba y estalló en cacerolazos espontáneos y dispersos, que se unificaron en la noche del miércoles 19 de diciembre frente a la Casa Rosada, el Congreso, la residencia de Olivos, y el departamento de Cavallo, entre otros lugares claves.

De la Rúa y Cavallo volaron por el aire; y sobrevino un período de intensa inestabilidad política —hubo cinco presidentes en doce jornadas— hasta que el peronista Eduardo Duhalde asumió la Presidencia.

La convertibilidad fue reemplazada por una pesificación asimétrica y una megadevaluación, que en 2002 fue del 240 por ciento; el corralito se transformó en un corralón.

Argentina salió rápidamente de la crisis, pero el costo fue pagado por los asalariados y los jubilados, por un lado, y los pequeños y medianos ahorristas por el otro.

Las crisis se desarrollan en la incertidumbre, pero algo es seguro: algunos cargarán con el costo principal. Como dice el economista Juan Carlos de Pablo, “cuando estalla una crisis, conviene ir pensando en quién va a pagarla”.

(*) Editor ejecutivo de la revista Fortuna.

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