La liga que revolucionó Canning: cómo Diego Mastronardi tranformó el deporte amateur

Con un gran crecimiento sostenido tras la pandemia, la Liga Intercountry de Canning se convirtió en un caso de éxito en gestión deportiva y social.

Redacción Fortuna

En tiempos donde las pantallas seducen y el ritmo urbano desconecta, el deporte vuelve a ocupar un rol esencial: no solo forma cuerpos y mentes fuertes, también crea puentes. Desde la infancia hasta la adultez, la actividad física se convierte en un lenguaje común que potencia valores, construye vínculos y fortalece el sentido de comunidad. En Canning, la liga Intercountry deportiva se consolida como un espacio de inclusión, pertenencia y encuentro, donde competir importa, pero compartir importa aún más. Su presidente, Diego Mastronardi, relata los inicios difíciles, el camino hacia la profesionalización del amateurismo y el rol del deporte como motor de inclusión, comunidad y proyección internacional.

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¿Cómo fue el inicio de tu gestión?

El arranque fue complejo. Había pocos socios, la economía de la asociación estaba muy ajustada y se estaban terminando de pagar compromisos antiguos. Me encontré con una realidad desafiante: muy pocos equipos y una estructura que había que ordenar. Una herencia de compromisos que venían arrastrándose. Tuvimos que empezar casi desde cero.

¿Cuál fue la primera decisión estratégica para dar el salto?

Reordenar lo económico y lo institucional. A partir de ahí empezamos a elevar la vara e iniciamos este proceso que lleva varios años y nos enfocamos en mejorar la administración de torneos, profesionalizar árbitros (seguimos trabajando fuertemente) , ordenar la burocracia organizacional con tecnología, incorporar seguros, asistencia medica, televisar los partidos, programas de streaming con resumen de la jornada, eventos, difusión por distintos medios sociales, mayores competencia y premios, un club de beneficios para los asociados con importante descuentos, fiestas de fin de año con entregas de premios y dar un sentido de pertenencia al asociado mucho más fuerte. La idea siempre fue que un jugador amateur pudiera sentirse, aunque sea un rato, como un profesional.

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¿Cuál fue el impacto de esa filosofía “amateur con espíritu profesional”?

Gigante. Nos permitió mejorar la organización, sumar sponsors, crear sistemas de premiación, competencias nuevas y hasta jugar finales en estadios profesionales. A eso se sumó el crecimiento regional de Canning. Todo se potenció rápidamente. 

También hubo una expansión internacional,  ¿cómo nació esa idea?

De algo emocional. No tengo hijos, y a los chicos de la liga los siento como propios. Ver su ilusión me impulsó a buscar oportunidades fuera. Jugar contra los hijos de Messi en la Champions Cup fue histórico. Hoy trabajamos con clubes como Roma, Fiorentina, Barcelona y París. El objetivo es formar a los chicos como deportistas de élite, pero también cumplirles el sueño de estar entre los grandes.

¿Qué valores se enseñan además de competir?

Aceptar la derrota,  en la vida perdemos: en lo familiar, en lo profesional, en lo emocional. La derrota te ordena, te reconstruye y te prepara para ganar. Queremos formar personas, no solo deportistas.

¿Y el rol de la familia?

Fundamental. Soy hijo de italianos, para mí la familia es el centro. Buscamos que los profes sean como tíos también, que los padres acompañen sin presionar. Gestionar  tanto no es fácil, pero logramos construir comunidad.

¿Qué representa para vos esta liga?

Una misión social. Dar herramientas, generar inclusión, formar valores, sumar sueños. El deporte ordena, integra, une. Cuando un nene te abraza agradecido o un padre o deportista te dice que esto le dio felicidad… ahí sabés que vale la pena.

 

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