Por Ceferino Reato* / Conviene ser prudentes en las previsiones sobre el futuro cercano, en especial en un país como Argentina donde todo es incierto.
Qué pasará en la Argentina en el año que comienza dentro de un mes es una pregunta muy válida dado que todos tenemos que tomar decisiones económicas, cualquiera sea el rol que ocupemos en el entramado social. Pero, conviene ser prudente en nuestras previsiones sobre el futuro cercano, en especial en un país donde ni siquiera el pasado está firme; todo es incierto en nuestro país.
Como ejemplo nos deberían bastar las previsiones que tanto el Gobierno como la mayoría de los economistas hicieron hace un año sobre qué podíamos esperar en 2018: los ministros del ramo aseguraban que la inflación sería del 15 por ciento y que romperíamos, finalmente, el maleficio de los años pares —es decir, no electorales— y seguiríamos creciendo, luego de la recuperación en 2017.
Era un momento en que los funcionarios y los analistas afines se felicitaban por la elección del “gradualismo” como política económica. El presidente Mauricio Macri era considerado un verdadero genio político; su reelección en 2019 estaba asegurada y se estimaba que se sucederían gobiernos del PRO hasta 2031, por lo menos.
Esa prudencia básica es muy bien explicada por el economista Juan Carlos De Pablo en su columna de este número, en la cual afirma, con la lucidez que lo caracteriza, que el gran desafío económico continúa siendo elaborar una política económica “¡a prueba de argentinos!”.
El Informe Especial sobre qué pasará en 2019 ha sido encarado con esa prudencia. Los economistas coinciden en que debería ser el año del rebote; de un rebote más bien módico aunque suficiente para dejar atrás un 2018 fatal.
Es, realmente, un año para el olvido. No vale la pena citar cifras que todos estamos padeciendo; la oposición enfatiza —y hace bien— la transferencia de ingresos de unos sectores a otros, pero la magnitud de esta crisis se mide en la destrucción de capital a la que asistimos. La Argentina, en su conjunto, ha quedado mucho más pobre, más allá de que algunos sectores salen mejor parados que muchos otros.
En cuanto a 2019, la duda es cuándo comenzará la recuperación. Es un interrogante clave porque hay mucho en juego: en octubre hay elecciones presidenciales y Macri apuesta a su reelección. Se vislumbra un contexto singular: será la primera vez en mucho tiempo que un gobierno no podrá apelar a la obra pública, los préstamos y el peso sobrevaluado.
El oficialismo apuesta a que el rebote sea lo más generalizado posible y genere la sensación de que lo peor ya pasó y que esta vez sí la Argentina encontró definitivamente el sendero del crecimiento y el progreso. ¿Lo logrará?
*Editor ejecutivo de revista Fortuna