Por Joseph Stiglitz /Según el criterio del PBI, la economía de Trump es deficiente. El crecimiento en el último trimestre fue solo de 2,1 %.
Luego de que las élites empresariales del mundo ascendieron a Davos para su reunión anual, es un buen momento para hacernos una simple pregunta: ¿se habrán curado de la fascinación con el presidente estadounidense Donald Trump?
Hace dos años, muy pocos líderes empresariales estaban preocupados por el cambio climático o molestos por la misoginia y el fanatismo de Trump. Pero la mayoría celebraba los recortes de impuestos a multimillonarios y corporaciones, y aguardaba con esperanzas sus iniciativas a desregulación de la economía, que permitirían a las empresas contaminar más el aire, enganchar a más estadounidenses a los opioides, tentar a más niños a comer productos que inducen diabetes y entregarse a tejemanejos financieros como los que provocaron la crisis de 2008.
Hoy muchos directivos de empresas siguen hablando del crecimiento continuado del PIB y de los récord bursátiles. Pero ni el PIB ni el índice Dow Jones son buenos indicadores del desempeño económico: ambos callan en relación con lo que acontece a los niveles de vida de la ciudadanía de a pie, y no dicen ni una palabra sobre sostenibilidad. De hecho, el desempeño económico de Estados Unidos en los últimos cuatro años es el principal argumento contra la confianza en esos indicadores.
Tal vez Trump sea un buen presidente para el 1% más rico ( y sobre todo, para el 0,1 % más rico), pero no lo ha sido para nadie más. De implementarse en su totalidad, la rebaja impositiva de 2017 generará aumentos de impuestos para la mayoría de los hogares en los quintiles de ingresos segundo, tercero y cuarto.
Puesto que los recortes impositivos benefician sobre todo a los ultrarricos y a las corporaciones, no debería sorprender a nadie que entre 2017 y 2018 la mediana del ingreso disponible de las familias estadounidenses se haya mantenido prácticamente igual, La mediana de la remuneración semanal real está apenas 2,6 % por encima del nivel que tenía al inicio del gobierno de Trump, y ese aumento no compensa largos períodos anteriores de estancamiento salarial. Por ejemplo, la mediana salarial de un estadounidense varón que trabaja a tiempo completo sigue siendo más de 3 % inferior al valor de hace 40 años.
Para colmo de males, el crecimiento no ha sido ambientalmente sostenible, y lo es todavía menos gracias a la destrucción, por parte de la administración de Trump, de regulaciones que habían pasado por estrictos análisis de costo/beneficio. El resultado será un aire menos respirable, agua menos potable y un planeta más expuesto al cambio climático. De hecho, las pérdidas relacionadas con el cambio climático en Estados Unidos se dispararon, con una cifra de daños materiales que en 2017 llego a un 1,5 % del PIB, más que en cualquier otro país.
Se suponía que las rebajas impositivas alentarían una nueva oleada de inversiones. En vez de eso, generaron un récord histórico de recompras de acciones ( unos u$s 800.000 millones en 2018) por parte de algunas de las empresas estadounidenses más rentables, y llevaron a un déficit récord en tiempos de paz ( casi un billón de dólares en el año fiscal 2019) en un país que supuestamente está cerca del pleno empleo. E incluso, con la poca inversión que hubo, EE.UU. tuvo que tomar prestado al extranjero sumas ingentes: hay un endeudamiento externo cercano a los u$s 500.000 millones al año, con un aumento de más del 10 % en la posición deudora neta del país en un solo año.
Asimismo, pese a tanta alharaca, las guerras comerciales de Trump no redujeron el déficit comercial de Estados Unidos, que en 2018 fue una cuarta parte más que en 2016. El déficit de 2018 en comercio de bienes fue el más grande de la historia. Incluso con China el déficit comercial creció casi una cuarta parte respecto de 2016. Lo que sí consiguió Estados Unidos es un nuevo tratado comercial para América del Norte, sin las disposiciones en materia de inversión que quería la asociación empresarial Business Roundtable, sin las cláusulas sobre aumentos de precios de medicamentos que querían las farmacéuticas y con una mejora de las normas laborales y ambientales. Este acuerdo ligeramente mejorado fue posible porque Trump, el autoproclamado maestro negociador, perdió todos los frentes en las negociaciones con los congresistas demócratas.
Y pese a las cacareadas promesas de Trump de repatriar empleos fabriles a Estados Unidos, la creación de puestos de trabajo en ese sector es menor a la que hubo con su predecesor, Barack Obama, al afianzarse la recuperación post 2008, y sigue siendo muy inferior a lo que era antes de la crisis. Incluso el mínimo en 50 años de la tasa de desempleo enmascara una fragilidad económica. La tasa de empleo para hombres y mujeres en edad de trabajar, a pesar de haber aumentado, lo hizo menos que durante la recuperación de tiempos de Obama, y todavía es considerablemente inferior a la de otros países desarrollados. Y la tasa de creación de empleo también es marcadamente menor a la de Obama.
De nuevo, la baja tasa de empleo no sorprende ( en particular, porque sin salud no se puede trabajar). Además, las personas que cobran prestaciones por discapacidad, las que están en prisión y las que se desalentaron al punto de dejar de buscar empleo activamente no cuentan como "desempleadas"; pero por supuesto, tampoco están empleadas. Incluso según el criterio del PIB, la economía de Trump es deficiente. El crecimiento del último trimestre fue solo 2,1%, mucho menos que el 4%, 5% incluso 6% que prometió Trump, e incluso menos que el 2,4% promedio del segundo mandato de Obama. Es un desempeño notoriamente malo si se tiene en cuenta el estímulo provisto por el billón de dólares de déficit y los bajísimos tipos de interés. No es casualidad, ni cuestión de mala suerte; las características distintivas de Trump son la incertidumbre, la volatilidad y la ambiguedad, mientras que para el crecimiento se necesitan confianza, estabilidad y certeza. Y también igualdad, según el Fondo Monetario Internacional.
Además de fallar defender la democracia y proteger al planeta, Trump también se merece un " desaprobado" en economía