En la maratón contra los alimentos el salario perdió

Redacción Fortuna

ISE 1082 Gráfico 1

El incremento del salario real fue una de las banderas sobre la cual el gobierno anterior se apoyó económica y políticamente durante buena parte de sus doce años en el poder. Según la visón de dicha administración, incrementos en el salario real aumentan el consumo, lo cual configura un entorno propicio para que los empresarios inviertan y vendan más.

Es cierto que los incrementos salariales alcanzados en paritarias superaron el aumento de los precios durante en la mayoría de los últimos doce años pero esta dinámica se interrumpió en la segunda presidencia de Cristina Fernandez de Kirchner. De hecho, se observa un periodo de crecimiento continuo en el salario real hasta 2013.

En un intento por reconstruir la credibilidad de las estadísticas públicas, las nuevas autoridades del INDEC relanzaron el IPC GBA con la publicación de los precios promedio (realistas) de más de 50 artículos, los cuales también se encontraban presentes en los informes que el organismo comunicó previo a su intervención. De esta manera, podemos observar la variación acumulada en estos productos entre junio de 2001 y mismo mes de 2016. La conclusión que obtenida es alarmante. Según el IPC Ecolatina, el Nivel General de precios trepó más de 1.700%en esos quince años, mientras que los precios promedios de 42 productos alimenticios de los 48 comparables (entre informes oficiales), crecieron aún más. Destacan las subas de la lechuga (+3.300%), la nalga (+3.000%) y el asado (+2.700%).

Estos aumentos no sólo fueron superiores al crecimiento en el nivel de precios promedio del periodo, sino que también se mantuvieron claramente por sobre las recomposiciones salariales. Los datos de INDEC confirman la información que se desprende del análisis del IPC Ecolatina: se observa que el salario medido en términos de los alimentos no creció en relación al fin de la convertibilidad, si no que se mantiene estancado en un nivel inferior.

Las distintas dinámicas del salario real

Decir que el salario real se mantiene estancado en los últimos años implica que el incremento del salario nominal fue similar al aumento del Nivel General de precios de la economía. Pero es posible que una economía tan dolarizada como la argentina no sólo compare la evolución del salario con la inflación sino que le importe la cantidad de dólares que pueda adquirir con este. Por otro lado, una sociedad con elevados niveles de pobreza mira con particular énfasis la evolución del precio de los alimentos, con el fin de cotejar su salario con estos bienes básicos.

De esta manera, surgen al menos tres salarios relevantes a considerar: el que se compara con la inflación (salario real), el que lo hace contra el dólar (salario en dólares) y el que lo contrasta con la suba de precios de los alimentos. Los tres brindan información valiosa ya que su evolución define buena parte de la configuración macroeconómica del país. En este marco, nos preguntamos ¿cómo evolucionaron estas tres métricas en el siglo XXI?

El salario real, que surge de tomar el salario promedio del sector privado registrado del Ministerio de Trabajo y deflactarlo por el IPC GBA del INDEC, cayó más de 20% durante la salida de la convertibilidad para luego recuperar el nivel de los noventa en 2006. Utilizando el IPC GBA Ecolatina a partir de 2007, se observa que el salario real alcanzó un pico a mediados de 2013 un pico, nivel 40% superior a los del 2001. En los años subsiguientes, el salario real fluctuó en niveles inferiores al máximo alcanzado y en los primeros meses del 2016 (marzo es el último dato disponible) mostró una contracción significativa que lo posiciona nuevamente en valores del 2011.

El mayor salario real que los trabajadores del sector privado registrado tienen hoy respecto al 2001 se sustentó principalmente en el mejoramiento de la productividad (normal en un país en crecimiento) y en el congelamiento de tarifas públicas que conllevó a un fuerte incremento del déficit fiscal producto de fenomenal aumento de subsidios. Pese al tarifazo implementado por el nuevo gobierno eliminar dicho atraso (concentrado en el GBA) requiere futuras correcciones por venir. Por su parte, el atraso cambiario heredado obligó a la actual administración a llevar adelante una devaluación significativa. El intento por corregir ambas distorsiones de precios relativos dinamizó la inflación y contrajo el ingreso real de los trabajadores.

En este sentido, lo insostenible del atraso cambiario se expresa en el poder de compra del salario medido en dólares. El mismo alcanzó un máximo histórico en noviembre de 2015 (último mes del gobierno anterior) al posicionarse casi al doble del observado antes de la caída de la Convertibilidad. Al desmantelar el cepo cambiario, el salario en dólares cayó 45% y marcó durante el primer trimestre del año un nivel similar al observado en 2011.

Un crecimiento tan marcado en el poder de compra del salario, tanto medido en bienes y servicios locales como en dólares, debería estar acompañado de una disminución significativa en los ratios de pobreza e indigencia. Lamentablemente, estos ratios no llegaron siquiera a penetrar los mínimos de la Convertibilidad (16% de la población bajo la línea de pobreza en 1994) ni se redujeron hasta llegar a niveles observados en países vecinos. La pregunta del millón es porqué se mantuvieron tan elevados.

Básicamente, la elevada incidencia de la pobreza y la indigencia en la última década responde al significativo incremento en el precio local (e internacional) de los alimentos. Entre 2001 y principios de 2016 treparon 2.453%, muy por encima del incremento observado en el nivel general de precios del GBA (+1.512%) o el salario privado formal (+1.923%). De hecho, el salario medido en alimentos nunca recuperó el nivel observado en 2001. Existen al menos tres razones que explican este fenómeno.

En primer lugar, el crecimiento en los precios internacionales de los alimentos que el país produce se transfirió al valor de la tierra, lo cual presionó sobre la estructura de costos de los productores que debieron transferir ese aumento al precio final de los alimentos. Por otro lado, al prohibir la exportación de ciertos productos (carne o trigo, entre otros) el gobierno anterior desincentivó su producción. Esta política logró desacoplar/reducir los precios internos durante algunos años, pero el desincentivo a invertir fue tan fuerte quela brusca caída de la oferta interna terminó generando fuertes saltos en los precios internos    (shock de la carne a comienzos de 2010). Por último, el crecimiento en la demanda  interna producto de la mejora del salario real no tuvo correlato con una mayor oferta de alimentos. Algunos, señalan que el avance de la soja desplazó el resto de la producción agropecuaria.

El aumento en el precio de los alimentos le pone un piso elevado a la pobreza

En un reciente artículo que el prestigioso economista Roberto Frenkel escribió en base a nuestros relevamientos del IPC Ecolatina, plantea que el significativo crecimiento del nivel de precios de los alimentos es la razón por la cual la pobreza se mantuvo en niveles elevados durante la última década. La misma jamás perforó el mínimo alcanzado en la convertibilidad y está lejos de los niveles observados en países cercanos como Uruguay (11% durante ese año), Brasil (15%) o Chile (14%).

Las políticas económicas llevadas adelante por el anterior gobierno, no lograron contener el precio de ciertos productos claves en la estructura de consumo de los sectores más vulnerables, lo cual le puso un piso elevado a la pobreza. Esta dinámica se explica por cuestiones internas y por el fuerte incremento en el precio internacional de los alimentos.

Uno de los tres principales desafíos que se planteó el gobierno de Macri es alcanzar la pobreza cero, pero las medidas económicas implementadas para evitar un rumbo de colisión aceleraron la inflación generando mayor pobreza e indigencia. Esto nos demuestra que no hay atajos a la hora de eliminar este flagelo: el salario real no puede crecer sistemáticamente por encima de la productividad, y apelar al atraso cambiario y tarifario es pan para hoy y hambre para mañana. El camino para reducir la pobreza es arduo y debe basarse en pilares sólidos: creación de puestos de trabajo y mejora en la productividad. Además, requiere una estrategia frente a la suba del precio internacional de los alimentos.

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