La política económica sin Néstor Kirchner

Opinión. Cómo manejó la economía el ex Presidente desde que Roberto Lavagna dejó el Ministerio de Economía. La realidad no depende sólo de los gobiernos de turno.

Redacción Fortuna

Por Juan Carlos de Pablo*

Desde que a fines de noviembre de 2005 Roberto Lavagna dejó el Ministerio de Economía de la Nación, ningún interesado en la política económica argentina siguió mirando al Palacio de Hacienda. En un sentido fundamental, Felisa Miceli, Miguel Peirano, Martín Lousteau y Carlos Fernández no “existieron”, de la misma manera que Amado Boudou no existe. Las miradas (así como las negociaciones) se orientaron a la quinta de Olivos, y se focalizaron en Néstor Kirchner.

Esto quiere decir que el miércoles de la semana pasada no falleció “simplemente” un ex presidente y actual diputado de la Nación, esposo de la actual primera mandataria, sino un protagonista principalísimo de la política económica. El decisor, naturalmente, pregunta entonces qué es lo que va a ocurrir.

La realidad depende de los gobiernos de turno, pero no solamente de los gobiernos de turno. Si esto no último fuera cierto, en manos de gobiernos idóneos nunca habría crisis y en manos de gobiernos no idóneos la actividad económica desaparecería por completo. Como sabemos, de tanto en tanto hay crisis y en ningún país el nivel del PBI es cero.

¿Qué estuvo en los últimos años fuera del control de Néstor Kirchner, pero jugó increíblemente a su favor? Los mercados internacionales y la naturaleza. Los resultados económicos verificados a partir de 2003 no se pueden entender si no se ubica en un lugar principalísimo a la evolución del precio internacional de la soja, y a los volúmenes producidos y exportados, como consecuencia del esfuerzo del sector agrícola. El oficialismo, gran propenso a atribuirse todas las buenas noticias, disimula este hecho hasta casi hacerlo desaparecer.

Pero estas líneas no se ocupan de las historia, sino de la política económica. Pues bien, hay que tomar todas las decisiones sobre la base de que la muerte de Néstor Kirchner no tiene por qué estropear el contexto internacional que enfrenta la Argentina, particularmente en materia de precios internacionales. ¿Cuál es la implicancia? Que en ausencia de catástrofes locales, el Poder Ejecutivo no tiene necesidad de adoptar medidas drásticas, de manera inmediata.

Queda, entonces, la cuestión del manejo interno de la cuestión económica. En los últimos meses vine sosteniendo que, en el sentido de la coordinación de las diferentes medidas, de la política económica se ocupaba Mandrake. Porque Néstor Kirchner tenía que ver con el gasto público (que entre setiembre de 2009 e igual mes de 2010 aumentó 39%), y con la asignación discrecional de muchos de los fondos; la oposición de gastar más o ingresar menos fondos a las arcas del Estado (82% de jubilación mínima, generalización de la promoción industrial, etc.); el Banco Central de que el dólar no aumentara de precio, a pesar del sistemático aumento de los costos internos, etc.

¿En qué sentido puede cambiar esto, como consecuencia de la desaparición física de Néstor Kirchner? Lo veremos con el paso del tiempo, específicamente en los próximos días o semanas. Por consiguiente lo único que en este momento se puede hacer es conjeturar sobre las alternativas, y elegir aquella en base a la cual hay que adoptar las decisiones. Las alternativas son básicamente tres.

La primera consiste en que la Presidenta de la Nación, leyendo incorrectamente los genuinos testimonios de pesar y de “fuerza, Cristina”, diagnostica que TODA LA ARGENTINA le está pidiendo que complete “la revolución” que inició su marido, radicalizando su accionar (ejemplos: estatizando ya mismo no sé cuántas empresas, disponiendo la reforma agraria, etc.).

Buena parte de la gente que la semana pasada pasó por la Casa de Gobierno fue espontáneamente y cree lo que dijo, pero la mayoría de la población optó por un respetuoso silencio, que no significa que haya cambiado de opinión con respecto a todo lo que viene ocurriendo en nuestro país a partir de 2003.

La segunda es la contracara de la primera, y consiste en que se abandone el denominado “estilo K”. Lo cual implica modificar el gabinete, abrirse al diálogo pero en serio, etc. Al respecto cabe destacar el “oficio” de Hugo Moyano. Salió del sepelio del ex presidente e invitó a tomar un café al titular de la UIA (al sindicato de camioneros, no a la CGT). También cabe destacar el “oficio” de este último, quien en vez de decirle “chau, Hugo, a vos quién te conoce”, aceptó el convite para hablar de “paz social”, pero seguramente que en la conversación planteó que para seguir hablando, el diputado Recalde tiene que tomarse vacaciones, y también que deje de tirar los camiones a la entrada y la salida de las fábricas donde negocia la afiliación de quienes conducen los vehículos.

La tercera alternativa, intermedia, consiste en (como dicen los americanos) “chapotear en el lodo”, tratando de llegar a las próximas elecciones de la mejor manera posible. Sin pretender presentar candidatura (si con Néstor Kirchner vivo el kirchnerismo no tenía ninguna chance seria en 2011, menos la tiene ahora), y sabiendo que en un país tan presidencialista y personalista como el nuestro, los finales de período son particularmente difíciles. Entre otras cosas, porque las luchas se vuelven más salvajes y este Gobierno, que nunca se ocupó de proteger el orden público, menos lo va a hacer ahora.

Como digo, en el momento de escribirse estas líneas todo esto es futuro, y por consiguiente hay que tomar las decisiones en base a la alternativa que se cree más probable. A la segunda no le asigno ninguna probabilidad, a la primera alguna (escasa, y que en todo caso precipita acontecimientos, como por ejemplo el adelantamiento de las elecciones). Consiguientemente, hasta que contemos con información más precisa hay que tomar en base a la tercera de las alternativas. Sabiendo que en las actuales circunstancias, salvo sustos mayúsculos (ejemplos: corridas bancaria o cambiaria) el Gobierno no está apremiado para actuar.

* Economista. Columnista de Revista Fortuna.

5/11/2010