Pérez Companc: los herederos más ricos del país

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Redacción Fortuna

Con Goyo retirado de la conducción del grupo, sus hijos Luis y Jorge avanzan en un exigente cronograma de internacionalización. Cómo conviven en familia y dividen los negocios. El rol de los otros cinco herederos.

Por Victoria Álvarez Benuzzi

Este año será crucial para la familia Perez Companc y sus negocios. En pleno plan de conquista de los mercados desarrollados con sus propias marcas, el grupo consolidará lo que suele ser una de las etapas más complejas para cualquier empresa familiar, sin importar su tamaño: la adaptación defi nitiva a las nuevas voces de mando, hoy en boca de los hijos de Goyo. De Jorge, el mayor, pero fundamentalmente de Luis, el hermano del medio entre los herederos varones, quien desde la presidencia de la compañía comanda sus destinos con fuerte vocación de liderazgo.

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Cuenta también con el apoyo de Pablo, el menor, quien con 27 años por ahora prefiere las pistas de automovilismo norteamericanas, una pasión común a todos los hombres del clan Perez Companc.

Principalmente abocado a la nave insignia del holding, la alimenticia Molinos, Luis avanza a pie juntillas en un plan quinquenal que impusla desde hace dos años para convertir a la empresa en uno de los principales players del consumo masivo global, con sus propias marcas. Se entusiasma con la recuperación de la economía mundial y, con reflejos que por sus largos años al frente de los negocios su padre ya no quiere accionar, apunta toda su energía a no dejar pasar la oportunidad.

“Exportar alimentos pero con valor agregado” es la consigna que se repite en la casa central del grupo y que los herederos de Goyo decidieron ejecutar día a día. Sueña con hacer de la gran empresa un verdadero gigante. El objetivo apunta a, en una primera etapa prevista para fin de 2012, equiparar los volúmenes de exportaciones de alimentos a granel y marcas propias, el que hasta 2007 era claramente dominado por el primer segmento. Los números de los últimos dos años, sin embargo, ya muestran un cambio de tendencia que revela a las claras los signos de la nueva conducción y su espíritu.

Es que, a los 75 años, el hombre más rico de la argentina se retiró de los negocios y dejó un imperio en manos de la segunda generación. De ahí que, sobre el fin de 2009 y en sintonía con la disciplina con que se movió siempre en el mundo de los negocios, Goyo Perez Companc optase una vez más por no improvisar y reordenar papeles. El empresario transfirió los activos que integraban PCF SA, la sociedad controlante de Molinos Río de la Plata, a una nueva sociedad de responsabilidad limitada denominada Santa Margarita, establecida en el estado de Delaware en Estados Unidos, y los donó en partes iguales a sus descendientes. Aunque la operación obedecería también a cuestiones impositivas, ya que ese estado norteamericano es considerado paraíso fiscal, la movida reconfirmó el peso decisivo que tienen ahora sus sucesores.

Con una fortuna personal estimada en u$s 2.100 millones. Perez Companc es el argentino más rico y el primero en este país en el ranking Forbes de millonarios.

Hace un tiempo, Goyo dio un paso importante en la determinación del destino de su fortuna. Escribió un testamento en el que dona la mitad de su riqueza al desarrollo social de la Argentina. Es decir, poco más de u$s 1.000 millones destinados a la construcción de escuelas, hospitales, caminos, comedores escolares y lo que hiciera falta para que el país tenga menos desigualdades sociales. Una suerte de Bill Gates criollo. Según fuentes allegadas a la familia, la decisión cuenta con el aval del núcleo familiar, cuyos integrantes se caracterizan por mantener el estilo austero, sencillo y discreto que estableció el patriarca como estandarte de familia. Los accionistas de Santa Margarita son el matrimonio conformado por el empresario y Munchi (Maria del Carmen Sundblad Beccar Varela) con 75 y 68 años respectivamente, y sus hijos Jorge, Rosario, Pilar, Luis, Cecilia, Catalina y Pablo.

De los varones, Jorge y Luis, el primero como director de Molinos y el segundo como su número 1, son los que realmente se dedican a los negocios de la familia, básicamente a la principal exportadora de alimentos del país. Claro que antes de poner un pie en la empresa, tuvieron su etapa de estudio y formación en Estados Unidos, casi un karma de familia. Todos los Perez Companc deben estar preparados para suceder al padre en el proceso de toma de decisiones. Y Luis, con 37 años y padre de 3 hijas, parece haber obtenido excelentes diplomas. También Jorge, su hermano mayor (43).

El resto de los hijos, también educados en prestigiosas casas de estudio del exterior, se ha mantenido al margen del mundo de los negocios hasta el momento. En el caso de algunas de las mujeres del clan, las escuelas de arte europeas han sabido brindarles sus conocimientos. En líneas generales, además de millones, los varones han heredado de su padre la pasión por los fierros. Y las mujeres, su fasicionación por la cría de caballos de raza.

PILOTOS

Con roles bien definidos a la hora del manejo de las empresas, Jorge y Luis comparten la dedicación al automovilismo. Ambos participan del Mundial de Rally, mientras que Pablo (27), el menor de la saga, tiene una destacada actuación como piloto internacional en el Indy Pro Series de los Estados Unidos, en cuyas pistas casi pierde la vida en un accidente en marzo del 2007.

Ese episodio fue traumático para Goyo y Munchi, quienes ya habían perdido a su hija mayor, Margarita, de 19 años, cuando sufrió un accidente automovilístico en las rutas de la Patagonia. Cuentan allegados a la familia que pese a la insistencia de la madre, que le rogó a Pablo que no vuelva a las pistas, el benjamín logró correr y ganar una nueva copa 11 meses después de haber sufrido el incidente que inicialmente lo había dejado en coma. Pese a que Goyo es fanático del automovilismo, no asiste a las carreras a ver a sus hijos por temor. Mientras sus hijos compiten, el suele estar sentado en su platea preferencial en River Plate, el club de sus amores. O se sube a una de sus Ferrari y maneja por la Panamericana. Tiene colección de autos antiguos y de carrera. Algunos de los que se le conocen son la Ferrari F50; Ferrari Enzo; Dodge Viper; Chevrolet Camaro; Porche 911 y Ferrari 330 Tri. Por éste último pagó en una subasta 7 millones de euros.

HARAS

Todos los integrantes de la familia hacen culto al bajo perfil, la discreción y las rutinas sencillas. Por eso, y porque se mueven en un círculo estrecho de amistades y familiares, es que nunca los herederos fueron noticia.

Las mujeres tienen pasión por los caballos de raza. Rosario y Catalina son expertas en cría de Cuarto de Milla. Catalina es la menor de las hijas mujeres y está casada con el simpático y extrovertido piloto alemán Matthias Kahle, varias veces consagrado campeón de Rally. Nadie lo dice, pero es fácil imaginar que se conocieron a través de algún evento de automovilismo del que participaron sus hermanos. Catalina tiene un haras llamado Silla Argentina, con el que compite exitosamente en los certámenes de la raza. Junto a Rosario tienen sus haras en Quila Quina, una estancia familiar ubicada a 35 kilómetros de San Martín de los Andes, en donde la familia solía pasar los veranos entre tazones de leche Jersey y galletas recién horneadas. También crían en otras estancias que posee la familia en la Patagonia.

Pilar, con 38 años, es la mayor de las mujeres. Está casada con el veterinario Andrés Basombrío, con quien tiene tres hijos: Ramón (16), Manuela (15) y Pedro (12), a los que ya se forma como la tercera generación en la sucesión del holding. Tanto Andrés como Pilar son fanáticos de los caballos y la medicina. Amantes del turf, son criadores y propietarios de Haras San Benito, asentada en San Antonio de Areco, y compuesta por yeguas nacionales y algunas importadas de EE.UU.

Cecilia tiene 36 años y está casada por Fernando Etchard, un exitoso ejecutivo que actualmente se desempeña en Techint, pero tuvo su accionar en el grupo como Production & Logistics Director at TSIL Munchis. Es ingeniero electrónico, estudió en la Universidad Austral, en la Universidad de California y en el CEMA. Si los Perez Companc tuvieran la costumbre de integrar a la familia en los negocios, sea cual sea el perfil, es claro que Fernando un cargo. Pero no es así. En los negocios de los Perez Companc los lazos sanguíneos y la confianza no aseguran puestos ejecutivos ni mucho menos.

RESERVADOS

Puertas adentro. Así son y viven los nuevos ejecutivos y dueños del poderoso imperio familiar, alejados del mundo de la farándula, los cócteles o las cenas con glamour extrovertido. Nunca una ostentación. Todo en la familia Pérez Companc es discreción y costumbres sencillas. Se mueven en un círculo cerrado y reducido de amistades y familiares. Veranean en sus estancias de la Patagonia, son austeros y discretos, las mujeres no desesperan por las joyas y hasta hacen compras en los comercios minoristas de Escobar. El matrimonio tiene una casa en Barrio Parque, que no sobresale del entorno, y otra en Escobar, cerca de Temaiken, el bioparque más importante de Sudamérica, propiedad de la familia, que busca imitar el zoo de San Diego, en el que los animales están en su ecosistema, y no encerrados en jaulas. Son simples, y mantienen en reserva la vida privada de la familia. Esa reserva parece ser contagiosa.

En Molinos nadie se atreve a mencionar el apellido Pérez Companc. Es curioso, pero sienten que es casi una falta de delicadeza hablar del dueño del imperio, y más aún de sus hijos, esposa. Y, por supuesto, de su fortuna.

Muchas intrigas dan vuelta alrededor el origen de esa riqueza. A muchos les cuesta entender cómo un hombre de apariencia tan simple y accesible haya sido capaz de construir un holding generador de tanta riqueza sin haberse beneficiado de favores de gobiernos de turno. De hecho, quienes lo conocen, lo tratan o lo intentar descifrar, coinciden en que Goyo no suele alardear de sus habilidades a la hora de negociar.

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16/1/2010

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