La aclaración del Papa y la Iglesia comunista

Redacción Fortuna

El Papa Francisco salió a aclarar que “La Iglesia no es comunista”; lo cual debería resultar algo obvio, ya que no debería tener intereses políticos terrenales, sino que es camino de salvación para los católicos y todas las personas de buena fe. Por lo tanto, tampoco puede ser peronista ni liberal ni socialista ni radical. De hecho, no se puede más que coincidir con la priorización de los pobres que ha hecho la Iglesia desde que asumió el Papa Francisco. El objetivo de acabar con la pobreza no es “comunista”, sino un compromiso de cualquier político bienintencionado, independientemente de la ideología que tenga. Por lo tanto, más allá de que un Papa u otro miembro de la curia piensen que determinadas ideas son erradas, sería una equivocación considerar que la Iglesia puede condenar las formas de pensar; porque equivale a condenar a los que así piensan. Por ejemplo, el Papa reconoció que tiene amigos marxistas, ¿eso los vuelve malas personas? ¿Están por ello excluidos de la salvación?

La pregunta que deberíamos respondernos es por qué el Papa tiene que hacer una aclaración pública tan obvia. La respuesta es porque la Iglesia se mete en política cuando se pone a recomendar cómo deben lograrse ciertos objetivos que hacen al bien común. Es correcta la opción por los pobres; pero no que la Iglesia aconseje qué políticas son mejores y cuáles peores para combatir ese flagelo. Es su deber predicar que, para llegar a Dios, hay que ser solidario; pero no aconsejar al Estado formas de obligar a ser caritativos a aquellos que no lo son. Está bien que diga que nuestro deber como buenos cristianos es cuidar el planeta; pero no indicar cuál es la verdad científica sobre ese tema y cuál es la forma adecuada de encarar el problema. Guste o no, en términos de políticas públicas o en ciencias, la opinión de la Iglesia tiene el mismo valor que la de cualquier otro de la sociedad civil que participe en el debate.

Lo malo es que, como en toda organización humana, en la Iglesia también están los sectores “aristocráticos” que creen que pueden ordenarle al resto de los mortales cómo vivir o qué hacer. Lo cierto es que eso está lejos de la doctrina que nos enseño nuestro Señor Jesús. Él era Dios y no se le ocurrió usar su poder infinito para obligarnos a que todos siguiéramos su doctrina. Lógico, porque Dios nos hizo hijos suyos y, por ende, libres. Es en esa libertad que nos podemos salvar o no. ¿Alguien puede pensar seriamente que si se obliga a una persona a ser buena será uno de los elegidos el Día del Juicio Final?

Queda claro en los Evangelios que Cristo no sólo no le dio a la Iglesia un rol en materia de propuestas de políticas públicas, sino que esta tarea distrae tiempo y esfuerzo de su verdaderos objetivos que sí le señaló. La función de la Iglesia es convencer a los hombres de que para que podamos gozar de la gloria de Dios debemos ser buenas personas y ser el camino que facilite lograrlo. Con todo lo que eso significa, a pesar de sonar tan sencillo. La búsqueda de Dios es una decisión individual que se basa en amar al prójimo como a uno mismo y, por ende, respetar su dignidad humana. Por eso, es lógico que la Iglesia defienda los derechos y libertades que Dios nos ha dado; pero, también, que sea la primera en respetarlos.

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Aldo Abram

Aldo Abram es Master en Ciencias Económicas CEMA y Lic. en Economía. Director Ejecutivo del CIIMA (Centro de Investigación de Instituciones y Mercados de la Argentina) perteneciente al ESEADE. Profesor de la Maestría en Finanzas e Investigador Independiente de ESEADE. Es socio y Director General de la Consultora EXANTE. Fue socio y gerente de la Consultora PROECO. Es Director Ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso. Twitter: @abramaldo

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